Las historias ‘trenzadas’ de Sandra Gamarra

La planta baja de la muestra se organiza en tres espacios que cuestionan el museo como contenedor del saber universal. La primera sala, ‘del espejismo’ , presenta una pinacoteca del siglo XVIII y XIX con cuatro representaciones historicistas duplicadas pero con una interpretación diferente. Las de un lado enfatizan el relato hegemónico y mantienen el título oficial con el que se conocen las obras; las del otro, proponen un nombre alternativo y un discurso desde la perspectiva andina. En contraposición a ‘El descubrimiento de América’ , por ejemplo, se sitúa una versión del mismo cuadro titulado ‘El descubrimiento de Europa’ , giro que evidencia la dependencia mutua. Solo algunas partes de las escenas están acabadas, metáfora de lo que todavía está por contarse, pero considerando que la base narrativa -la pintura de Historia- es una estrategia occidental insuficiente para traducir otras sensibilidades.

La segunda sala, ‘del reconocimiento’ , nos traslada a un marco etnográfico presidido por una pirámide de naipes, ‘Tierra virgen’ , hecha con reproducciones de la Virgen del Cerro Rico de Potosí; un símbolo de la fragilidad de la Naturaleza productora de bienes , pero también de la estafa piramidal del capitalismo. A los lados se exponen objetos precolombinos pintados en vitrinas de fondo espejado, donde el espectador se descubre a la vez como objeto de estudio y como sujeto creador de las formas de ver establecidas.

La tercera sala, ‘de sustracción’ , contiene una pieza de suelo realizada a partir de cuadros de tradición europea dispuestos boca abajo en forma de ‘chakana’ (cruz andina) y yacimiento arqueológico. La instalación apunta una vez más a las estructuras que subyacen bajo la mirada domesticada y propone un ejercicio de imaginar cómo podríamos utilizar los conocimientos de las dos culturas para que se entendiesen entre ellas.

Las galerías de arriba presentan un ‘Gabinete de Incomodidades Coloniales’ que reúne diversos trabajos de la artista y la serie de cuadros de mestizaje interétnico del virrey Amat. El recorrido dibuja una cultura de temporalidad cíclica que se ha transformado a través de momentos específicos de violencia más que por los adelantos científicos.

La Modernidad heredada de Occidente se plasma en diversas obras, véase las pinturas calibradas según la carta fotográfica de color Kodak con las esquinas historiadas o en un conjunto de ponchos que remiten tanto a lienzos de Fontana como a grandes vaginas: «Dicen que cuando la gente se pone el poncho, de alguna manera está volviendo a nacer». Gamarra regala una lúcida revisión crítica del pasado colonial y recuerda que las historias se trenzan juntas, penetrándose las unas a las otras y completando las que fueron silenciadas mediante reflejos de su propia existencia.