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ABC Cultural

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Fervor y mugre de Constantinopla

El viajero del siglo XIX encontró en el Estambul otomano uno de sus destinos más románticos y literarios. El francés Gautier y el español Blasco Ibáñez dejaron constancia de ello

Estambul en 1890

JAVIER GONZÁLEZ-COTTA

Antaño, llegar en barco de vapor a la vieja Constantinopla, a aquel Estambul otomano, provocaba en el viajero del XIX algo parecido a una especie de embolia de los sentidos. El abrumador paisaje de la ciudad, punteado por alminares, remaches de mezquitas y cascarones ... de murallas bizantinas , sembrado de algaidas, picudos cipreses y cipos de cementerios, se aparecía a los ojos como un decorado para la ópera y el aleluya del alma. En sí misma -y esto resulta archisabido- la idea de Oriente fue instalándose en el subconsciente del europeo como un orbe sutilísimo, lujurioso , aunque muchas veces no obedeciera a la realidad.

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