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Isabel Burdiel: «Un rasgo fundamental de Emilia Pardo Bazán fue su sentido del humor»

Tras desentrañar los entresijos de Isabel II y de su reinado, la historiadora nos sumerge en la figura y la obra de la escritora gallega en una monumental biografía

Isabel Burdiel en el despacho de su casa de Valencia Mikel Ponce
Carmen R. Santos

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Isabel Burdiel es catedrática de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia. Con su «Isabel II» se convirtió en la segunda mujer en obtener el Premio Nacional de Historia en 2011 . Bien diferente es el personaje que ahora aborda, y que produjo «tanto en su época, como todavía en la nuestra, emociones fuertes y encontradas». Y remata Burdiel, «también en la autora de este estudio».

Después de su exitosa biografía de Isabel II, pasa ahora a una escritora, ¿por qué? ¿y por qué Pardo Bazán

Siempre me ha interesado el papel de la literatura, de la ficción, para entender la manera de ver el mundo histórico, la política, la ideología, el llamado «sentido común» de las gentes del pasado. La novela y la crítica literaria que se escribió y leyó en el siglo XIX son fundamentales para entender la construcción de una cultura y una nación modernas en España y en Europa, con todas sus perplejidades y conflictos. La vida y la obra de Emilia Pardo Bazán (no solo la de ficción porque fue también periodista y autora de ensayos políticos y críticos muy importantes) me parecían –y no me han defraudado- un observatorio privilegiado para entender las relaciones entre historia y novela, ideología, cultura y política, también nación y género, en el mundo de finales del siglo XIX y principios del XX.

¿Cómo ha sido el proceso de documentación comparándola con el realizado para la biografía de Isabel II?

Las dificultades para documentarme sobre ambas figuras han sido distintas, entre otras cosas porque Isabel II dejó muy pocos rastros personales directos y Pardo Bazán muchísimos. La primera escribió muy poco y muy precariamente. Lo que tenía entonces era un coro de voces entorno a la reina. Pardo Bazán, en cambio, nos ha legado una obra formidable en todos los sentidos y se carteó con los grandes intelectuales de su época. Sobre ella, además, se escribió muchísimo, tanto en vida como posteriormente. Tengo una deuda muy importante con los especialistas en Pardo Bazán que han hecho una labor formidable de estudio y edición crítica de su ficción, de los epistolarios más importantes, etc. Personalmente he dedicado mucho tiempo a la recepción de su producción y también a su periodismo. Fue colaboradora habitual de ABC. Una tarea de investigación y análisis arduas pero con resultados francamente interesantes, sorprendentes.

«Nacionalista española y al tiempo cosmopolita, en cuyo centro imaginativo, emocional e intelectual estuvo siempre Galicia»

Señala usted que «su vida fue una de sus mejores obras»? ¿Qué momentos destacaría en esa trayectoria?

Tuvo una vida realmente fascinante, llena de retos, de búsqueda de libertad, de conocimiento y de autoconocimiento. De pasión por la literatura y de pasión por lo público. Desplegó una energía intelectual y vital extraordinarias. A mí me han conmovido especialmente dos momentos. El paso de la oscuridad a la luz: sus inicios como escritora, cuando luchaba por salir de las sombras y hacerse un hueco en el mundo literario, al tiempo que forjaba su libertad personal. En el otro extremo, la etapa en que la luz empieza a apagarse o se vuelve incierta, en lo personal, en lo creativo, en la repercusión de la obra, la decadencia más o menos dura de sobrellevar. En ambos, su sentido del humor fue fundamental. Quiero destacarlo como un rasgo importante (emocional e intelectualmente) de su personalidad.

¿Cuál sería su mejor etapa?

La más célebre y la más creativa fue quizás la que se extiende entre 1884 y 1898 que desarrollo en la segunda parte del libro. Produce sus grandes novelas (o al menos las más reconocidas) y se forja un papel como intelectual de referencia, algo muy anómalo para una mujer en aquella época. De ese periodo son sus primeras visitas a París, su amistad con los exiliados rusos y su papel importante en la introducción en España de la literatura rusa.

Francisco Goñi retrató a Emilia Pardo Bazán (1916)

¿Y cuál la más complicada?

Creo que las dos últimas décadas. Tuvo que reinventarse (y lo logró, lo cual fue también anómalo, casi único, entre los escritores de su generación) en un nuevo ambiente literario y cultural, el del llamado modernismo. Escribió entonces unas novelas –«La quimera», «La sirena negra» y «Dulce dueño» -que me han interesado muchísimo. Son los años también de la tentación autoritaria que he analizado en profundidad.

«Pensaba, y por eso es tan moderna, que la cuestión de la igualdad no solo es política o intelectual sino también de educación sentimental»

Logra presentarnos magníficamente una Pardo Bazán caleidoscópica, de «carácter conflictivo». ¿Cuáles serían sus principales polos?

Se podrían resumir así: atrevida y mordaz en sus juicios, amante de las polémicas y al tiempo celosa de su intimidad; apasionada pero también radicalmente antisentimental. Nacionalista española consciente y al tiempo cosmopolita en cuyo centro imaginativo, emocional e intelectual estuvo siempre Galicia. Pragmática y enamorada de la Quimera. Católica practicante, naturalista y feminista radical. Crítica con las promesas incumplidas del liberalismo de su época, carlista, tradicionalista y fascinada por el progreso y por la ciencia. Humanista y elitista. Moderna y antimoderna.

Quizá su credo más claro y constante fue el feminista...

Sí. Se definió hasta el final de su vida como una feminista radical en el sentido de que creía que las mujeres debían tener las mismas oportunidades y derechos que los hombres. Pensaba, además, y por eso es tan moderna, que la cuestión de la igualdad no solo es política o intelectual sino también de educación sentimental sobre cómo quieren los hombres y las mujeres, cómo se relacionan entre sí.

Si hacemos biografía-ficción, ¿de qué forma cree que sería hoy feminista??

Es una pregunta difícil para una historiadora. Contestando como tal diría que respondería con toda su energía intelectual a los retos actuales del feminismo que, en muchos aspectos, han ido cambiando.

¿De niña ya apuntaba maneras sobre todo en dos características esenciales: su convencimiento, y lucha, de la igualdad de hombres y mujeres y su deseo de deslumbrar? Por ejemplo, no jugaba con muñecas y desde pequeña se recluía en la biblioteca familiar, y usted relata una significativa escena donde una adolescente Emilia recita un poema ante la visita del líder progresista Salustiano de Olózaga. ¿En cierto sentido, Pardo Bazán se construyó un personaje?

La construcción de su personaje para el público, para la celebridad que empezaba entonces y que intentó controlar (sin demasiado éxito) se encuentra en los «Apuntes autobiográficos» que sirvieron de prólogo a «Los pazos de Ulloa». Son un ejercicio autobiográfico que es, como todos, un ejercicio de autoconstrucción. Le he dedicado varias páginas a ello. Disfruté reflexionando sobre esa cuestión.

Tuvo poderosos enemigos como Clarín, quien tras una amistad inicial, arremetió contra ella sin piedad, incluso con lamentables apreciaciones groseras como decir que era «una jamona atrasada de caricias»...

Tuvo muchos enemigos, como es el caso de su conflictiva relación con Clarín, pero es mucho más interesante analizar –antes que la misoginia habitual- la amistad y el apoyo que tuvo de muchos intelectuales y escritores de su época: Giner de los Ríos, Rafael Altamira, Cossío, Unamuno, Onís, Rubén Darío…Fue algo más que una «víctima» de animadversión o mezquindad masculinas, como por ejemplo en el caso de Menéndez Pelayo o Juan Valera. De hecho fue muy apoyada y muy estimada también.

