LIBROS
Javier Cercas, la novela hace justicia
Con ‘El castillo de Barbazul’ se cierra la trilogía de ‘Terra alta’. Una historia de intriga que se desarrolla de modo trepidante
Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962)
Quizá leamos novelas para poder asistir a que haya justicia y que el bien venza al mal alguna vez. Así podremos, como hace el niño protagonista de ‘Raíces profundas’ (título español de la película ‘Shane’ protagonizada por Alan Lad) mirarlo con admiración tras ... haber vencido a Jack Palance. La misma convicción que tiene Cosette, la hija de Melchor Marín, para pronunciar la última frase de esta excelente novela que no desvelo al lector, pues traicionaría el desenlace. De las tres novelas de la trilogía ‘Terra Alta’, ‘El castillo de Barbazul’, que parece cerrarla, es la que he leído con mayor interés, porque es una de esas novelas que no puedes dejar, ya que la intriga te absorbe. En toda la Trilogía protagonizada por el ‘mosso d’esquadra’ Melchor Marín que ahora es bibliotecario de Gandesa, hay intriga, pero nunca se había desarrollado de modo tan trepidante.
La estructura de la novela se sirve de dos de los ingredientes básicos de la narrativa durante siglos: la búsqueda y la restitución del orden , que V. Propp había definido como quicio de los cuentos tradicionales.
‘El castillo de Barbazul’ . Javier Cercas. Tusquets, 2022. 397 páginas. 21,90 euros
Desaparición
En ‘El castillo de Barbazul’ la ‘quête’ adopta la forma más elemental (y por ello eficaz): se trata de encontrar a Cosette desaparecida misteriosamente en Pollença, cuando no regresa de un viaje a Mallorca al final de su bachillerato. A la externa de encontrarla se suma otra, la forma interior que a Javier Cercas quizá mas le interese: el conflicto de un padre y una hija de diecisiete años , conflicto derivado de que el padre ha ocultado a la hija la verdadera razón de la orfandad de ella. Aunque no deje el narrador (y a su través Javier Cercas) de insistir en que la novela del siglo XIX no ha sido superada. Ni ‘Los miserables’ de Victor Hugo ni las novelas de Turgueniev aquí convocadas explican del todo el modelo narrativo de este relato, que sigue siendo el heroico devenir de un héroe que no quiere serlo, pero que en cuanto a desarrollo narrativo tendría en las novelas de Le Carré o de Ian Fleming los paradigmas de una aventura contra un malvado, aquí el poderoso depredador sexual del que Cosette y antes que ella decenas de muchachas han sido víctimas
La literatura nos salva del mal, porque es el lugar donde reconocemos su rostro
Como ocurre en la trilogía de Javier Cercas, y había ocurrido en la literatura española con las novelas de Vázquez Montalbán y Eduardo Mendoza (quien recibe un guiño en la enumeración de autores que la adolescente lee) hay una asfixiante corrupción de diferentes estamentos cuando jueces, policías y guardias civiles han sucumbido a sobornos o amenazas del poderoso multimillonario sueco Metton, quien se creía tan inexpugnable como ejemplos hemos tenido recientes de ciertos millonarios que han hecho algo igual con chicas, hasta con participación de alguna alteza real europea.
Conflicto psicológico
En cuanto a trazado literario debe mucho la novela a su bien administrada intriga. Pero añade el tratamiento de los personajes: ya era imponente el capitán Blai (que quizá adeude tal nombre a Juan Marsé), pero ahora se suman Paca Poch, el íntegro Carrasco y, sin duda, alguna Cosette .
En el tratamiento tan creíble del conflicto psicológico vivido por ella tras los abusos y también en lo bien armada que está la explicación de su crisis depresiva, se nota lo buen escritor que Javier Cercas es. Advertimos que la preparación de la novela no se limita a la precisión con que cada escena y espacio ha sido construido (esta es una novela en que los espacios son importantísimos) sino que se ha documentado muy bien el agujero de la angustia sufrida por unas víctimas que ven que la ficción puede restituir el orden quebrado, cuando los malos son castigados y los buenos recompensados, título de un famoso ensayo de Brémond sobre las estructuras fundamentales de los cuentos. La literatura nos salva del mal, también porque es el lugar donde reconocemos su rostro.