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ABC Cultural

MIS BESTIAS SAGRADAS

La grandeza derruida del héroe Gary Cooper

Entre «Juan Nadie» y «Solo ante el peligro», Gary Cooper supo cambiar para llevar en sus carnes las cicatrices del derrumbe moral de EE. UU.

Gary Cooper, «Solo ante el peligro»
Juan Manuel de Prada

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Gary Cooper encarnó, mejor que ningún otro actor del cine clásico, todas las virtudes antiguas que hacen la vida más enaltecedora y habitable. Y, a medida que los estragos de la edad iban marchitando su juvenil belleza (pero nunca su apostura), supo ... desnudarse pudorosamente ante las cámaras, brindándonos algunas de sus interpretaciones más memorables, en las que ya no asoma el héroe de una pieza de antaño, sino el hombre lacerado de dudas , el hombre magullado y mohíno, con el alma cosida de cicatrices, que libra en su conciencia la sempiterna batalla entre el bien y el mal. Ninguno de los actores de su generación consiguió completar una metamorfosis tan pasmosa: entre el cándido Mr. Deeds de Capra y el atribulado comisario Will Kane de Zinnemann , entre el despistado erudito de « Bola de fuego » y el asesino arrepentido de « El hombre del Oeste », Gary Cooper no se limitó a «evolucionar», al hilo de las arrugas y los achaques; en su mirada penitente, en sus andares un poco desgarbados o maltrechos, descubrimos esa grandeza derruida de los héroes que han bajado del pedestal para iniciar un vía crucis personal sembrado de abrojos y penitencias, hasta alcanzar finalmente la redención. Porque la enfermedad se ensañó muy crudamente con Gary Cooper, asestándole toda suerte de mordiscos y dentelladas (hernias y úlceras y, ya por fin, un cáncer que acabó con su resistencia); pero encontró en esa difícil senda la luz capaz de alumbrar las postrimerías más tenebrosas.

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