MÚSICA
Jordi Savall: «Yo podría decir que estoy haciendo de ministro de Cultura»
El violagambista y director de orquesta sigue en activo, con una agenda repleta de proyectos. Siempre crítico con las instituciones y con la ‘crítica’ misma, reclama mayores ayudas para la música y para iniciativas privadas como la suya
Pep Gorgori
Nos atiende rodeado de los libros de su biblioteca personal, en cuyas paredes conviven miles de volúmenes con violas de gamba y otros instrumentos de todas las épocas. Escucharle hablar ahí es a la vez viajar al pasado y tener los pies en la ... realidad que nos rodea . El maestro Jordi Savall, violagambista y director de orquesta, cumplió 80 años en agosto y sigue plenamente activo. Los próximos días, sin ir más lejos, ofrece una serie de recitales en el Festival Internacional de Música de Canarias . En enero, culminó su integral de sinfonías de Beethoven, que ha ofrecido en conciertos por toda Europa y ha publicado en disco. Hace tres años, justo antes de empezar este proyecto, nos decía que dirigiendo Beethoven se sentía como si tuviese veinte años.
Nueve sinfonías y una pandemia después, ¿qué edad diría que tiene ahora?
[Ríe] Esto de la edad es muy subjetivo, ciertamente. La música de Beethoven tiene tanta energía, tanta potencia espiritual, que te hace sentir mucho más joven de lo que eres. He sido consciente de lo importante que es la energía que cada músico ha aportado al proyecto. He quedado muy impresionado porque estoy convencidísimo de que la calidad del resultado musical no es solo fruto de mi dirección, sino de la implicación de cada músico en esta interpretación.
¿Nunca había tenido esta sensación, tras tantos años de trayectoria?
Nunca antes había trabajado tanto para preparar un programa. Para cada concierto de la integral hemos ensayado dos semanas intensamente. Yo quería implicar a cada uno de los músicos, hacerlos reflexionar sobre cómo se produce el sonido, qué calidad hay en la forma de expresar las dinámicas, el fraseo, muchas cosas que en un trabajo normal no tienes tiempo de hacer. Cuando dirijo, normalmente tengo unas seis horas de trabajo en total para preparar un programa. Esta vez hemos trabajado seis horas al día durante doce días. Y se nota. Revisitar unas obras tan conocidas solamente tenía sentido yendo al fondo de cada obra, trabajando cada detalle y cada idea.
«Mientras yo pueda tocar la viola de gamba no le pediré a otro violista que venga a tocar a mis conciertos»
Uno de los aspectos más comentados de sus interpretaciones de Beethoven son sus tempos, más rápidos de los habituales.
Para Beethoven, los tempos eran una de las cosas más importantes de la música. Prefería poner las indicaciones de un metrónomo en pulsaciones por minuto que usar el sistema italiano de poner ‘Allegro’ a un movimiento que, a veces, no tenía nada de alegre. Lo que es curioso es que, ya desde el siglo XIX, el 99 por 100 de los directores ha hecho lo que ha querido en este aspecto, siempre con la excusa de que Beethoven se había equivocado. Todos estos directores venían de hacer Mahler, Tchaikovsky, Wagner, Buckner, unas músicas que tienen un carácter netamente romántico. Y aplicaban la misma concepción a Beethoven, que en su contexto histórico está más cerca de Mozart.
Hasta que llegó usted, por tanto, ¿todo el mundo lo hacía mal?
No, yo no he sido el único. Por ejemplo, en la Séptima, Carlos Kleiber se toma algunas libertades, pero se acerca a lo que tiene que ser. Si un compositor tan importante como Beethoven dice que la blanca tiene que ir a 80 pulsaciones por minuto según el metrónomo, no puedes decir «seguro que se equivocó».
Precisamente de su Séptima de Beethoven se publicaron algunas críticas poco entusiastas ¿Cómo las encaja usted?
No hay que generalizar, porque hay críticos muy diferentes. Lo que no entiendo es por qué, con todos los conciertos que he hecho con estos programas en París, en Hamburgo, en Frankfurt, en Milán, en Turín, en todas partes hemos tenido críticas superlativas, y aquí dicen cosas como que a nuestro Beethoven le falta profundidad. ¿Qué quiere decir que le falta profundidad, o que le falta intención?
En una rueda de prensa reciente nos afeó no recordar más a menudo que usted lleva tres décadas impulsando sus grupos musicales como iniciativas privadas.
Es algo que me sabe especialmente mal. No piensan que esta orquesta es una orquesta que la ha fundado una persona privadamente y que la está sacando adelante contra todas las dificultades y que ha reunido a músicos jóvenes para transmitirles una manera de trabajar en profundidad. Yo podría decir que estoy haciendo de ministro de Cultura. Estoy manteniendo una orquesta barroca y llevándola a un nivel de lo más alto de Europa. ¿Y el crítico aún me dice que he dado un tropiezo? Es desesperante.
«En las críticas no piensan que esta ha sido una orquesta que la ha fundado una persona y la saca adelante»
Por lo que veo, lee las críticas.