Y relaciones amorosas sonadas, sobre todo con Pérez Galdós, solo equiparable, apunta usted, a la de Madame de Staël con Benjamin Constant o a la de George Sand con Chopin y Alfred de Musset…

He tratado esa cuestión intentando evitar el interés morboso y buscando entender la forma en que ella (y Galdós en la medida de lo posible) entendían aquel amor «nervioso y moderno», como lo definió ella. Galdós guardó las cartas. Las de ella se han perdido. Lo que queda claro es que construyeron juntos una relación bonita mientras duró, una relación apasionada entre iguales. Cuando acabó siguieron manteniéndose la estima y el afecto, incluso la protección mutua, hasta el final de sus vidas.

¿Su otro gran amor fue Lázaro Galdiano? ¿Frente a la que mantuvo con Galdós, qué caracterizaría esta?

Creo que Lázaro Galdiano no fue un gran amor. Parece más, por los rastros que tenemos, un breve «coup de foudre» que derivó pronto en una buena amistad y colaboración literaria.

¿Si lo hubiera escrito un hombre, su ensayo «La cuestión palpitante» sobre el naturalismo y Émile Zola, habría sido tan polémico?

Habría sido polémico, por su defensa de una tendencia literaria, el naturalismo, que estaba entonces en el centro del debate. Pero no lo habría sido tanto: aquella forma de escribir –que ya era considerada ruda y vulgar por muchos- lo habría de ser aún más, casi inconcebible, en una mujer.

Quizá Pardo Bazán despertó la controversia porque no se limitó a «convertirse en una distinguida escritora católica con voz propia»...

Sin duda. Entró en un terreno literario, periodístico y político que marcaba distancias muy insólitas respecto a una escritora católica al uso. Por eso se decía, entre otras cosas, que tenía un «talento macho», que escribía y pensaba como un hombre.

En varias ocasiones, Pardo Bazán se refiere y condena la violencia contra las mujeres. Pero, jamás habla del caso de su abuela Joaquina Mosquera asesinada por su marido. ¿No lo sabía? ¿A qué cree que se debe el silencio?

Aquel asesinato fue un secreto de familia. Recomiendo muchísimo la lectura de sus cuentos sobre violencia contra las mujeres. Cristina Patiño acaba de publicar una antología perfecta titulada «El encaje roto». Nos dejan ver hasta qué punto era habitual el maltrato a las mujeres en su época y qué formas adoptaba. Ella hablaba abiertamente de «mujericidio».

«No olvidemos novelas fascinantes como "Insolación". Y no hay que dejar de leer sus cuentos. Son extraordinarios»

Recuerda usted que cuando Pardo Bazán murió en 1921, sus «Obras completas» habían alcanzado los cuarenta y dos volúmenes. De una producción tan variada y prolífica, ¿qué debe leerse especialmente?

«Los pazos de Ulloa» y «La madre naturaleza». Pero también novelas fascinantes como «Insolación», «Morriña» o «Memorias de un solterón». Y sus cuentos, no hay que dejar de leer sus cuentos. Son extraordinarios

Reivindica con razón la vigencia de Pardo Bazán, ¿qué nos dice sobre todo en el hoy?

Me ha interesado mucho destacar su capacidad para enlazar con nuestras inquietudes y preguntas sobre la multiplicidad de la verdad (reconocer lo cual es lo contrario de las «fake news»); sobre el hecho de que todos somos híbridos, encrucijadas de identidades y condiciones variadas, a veces opuestas. Sobre la manera en que, de una forma u otra, todos deberíamos ser capaces de ver doble y recordar que la pureza excluye y el mestizaje incluye o acerca. Sobre nuestras formas de amar, sobre el papel de la religión y las creencias en nuestras vidas…

Usted ha hecho una edición de «Frankenstein». Mary Shelley también fue una mujer especial...

Sí. Una mujer que se interesó por saber cómo se construye lo monstruoso, de qué materia están hechos los monstruos. Que reflexionó sobre la fragmentación de las verdades y de las identidades a que me refería antes. La edición y estudio crítico de «Frankenstein» para la colección de Letras Universales de Cátedra ha sido, quizás, el trabajo que más me ha emocionado. Aunque parezcan tan alejadas, he reflexionado mucho sobre la criatura de Mary Shelley, cuando escribía sobre Pardo Bazán: su lucidez intelectual para afrontar verdades dobles y dejarlas explorar el mundo.

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