LIBROS
John le Carré, el maestro de la realidad invisible
El 12 de diciembre falleció el padre de la novela de espías y uno de los grandes escritores del siglo XX. Autor de culto y creador de un estilo que no pierde vigencia ni actualidad
Marina Sanmartín
Hace apenas unos días, en una rueda de prensa convocada para evaluar el año, el presidente ruso, Vladimir Putin , negó que fuera responsabilidad de sus espías el envenenamiento fallido del político de la oposición Alexei Navalny porque, de haber sido una ... misión del servicio secreto de su país, otrora líder de uno de los dos bandos de la Guerra Fría, acabar con Navalny, sin duda «habrían terminado el trabajo». Pero Navalny sigue con vida y las declaraciones de Putin nos sirven para confirmar una realidad invisible, más fluida en el tiempo que el asesinato frustrado: el espionaje político continúa activo , aunque al mundo ya no le llame tanto la atención; y es al caer en la cuenta de la indiferencia del público actual frente a este tipo de tramas cuando otra certeza reciente nos viene a la cabeza como la confirmación del fin de una época real y literaria, peligrosa y, a la vez, como todas las etapas difíciles, cargada de momentos mágicos: John le Carré (R. Unido, 1931-2020) ha muerto y su obra, que todavía sumó un título en 2019, Un hombre decente , ha concluido.
Miembro del cuerpo diplomático británico entre 1960 y 1964, David John Moore Cornwell , nombre real del archiconocido John le Carré, difícilmente pudo imaginar que al escribir su primera novela -también la primera protagonizada por el agente del Circus George Smiley -, Llamada para el muerto (1961), una intriga de apenas doscientas páginas, que se inicia con el relato de la infidelidad conyugal y el abandono de los que Smiley es víctima, estaba creando un mito que trascendía personaje y escenario; una forma de narrar capaz de transformar la acción más negra y desnuda en excelente literatura, con la que habría de convivir más de medio siglo y a la que el cine recurriría en numerosas ocasiones con inagotable éxito.
Las tramas y el cine
Integrante de una troica única en el género, que completan Graham Greene (Reino Unido, 1904- Suiza, 1991) y Frederick Forsyth (Reino Unido, 1938), Le Carré supo explotar en su ficción, al máximo y cómo nadie, la tensión y los vericuetos más sombríos de la ya mencionada Guerra Fría y alcanzó su momento más brillante con la publicación de El Topo (1974), una de las mejores novelas del siglo XX , por encima de cualquier clasificación temática, en la que el autor realiza un ejemplar análisis de personajes y utiliza la intriga como excusa para recordarnos una ley del suspense policiaco que a menudo se nos olvida: la importancia de las intenciones y los porqués en la construcción de la historia.
Titulada en español con el apodo de Smiley, El Topo desvela mucho más acerca de su naturaleza en su título original, Tinker Tailor Soldier Spy , una relación de nombres que encierra un secreto y en la que cristaliza la habilidad de Le Carré para trascender las reglas de la narrativa de espías centrándose en las pulsiones que mueven a sus protagonistas y conectando con las emociones del receptor sin importar demasiado el contexto que acoja la lectura de sus libros, casi todos ellos joyas sobre la esencia del alma humana.
Esta es probablemente la razón por la que gran parte de la bibliografía del novelista disfrutó de una segunda y fructífera existencia al ser llevada a la gran pantalla . La complejidad de los perfiles que transitan por sus relatos, que avanzaron con las conquistas de la política internacional y a partir de los años noventa se interesaron por los nuevos conflictos, los convierte en atemporales.
Así, por encima de la coyuntura, siempre encontraremos un mensaje válido en El espía que surgió del frío (1963), a quién, todavía en blanco y negro, interpretó Richard Burton ; El jardinero fiel (2001), con unos espléndidos Ralph Fiennes y Rachel Weisz ; El hombre más buscado (2008), perseguido por Philip Seymour Hoffman ; la versión de El Topo de Thomas Alfredson o El infiltrado (1993), convertida en serie de televisión por la prestigiosa realizadora Susanne Bier . Y siempre nos emocionaremos con La casa Rusia (1989), que en 1990 adaptó al cine el australiano Fred Schepisi con una inolvidable banda sonora compuesta por Jerry Goldsmith . En la película, los diálogos de Le Carré se convierten en certeros disparos al corazón del espectador, que escucha las palabras de la rusa Katya ( Michelle Pfeiffer ) al inglés Bartley ( Sean Connery ), rendido de amor por ella, mientras se le eriza la piel.
Katya dice: «En mi vida ya solo queda espacio para la verdad», y entonces nosotros comprendemos que ese filtro es también aplicable e imprescindible a la hora de aproximarnos a la literatura, donde tampoco podemos permitirnos perder tiempo . Leyendo a Le Carré no lo malgastaremos nunca. Más bien al revés, lo dilataremos al sumergirnos con él en esa realidad invisible de la que fue maestro y que tan difícil resulta de aprehender; un viaje que merece la pena y que se abre ante nosotros a una estantería de distancia. No lo despreciemos.
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