Sí, porque tenemos mecenas. El proyecto de Beethoven no lo podría haber hecho sin la ayuda del presidente Macron. Yo he recibido por este proyecto tres veces más ayuda de Francia que de España. Estos proyectos no serían posibles sin la coherencia del trabajo hecho durante todos estos años, los patrocinadores y la fidelidad de las salas de conciertos que nos contratan. ¿Por qué nos invitan cada año al Festival de Salzburgo, a la Philharmonie de París, a Hamburgo, a Frankfurt, al Carnegie Hall, a China, el Japón, América? Porque siempre les llevamos proyectos interesantes bien preparados, saben que serán de calidad y que llenarán la sala. En Graz llevo tocando cada año desde hace tres décadas. En cambio, aquí, a Granada fui una vez, al principio, y después quizás hemos tocado dos veces más, en cuarenta años de actividad profesional. Es otro mundo. A mí me invitan cada uno o dos años a dirigir la orquesta de Rotterdam, la del Concertgebouw... Pero en Barcelona me ha invitado una sola vez a L’Auditori.
Durante algunos años usted programó las temporadas de música antigua de L’Auditori, y solamente invitaba a sus grupos. En otras épocas, por tanto, sí que tuvo apoyo institucional.
Sí, en Cataluña he tenido épocas muy interesantes en este sentido, pero estamos en un momento en el que hemos perdido. Yo tuve durante algunos años nuestra serie ‘El sonido original’, como William Christie tiene su serie en la Philharmonie de París. Ahora formamos parte de la programación de música antigua del Auditori. Pero uno se puede preguntar: ¿La función de un ciclo de un auditorio es la misma que la de una empresa de organización de conciertos que invita a las orquestas mejores del mundo, o es dar apoyo a los músicos del país que proyectan su patrimonio?
«He recibido por este proyecto tres veces más ayuda de Francia que de España. No hubiera sido posible sin Macron»
Los cachés de Jordi Savall son conocidos en el mundo de la gestión musical por ser especialmente elevados. ¿A qué se debe? ¿Es una leyenda, o es cierto?
Es una percepción completamente deformada. Es cierto que yo pago a mis músicos correctamente, pero el problema principal no es este. El problema es que los grupos extranjeros pueden ofrecer proyectos que cuestan la mitad porque nosotros tenemos 350.000 euros de subvención y los grupos franceses, belgas o alemanes que son competencia nuestra tienen subvenciones que superan el millón de euros. Pueden bajar el caché y ser más competitivos. No puede ser que un país que tiene la cultura musical más importante del mundo en la Edad Media y el Renacimiento esté a la cola de los conjuntos europeos que se dedican a este repertorio, por falta de recursos.
¿Ha hablado de esto con el presidente Sánchez?
Lo he pedido, pero me han dicho que de momento no es posible, que ya me avisarán.
¿Sin más?
Dicen que la agenda está muy llena. Ahora he pedido reunirme con el ministro Iceta.
Si se reúnen, ¿qué les dirá?
Que la música española y los músicos españoles que defendemos nuestro patrimonio estamos abandonados desde hace siglos. Sería fantástico que por fin hubiese un presidente que fuese consciente de que el patrimonio musical es una de las cosas más importantes que tenemos. Nos liga con nuestra historia, con la época de Carlos V, de Alfonso El Magnánimo, con la época en la que España no se ponía el sol, con el mundo árabe, con el mundo judío, con el mundo colonial. No costaría una fortuna ponerlo en valor, porque tampoco es que haya tantos grupos españoles de calidad. Pongamos que sean veinte o treinta. No sería un presupuesto inasumible. En cambio, sería una acción cultural de gran envergadura.
«Los músicos españoles que defendemos nuestro patrimonio estamos abandonados desde hace siglos»
A sus ochenta años, ¿ha empezado a pensar en su sucesión?
-Yo tengo muy claro que, para que el proyecto que he construido pueda sobrevivir, en algún momento tendrá que haber algún otro músico que lo haga suyo. Pero aquí entra también la función que yo tengo como animador de estos proyectos, como creador, y será muy difícil encontrar a alguien que haga este papel, porque yo soy el padre. En el momento en que yo sienta que pierdo facultades, tengo claro que tendrá que haber alguien, no necesariamente un músico, que esté al frente de la fundación y que consiga los recursos para que esto siga adelante. Ahora bien, y aquí está la clave, si la orquesta y el coro tienen recursos para poder trabajar, será muy fácil invitar directores. En muchos países europeos, las orquestas que se fundaron en los siglos XVIII, XIX y XX siguen activas. Por ejemplo, la Filarmónica de Berlín estuvo muchos años con Furtwängler, Karajan, Celibidache... Nadie se planteó que la orquesta no pudiese funcionar porque Karajan ya no estaba. En cambio, aquí nos planteamos que, si Savall no está, lo abandonamos todo. ¿Por qué?
Quizás no nos imaginamos a su grupo ‘Le concert des nations’ sin Jordi Savall porque no los hemo visto nunca dirigido por nadie que no sea Savall.
El problema es que si propongo ‘Le concert des nations’ sin Jordi Savall en la Philharmonie de París me dirán que no. Porque si está Jordi Savall al frente de ‘Le concert des nations’, en tres semanas las dos mil entradas de la Philharmonie se venden. Si hay otro director, no se venderán. Esta es la realidad en este momento. Yo ahora estoy igual que cuando tenía 50 años.Mientras yo pueda tocar la viola de gamba, no le pediré a otro violista que venga a tocar en mis conciertos. Pero también estoy dando a Luis Vilamajó los conciertos que hacemos con la Joven Capella Reial de Catalunya.
Por tanto, ¿no es una cuestión de ego?
No, no, es una cuestión de que, cuando tú tienes unos planes en la vida y has ido alcanzando una serie de objetivos, y llegas a un momento en que tienes los medios para hacer unas obras que no habías podido hacer antes, y has encontrado la manera de hacerlo, y además incorporando a jóvenes, es fascinante. Yo disfruto muchísimo en estos proyectos, soy muy feliz y el resultado es maravilloso.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete