LIBROS
Las eyaculaciones de Knausgård
Las memorias del noruego Karl Ove Knausgård han roto todas las barreras y expectativas. Seis tomos en los que ha contado todo a todos. Al detalle. «Bailando en la oscuridad» es la cuarta entrega de la serie titulada «Mi lucha»
Se ha escrito mucho sobre él. Quizás demasiado. Sus comparaciones con Musil o Proust alertaron hace años a los guardianes del panteón clásico y elogios como los de Jeffrey Eugenides -« ha roto la barrera del sonido de la novela autobiográfica »- hicieron que ... el mundo literario fijara la vista en él: Karl Ove Knausgård. Cuatro años después de que se publicara en nuestro país el primero de los seis tomos que integran su titánico proyecto «Mi lucha », seguimos ahí, tratando de responder a esa pregunta que nos observa desde la faja de la edición española de «Bailando en la oscuridad», su cuarta entrega: «¿Por qué leer una novela noruega de 3.600 páginas sobre un hombre que escribe una novela de 3.600 páginas en seis volúmenes?».
Esta pregunta-trabalenguas no tiene una única respuesta, prueba de ello son los cientos de estudios y artículos que han aparecido sobre el autor noruego nacido en Oslo en 1968. Detractores, escépticos, admiradores y «groupies» demuestran que lo único que no despierta es indiferencia. Pero hay que recordar que este fenómeno literario pasó en un inicio, con la publicación del volumen que inauguró la saga, «La muerte del padre», sin pena ni gloria aquí. Sin embargo, con el segundo, «Un hombre enamorado», Knausgård, al que empezamos a asociar con esa expresión torturada que aparecía en primer plano en la portada, se convirtió en éxito de crítica y ventas.
Novias y cama
La memoria no atiende a ninguna cronología, como tampoco ninguno de los seis tomos que integran «Mi lucha». En el ecuador de su proyecto, que llegó con « La isla de la infancia », el autor volvía a sus días de soledad siendo niño en la isla de Tramoya. Con la aparición de «Bailando en la oscuridad», Knausgård revisita su adolescencia y juventud, los años de instituto y su primer trabajo. Con dieciocho años deja la ciudad sureña de Kristiansand para marcharse al norte del país, a Håfjord, ubicado dentro del círculo polar ártico, donde trabajará ese curso como maestro. En el libro tiene lugar un «flashback» de más de 200 páginas en el que nos relata también los dos años anteriores, el verano de sus dieciséis, ese momento en el que solo anhelaba tres cosas: «La primera era tener novia. La segunda era poder acostarme con alguien. La tercera era emborracharme». Estos, junto con la difícil relación que mantiene con su padre , son los elementos en torno a los que gira su cuarta entrega, estas páginas de tránsito en las que somos testigos de la génesis del escritor y hombre en el que más tarde se convertiría. Se ha dicho que este es el libro «más bullicioso y eléctrico» que ha escrito, como si en él fuéramos a encontrar a un chico que se lo pasa bien, rodeado de luz y facilidades. Nada de eso. Knåusgard habita en un lugar sombrío : el de las estaciones de paso. Son años de ir a tientas, de atravesar esa oscuridad que ya menciona el título: borracheras sin fin, impulsos violentos autodestructivos, escenas de sexo adolescente que terminan en estrepitosos fracasos y la determinación de convertirse en escritor sin saber lo que esa elección conlleva.
Cortina de ducha
En un momento epifánico -aunque aparentemente banal- de «Bailando en la oscuridad», el autor trae a colación una entrevista por televisión en la que se pide a un viejo actor de cine que comparta alguna experiencia de vida con los telespectadores. Cuenta: «Era sobre la cortina de la ducha. Había que asegurarse de que estaba por dentro de la bañera y no por fuera. De lo contrario, el suelo se llenaría de agua». Tiene gracia la anécdota. Eso es justo lo contrario de lo que hace Knausgård, que escribe sin echar la cortina, dejando que el agua inunde el resto de la casa. Sin temor a las inundaciones.
Los años de esta entrega son de ir a tientas: borracheras, impulsos violentos autodestructivos...
En ocasiones, la narración de «Mi lucha» oscila entre el aburrimiento y la profundidad. Ante la pregunta de ¿por qué seguir leyendo a un tipo que da detalles incluso de la cantidad de cucharadas de azúcar que le pone en el café?, Knausgård parece decir que su vida banal , que incluye borracheras adolescentes, silencios con el padre, fracasos con las chicas y biberones, también es susceptible de ser materia literaria . A esa ambición insensata de totalidad novelística Barthes la llama la novela suma. Esas ansias abarcan incluso los pormenores destinados a perderse, todo aquello que la literatura desecha por contingente o inútil.
¿Masculinidad?
Uno de los temas sobre los que pivota «Mi lucha» es la masculinidad y la definición de lo masculino, un problema que se sigue muy de cerca en «Bailando en la oscuridad» con un Knausgård adolescente obsesionado con sus eyaculaciones precoces . Pero la pregunta de fondo, que se mantiene a lo largo de sus otros tomos también, es la de qué es un hombre y si él lo es. Sus inseguridades, sus humillaciones en ese papel de padre que cambia los pañales a sus hijos, hace las tareas del hogar o que no sabe si será capaz de acostarse o no con una mujer, nos lo acercan: un hombre de carne y hueso que logra transmitirnos cotidianidad en todas sus vertientes, algo que hasta ahora estábamos más acostumbrados a ver en mujeres. Planteémonos por un momento si la recepción de «Mi lucha» hubiera sido la misma si la hubiera escrito una mujer.
Podemos decir muchas cosas de Knåusgard, pero la conclusión es que después de 3.600 páginas que pretenden contar la realidad sobre su vida, no lo conocemos. Lo que nos hechiza no es su obsesión con la verdad o con la masculinidad . Tampoco su infinita capacidad para convertir la historia más banal en algo interesante. Lo que lo convierte en el gran escritor que es está relacionado justamente con saber dejar la cortina por fuera de la ducha para que el agua nos llegue también a nosotros.
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