ARTE
Irene Grau: «Caminar forma parte de un proceso pictórico»
Irene Grau recorre la Naturaleza midiéndola cuidadosamente en «-metría», el proyecto que presenta en el Centro de Arte de Alcobendas
MANUEL MUÑIZ
Combinando una vez más la precisión casi clínica que suele caracterizar a la pintura monocromática y los paisajes naturales, Irene Grau (Valencia, 1986) lleva al Centro de Arte Alcobendas uno de los proyectos que la están convirtiendo en una artista de gran proyección internacional.
–En esta exposición continúa la línea de darle al paisaje una gran importancia en su obra. ¿Cómo surgió este paso de los interiores a los exteriores?
–Desde el primer momento me interesaron cuestiones relativas a la percepción de la pintura en un contexto determinado, y cómo esa experiencia cambiaba en relación al espacio. Probablemente esta es la razón que me llevó a la monocromía, ya que la superficie plana parecía una plataforma menos autónoma visualmente y más dependiente de su contexto a nivel conceptual y espacial. De modo que cansada de trabajar en el espacio de mi estudio, que por aquél entonces era mi no-salón, cogí un bastidor, lo pinté y básicamente lo saqué de paseo. Fue algo intuitivo, surgió persiguiendo esa relación contextual con la pintura, pero entonces fui consciente de que el espacio exterior tenía una carga y una tradición en tanto que paisaje que iba más allá en esa experiencia del espacio. Esto me aportó muchas otras cuestiones que más adelante he ido incorporando a la pintura, como la necesidad de caminar.
–¿Cómo decide que un paisaje determinado es «pintura»? ¿Es una impresión que surge de forma automática al verlo, o es producto de una reflexión?
–Entiendo todo lo que me rodea desde la pintura, la pintura está completamente integrada en mi manera de mirar. Esto no ha sido algo automático sino que forma parte de un proceso natural, en el que simplemente todo dejó de ser constantemente nuevo y una misma, al crecer, elige y construye sus propios estímulos. Y así es como veo el paisaje, no tanto como una pintura sino desde la pintura, y para ser más precisos desde su tradición monocromática. Esto es lo que me llevó a pensar en la relación entre el paisaje y la primera pintura monocroma y cómo esa relación había ido cambiando a lo largo del tiempo, hasta hoy, momento en el que entiendo todas aquellas marcas que tienen que ver con la señalización de un recorrido como una extensión de esa idea pictórica y monocroma.
–En su trabajo se unen la fotografía y la pintura. ¿Considera que también forma parte del «land art»? ¿Y cómo conjuga estas disciplinas?
Cansada de trabajar en mi estudio, cogí un bastidor, lo pinté y básicamente lo saqué de paseo. Fue algo intuitivo
–Para mí la cámara es simplemente una herramienta que me permite mostrar aquello que de otra forma no sería visible, la fotografía es el testimonio de algo que ocurre con la pintura. No me considero fotógrafa en absoluto y en este sentido no siento que esté trabajando disciplinas diferentes. Respecto al « land art » considero que fue una etiqueta ambigua pero útil en un momento histórico determinado pero que actualmente resulta imposible mantener. Todo el arte que se hace en la naturaleza no puede ser llamado «land art» del mismo modo que resultaría absurdo un mismo término para todas las propuestas «indoor», como si se pudiese emplear una misma expresión para todas aquellas prácticas que tienen lugar en un espacio interior por el mero hecho de estar, efectivamente, entre cuatro paredes.
–Dice que busca que aus obras sean una auténtica «pintura viajera». ¿Cuál es la relación entre caminar y pintar?
–Lo cierto es que lo de «pintura viajera» ha sido una expresión de la crítica que yo simplemente he apadrinado porque me parece una de esas ideas que son tan visuales que no necesita más explicación. Una pintura que viaja, no puede no gustarme esa idea. Caminar es una forma de relacionarse con el espacio, algo que siempre he buscado del espectador en su acercamiento a la pintura. Indagando en esa relación, al salir al paisaje descubrí que caminar era la acción básica para relacionarse con esa pintura, no tanto para el –en ocasiones– hipotético e imposible espectador, sino como algo que se incluía en el proceso de esa acción de «pintar». De modo que pintar y caminar empezaron a confundirse hasta que la acción de caminar simplemente forma parte del proceso pictórico.
–¿Le interesa particularmente reflejar la marca que deja el ser humano en el paisaje?
Entiendo todo lo que me rodea desde la pintura, está completamente integrada en mi manera de mirar
–Mucho. No existe el paisaje sin intervención humana. No sólo porque sea éste una construcción cultural o porque resulte improbable encontrarse en un entorno natural no intervenido sino porque, además, dejar marcado el territorio es una necesidad humana que tiene mucho que ver con la orientación. En este sentido me interesa cómo todas esas marcas, una señalización basada generalmente en esquemáticos códigos de color, establecen una nueva relación entre la idea de monocromo y el paisaje. Y esa es mi mayor referencia. La familia Grau siempre ha sido excursionista hasta la médula y desde que tengo uso de razón he caminado viendo y guiándome con ese tipo de marcas.
–Otro de sus temas recurrentes son las medidas precisas, el explicitar el tamaño físico exacto de algunos elementos en su pintura. ¿De dónde viene este interés?
–Por un lado viene de una atracción personal hacia cierta tradición en la pintura monocroma que se ha preocupado por visibilizar sus aspectos procesuales y técnicos convirtiéndolos en el propio contenido conceptual. Pero por el otro tiene que ver con el modo en el que toda la señalética del recorrido está siempre ligada a una medida, ya sea en relación al tiempo o a la distancia. De este modo la pintura se mide en relación al número. Explicitar esa medida es parte de mi interés por enfatizar el proceso, tanto como construcción como de percepción de la obra.
–En los últimos tiempos tu obra ha conseguido un gran reconocimiento por parte de la crítica. ¿Cómo se asume este éxito?
–Yo simplemente sigo trabajando como cuando empecé, e intento que cada nuevo proyecto sea, bajo mi propio criterio, mejor que el anterior. Lo único que asumo es una mayor responsabilidad.
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