ENTREVISTA
Fernando Aramburu: «Estamos al borde de la catástrofe y seguimos con la Guerra Civil y Cataluña»
Cinco años después de triunfar con ‘Patria’, el escritor regresa a la novela «sin ningún tipo de presión». Lo confiesa en un encuentro en las calles de Hannover, su ciudad, en la que vive entregado a la posibilidad de «hacer arte con la palabra»
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Iniciar sesiónA Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) cuesta arrancarle una sonrisa. La que decide esbozar la escoge con sumo cuidado, no la regala y nunca la finge. Pero, caminando por las calles de Hannover (Alemania), ciudad a la que se trasladó hace ya varias ... décadas porque su mujer es de aquí y donde han crecido sus dos hijas, que tienen la doble nacionalidad, española y alemana, se advierte en su rostro, en su mirada, un gesto casi perpetuo de algo parecido a la felicidad. En su voz no hay impostura, tan propia del postureo literario, y tampoco improvisación. Lo mismo que en su escritura.
El éxito que logró con ‘Patria’ (2016), convertido en un fenómeno social que trascendió los límites editoriales hasta entonces establecidos, no le ha cambiado. Quizá le haya servido, eso sí, para afrontar el devenir narrativo, tan parejo a la propia vida, con cierta tranquilidad, con más calma, sin prisas y seguro, siempre, de sí mismo.
En Hannover , igual que en cualquier localidad de España, le conocen, y le tratan como un vecino más, pero honorable. El presidente de Baja Sajonia , estado al que pertenece y del que es capital esta ciudad, su ciudad, le recibió en su residencia con café y pasteles. Aramburu es, además, uno de los nueve escritores a los que el Ayuntamiento de Hannover ha dedicado un puesto de lectura en plena calle en el que, aplicación mediante, se puede escuchar un fragmento de su libro ‘Los peces de la amargura’ (2006) en alemán, recitado por un actor germano, y en español, en la propia voz del autor español.
El día de nuestra cita, en el céntrico Café Kröpcke , uno de los favoritos del autor español, famoso por sus exquisitas tartas, la edición en alemán de ‘Patria’ es una de las recomendaciones de la semana en la librería Hugendubel , ubicada en la calle que parte de la Estación Central de Hannover y de la que Aramburu es cliente habitual. Al escritor español le agrada que se le identifique con esta ciudad alemana. Piensa que es una manera de devolverles la acogida que le han dispensado. Incluso se implicó, hace un tiempo, en la candidatura que Hannover presentó para ser Capital Europea de la Cultura en 2025 . «No lo consiguió, qué mala suerte…», recuerda Aramburu, riendo. Y aquí trabaja. Es decir, escribe.
Rutina diaria
Tras mudarse del centro a un barrio de la periferia a finales del año pasado, ahora tiene alquilado, cerca de su casa, un estudio al que acude todos los días «a hora temprana» –a las ocho ya está «al pie del cañón»– y donde pasa la jornada completa, hasta las seis de la tarde. Allí come, aunque no cocina, porque «el vapor y los olores me van directamente a los libros, y eso no es buena idea, pero sí tengo un microondas y me llevo la comida, que descongelo de víspera, porque la hago en casa». Mientras trabaja, Aramburu está siempre con su perra Luna al lado, que le acompaña, «calladita, pero yo noto esa presencia positiva a mi lado». Y así todos los días del año, sin tregua. «Un descanso no es algo agradable para mí. No escribir me lleva a una desazón, a una incomodidad, a un nerviosismo que no me apetece experimentar. Yo necesito tener el cerebro ocupado con un proyecto, jugando, dándome ideas, posibilidades. Es entonces cuando yo estoy a gusto conmigo mismo», se justifica, dejando traslucir cierta timidez en el tono de su voz, bien modulado.
Aunque, ahora, sabiendo la «descomunal campaña de promoción» que le espera con la publicación de ‘Los vencejos’ (Tusquets), su primera novela después de ‘Patria’ , Aramburu ha preferido «bajar el ritmo de producción». Un regreso a las librerías que afronta sin vértigo ni presión y con la serenidad de haber escrito, exactamente, lo que quería. «No necesito repetir el destino de ‘Patria’, no busco la misma repercusión, que sé que no va a ser igual. Podría haber intentado un ‘Patria 2’. Habría hecho caja probablemente, por inercia, pero no creo que hubiese ofrecido a los lectores nada valioso. Me considero muy ambicioso, pero mi ambición termina con el punto final del libro; todo lo que venga después, si es positivo, bienvenido sea, si es negativo, pues lo siento. Y no tengo quince años como para estar nervioso», argumenta, mientras da el primer sorbo al café.
De naturaleza inquieta, Aramburu observa todo cuanto acontece a su alrededor sin dejar de mirar a su interlocutora ni perder de vista a la cámara. «Mi compromiso es con la literatura. Sigo pensando que se puede hacer arte con la palabra. Y mi fin no es vender libros, sino hacer una obra lo más variada posible, si se tercia entrando en formas creativas minoritarias». De hecho, cuando tiene la sensación de que domina un formato, lo deja y busca nuevos desafíos.
Esa ambiciosa senda le ha llevado a narrar en ‘Los vencejos’ la peripecia de un hombre, Toni, que decide poner fin a su vida sin saber muy bien, ni muy mal, por qué. Para ello se da el razonable plazo de un año –el marco temporal de la novela va del verano de 2018 al de 2019–, y cada una de las noches de esos 365 días se dedica a escribir, en busca de alguna explicación a su desasosiego. En ese relato salen al encuentro del protagonista todos sus fantasmas personales y, también, los espectros de un país, el nuestro, retratado en pasado y en presente con una sinceridad que, seguramente, incomodará a los adalides de lo políticamente correcto. Aramburu es «plenamente consciente de ello», pero asegura que no le quita el sueño.
—Pero sabe que ahora tenemos la piel muy fina...
—Bueno, pues lo siento mucho, pero a mí me gusta provocar un poquito y meter el dedo en ciertas llagas sociales. No me preocupa en absoluto. No sería la primera vez que me meto en una gran polémica, incluso más agria, más politizada. Prefiero que alguien se enoje con mi libro a que se adormezca o lo lea con un gesto de asentimiento.
—Por la novela pasan, a través de los recuerdos del protagonista, acontecimientos relevantes de la historia reciente de España: la Guerra Civil, el franquismo, el 11-M, Cataluña… y hasta la primera tentativa de Pedro Sánchez de formar Gobierno. ¿Era una manera de hacer memoria y ver en qué nos hemos convertido?
—No, no creo que yo haya llegado tan lejos. Lo que pasa es que me pareció conveniente anclar la novela en la realidad.
—¿Por qué?
—Porque yo quiero que mis personajes lleven consigo un dibujo de nuestro país. Mis personajes están empapados de sociedad y de política. Y, como son de distintas sensibilidades, esto permite al escritor despacharse a gusto (ríe).
—Al ser testigo de una conversación sobre los disturbios en Cataluña, Toni se plantea: «¿Qué me importan a mí todas estas bagatelas de la política actual?». Y yo le pregunto a usted: ¿puede un escritor mantenerse al margen de esas bagatelas? ¿Debe hacerlo?
—Si debe hacerlo o no eso es algo que yo no puedo decidir, es una decisión personal. Un escritor lo que debe hacer es escribir buenos libros, y si llega a ellos desentendiéndose de la realidad, entonces tenemos que aceptarlo e incluso agradecérselo (ríe). No es mi caso, porque a mí sí me interesa. Para el tipo de literatura que yo escribo, es importante, por no decir fundamental, tener en cuenta los aspectos que vinculan a los personajes con el mundo social en el que se mueven. Como herramienta narrativa me interesa mucho la política.
En ‘Los vencejos’ está muy presente la educación. Toni, el protagonista, es profesor de filosofía en un instituto madrileño. Aramburu fue docente, durante veinticuatro años, de inmigrantes e hijos de estos en Alemania. Lo dejó en 2009, cuando decidió dedicarse en exclusiva a la literatura. Entonces no sabía, claro, que pocos años después triunfaría con ‘Patria’ y, al principio, lo pasó mal, como todo escritor que se precie, sobre todo los expatriados. Lo confiesa andando entre el gentío multicultural que a esas horas, media tarde, se mueve por el centro de Hannover.
«Tenemos la clase política que tenemos», reflexiona en relación a la educación, tan castigada en nuestro país. «Es una clase política que tiene enormes dificultades de llegar a consensos con los opositores. Es difícil que de ahí salga una ley educativa consensuada. De manera que, cuando cambia el Gobierno, cambia la educación. Eso es algo que yo aquí en Alemania no he conocido. Aquí, a la educación se le llama inversión de futuro, y no está dirigida a crear puestos de trabajo, que eso es algo que me irrita mucho», explica. Y se muestra contrario a la pretendida supresión de la «enseñanza memorística» en España: «Me parece una catástrofe, uno de los mayores errores educativos que se pueden hacer».
Sin desviarnos de la trama de la novela, en ella hacen cameos, aunque sea sólo mediante el nombre, algunos célebres literatos españoles, como Luis Mateo Díez o Francisco Umbral . De este último, el protagonista menciona su ‘odio abstracto’, sin motivo, y dice que a él le cuesta mucho odiar porque sí. ¿Cree Aramburu que los españoles odiamos mucho? «No más que otros. Quizá el español es un poco ruidoso a la hora de odiar, ¿no? Quizá eso es más sano que la forma de odiar de otras zonas del planeta. Pienso en el puritanismo de centroeuropa, zonas protestantes donde te miran, no te dicen nada, pero luego te la juegan». Aunque, tal vez, la pregunta estaba mal planteada, y acaso el problema sea que los españoles nos odiamos mucho... «Tampoco se puede meter a los españoles en un mismo saco, pero hay como un descontento general hacia el propio país. Pero lo aleccionador cuando uno vive en otro país es que se da cuenta de que en todas partes cuecen habas».
Eutanasia
Además del suicidio , la eutanasia está también presente en el hilo argumental del libro. En el tiempo real en el que transcurre la novela, aún no existe la ley que se aprobó en marzo pasado . Y de eso, precisamente, se queja el protagonista en un momento dado de la trama. El escritor, por su parte, celebra «que se haya aprobado, me parece que es un avance civilizatorio. Es sumamente horrible que uno tenga que sufrir hasta las últimas consecuencias por el hecho de que otros tengan una serie de creencias religiosas, etcétera».
Aunque ahora recorre gustoso su ciudad, Aramburu, como el protagonista de ‘Los vencejos’ , disfruta, ante todo, recorriendo la Cuesta de Moyano , en Madrid. Al final de su vida, Toni decide desprenderse, una tras otro, de todos los ejemplares de su preciada librería, en un gesto último de despedida.
—A usted... ¿de qué le han salvado los libros?
—Yo, que de niño no tenía biblioteca en casa, estoy muy agradecido a los libros, porque me sacaron del pozo social en el que me crié. Sin la intervención de los libros, entendidos como cultura, educación, habría terminado repitiendo el destino de mi padre y habría sido un honrado trabajador en una fábrica, opción vital que no me complacía, aspiraba a algo más. Si esto se une con la vocación literaria y uno, a fuerza de trabajo y perseverancia, es capaz de levantar una obra que suscite el interés de los demás, entonces sí puedo decir que los libros me han salvado de una vida menos interesante que la que he llevado, y menos rica.
—¿Y sigue intacta en usted la esperanza de entender?
—Yo tengo una filosofía de la vida según la cual la vida es todo lo que hay. Entonces, a mí me gustaría vivirla de una manera lo más provechosa y grata posible, y esto exige el conocimiento. El esfuerzo por conocer es para mí una actividad muy importante, e incluso placentera.
—Toni dice que, en cuanto oye «a un pelma» traer a colación la Guerra Civil, mira para otro lado. Con la cantidad de veces que nuestros políticos la mencionan... ¿deberían preocuparse un poco más del presente?
—Exacto, sí. Ninguno de ellos vivió el presente de la Guerra Civil y toman postura por un bando, por otro, a partir de testimonios ajenos. Esto, desde un punto de vista intelectual, es muy débil. No hay voluntad pedagógica de poner punto final en cuanto a la vigencia de esa catástrofe y estudiarla como se puede comentar, con datos, la Guerra de la Independencia , las guerras carlistas y otras cosas que quedaron en la historia y que no tienen una presencia en el mundo de ahora. Esa Guerra Civil está todavía supurando, pero además por vía vicaria, entre personas que no habían nacido entonces. Visto desde afuera, es un poco ridículo.
En nuestro paseo vespertino, nos detenemos ante una maqueta de la ciudad ubicada frente a la estación de trenes. Aramburu la observa con detenimiento y señala su antiguo barrio, las calles que solía recorrer a diario... Durante la Segunda Guerra Mundial , el noventa por ciento de Hannover fue arrasado. En los años posteriores, volvió a edificarse sobre las cenizas de una brutalidad imposible de olvidar. Sólo se mantuvo intacta, tal cual quedó, en ruinas, la iglesia de San Gil, Aegidienkirche , en alemán. «Se conserva con el nombre de ‘Monumento de advertencia’ para que los ciudadanos sepan las consecuencias del totalitarismo ». Y, pese a todo, es posible que los alemanes tengan mejor relación con su pasado que los españoles. «Sí, les ha costado décadas, pero en la actualidad ese periodo negro de la historia está visto de una manera pedagógica, rechazado totalmente. El nazismo está prohibido, los símbolos nazis también, lo único que todavía queda un poco supurante y doloroso es el antisemitismo».
Temas fundamentales
En esa evolución, los intelectuales han tenido un papel clave, muy activo, nunca han mirado hacia otro lado. «La intelectualidad alemana, a partir de los años sesenta, fue muy crítica con la generación que participó o fue coetánea del nazismo . Alemania ha pedido perdón, acepta las fronteras que le impusieron, la pérdida de territorios, tiene una relación ahora mismo bastante cordial con todos sus vecinos por primera vez en la historia. Es un país europeísta al cien por cien», aclara el escritor, zanjando el tema.
Como cierre, queda comentar el título de la novela, ‘Los vencejos’ . Alude a la estima que su protagonista siente hacia estas aves. Una adoración que Aramburu también profesa. «Tengo un apego sentimental, tierno, muy grande con los animales. También con las plantas, y me duele mucho cuando no se les trata bien, cuando se les priva de su territorio». De ahí que el escritor tenga «un apego grande a este partido de los verdes en Alemania», del cual, «desgraciadamente», no ve equivalente en España. «La ecología me parece uno de los grandes temas. Estamos al borde de la catástrofe. Se están deshelando los polos y nosotros seguimos con la Guerra Civil y con Cataluña y con cositas así, cuando estamos al borde del abismo. Y la pandemia probablemente no sea más que un primer aviso del planeta», remata, antes de despedirse.
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