Hazte premium Hazte premium

LIBROS

Los ingenieros de Franco: mucho más que pantanos

Un libro revisionista (en el mejor sentido) analiza cómo grupos de científicos fueron participantes activos en las transformaciones políticas y económicas del franquismo

Una de las infraestructuras más renombradas del franquismo, el embalse del Ebro fue inaugurado en 1952

MANUEL LUCENA GIRALDO

Hágame caso: no se meta en política. Esta frase, que Franco repitió según parece en diferentes situaciones ante numerosos contertulios, puede ser tomada como una broma, o por el contrario, asumir que expresó una determinada mentalidad . Su personalidad política estuvo condicionada por la profesión militar y por la preparación recibida tras la catástrofe nacional del 98, con una visión integrista y atenta a explicaciones conspiratorias de la historia de España. A ello se sumó la dura experiencia africana .

Pero se tiende a explicar el franquismo en exclusiva alrededor de la figura de Franco, como si este no hubiera representado un sistema -como se decía antes, una sociología-, y su continuidad hubiera dependido sólo de su voluntad omnímoda. Que esta existió y la ejerció hasta el final de su vida, no requiere mayor explicación. Que tuviera éxito en las diferentes reencarnaciones del régimen, constituye un objeto de investigación exigente y apasionante. De ahí que este libro valiente y fundamental , revisionista en el mejor sentido, merezca ser conocido y debatido, como corresponde a un estudio mayor. De hecho es la versión española de un libro publicado en 2014 por el MIT, «Los ingenieros y la configuración del régimen franquista». La tesis principal es que determinados grupos de ingenieros y científicos fueron participantes activos en las transformaciones políticas y económicas del franquismo. El nacionalismo tecnológico se convirtió en una herramienta que aglutinó grupos de intereses muy diversos y le permitió no sólo sobrevivir, sino incluso desarrollar una agenda internacional con intercambios y alianzas por encima de desavenencias políticas.

Nervio y músculo

Se trata de la historia no solo de los ingenieros «que tenía Franco o el régimen franquista», sino de los ingenieros que lo construyeron de manera eficaz y consciente. Tal perspectiva, que a algunos les sorprendió (eso sí que se puede calificar de sorprendente) permite una sólida crítica de elementos que son «historia oficial» del régimen. El primero, que este no contara con corporaciones de eficaces técnicos a su servicio. Aquí plantea Camprubí la liquidación de la primera verdad cansada, pues algunos directamente niegan que existieran ciencia y técnica en el franquismo. Por el contrario, su actividad fue crucial. No se trata de imaginar a Franco recibiendo dócilmente órdenes de una cuadrilla de extraordinarios ingenieros, con Eduardo Torroja Miret en primer lugar, como de entender el sentido providencialista de la tarea que asumieron formando equipo, a partir de una corporación que era nervio y músculo del Estado.

El nacionalismo tecnológico se convirtió en herramienta que aglutinó a intereses muy diversos

En la inauguración de un pantano en el Ebro en 1952, Franco proclamó: « Nos dolía España por su sequedad , por su miseria, por las necesidades de nuestros pueblos y de nuestras aldeas, y todo ese dolor de España se redime con estas grandes obras hidráulicas nacionales, embelleciendo su paisaje y creando ese oro líquido que es la base de nuestra independencia. Sí señores, de nuestra independencia, porque no hay independencia política si no hay independencia económica, y no hay independencia económica si no hay bienestar en nuestros hogares». La cita recogida por Camprubí prueba la existencia de un paisaje mental en el cual la tecnología nacional como transformadora del paisaje español tenía un sentido económico, estético y político.

También hay que resaltar la vocación por hallar continuidades. Queda claro que ni la España de la posguerra y sobre todo los años cincuenta, era el erial científico que se supone y repite una y otra vez, ni el desarrollo de los años sesenta, en todo caso lo ocurrido con posterioridad al Plan de estabilización de 1959 , careció de antecedentes. Esta investigación alumbra la heterogeneidad del régimen y muestra que, si en el origen hallamos antecedentes insospechados, en las coyunturas internas aparecen hechos y relevancias fundamentales. Personas, corporaciones, ideologías como el «ingenierismo», articulan un cambio del paisaje español, devenido por acción de estos técnicos prominentes, preparados, respetados y políglotas, en territorio de nación.

No imaginemos a Franco recibiendo órdenes de los ingenieros. Pero entendió su utilidad

No debió ser fácil la elección de los estudios de caso, que constituyen los sucesivos capítulos. Destacan los dedicados a la historia arquitectónica de laboratorios, iglesias y poblados de colonización; el Instituto técnico de la construcción y el cemento dirigido por el mencionado Torroja, con su espectacular silo de carbón y su pretensión de «industrializar el paisaje» con casas baratas y presas formidables; el intento de establecer estándares de construcción que pese a fracasar abrieron el paso del Estado autárquico al regulador y crearon dinámicas de integración europea; la colisión entre políticas hidráulicas y de promoción agrícola, el pantano frente al regadío, con la transformación del río Noguera Ribagorzana mediante doce saltos de agua; los arrozales del Guadalquivir y la estación arrocera de Sueca; la preservación de Doñana; la oceanografía submarina y la guerra fría, con la OTAN y Gibraltar al fondo; la energía nuclear y el mercado de uranio; o los fosfatos y el abandono del Sáhara. España no podía mantenerse al margen. Y no lo hizo.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación