LIBROS
Extraños en un tren en el corazón de Europa
El alemán Michael Krüger retrata las contradicciones del Viejo Continente: tierra de asilo y enferma de xenofobia
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Iniciar sesiónEl encuentro con el misterio del Otro , ese desconocido que a veces balbucea nuestra lengua y del que apenas se sabe nada, es el telón de fondo de Pasajeros , la excelente novela del escritor alemán Michael Krüger (Wittgendorf, 1943). Una ... obra, como es tr adicional en este autor, irónica, crítica, de agudos y afilados sarcasmos, que gira en torno a nuestro frenético, clónico, autorreferencial, y muchas veces deshumanizado, mundo contemporáneo.
Conocido y magnífico poeta y narrador, reputado editor durante décadas en Alemania, Krüger es siempre brillante, sutil y poco rutinario en sus fulminantes observaciones y reflexiones. Reflexiones, a través del discurso y monólogo interior en el caso de Pasajeros de un personaje sin nombre, que en sus ficciones ofrece un insustituible y apasionante retrato de nuestra cultura contemporánea y nuestra forma de vida, diseccionada de forma inclemente. Entre melancólica y paródicamente , Krüger expone al desnudo, y frente al absurdo más descarnado, las muchas contradicciones que recorren nuestra existencia.
Krüger expone al desnudo y disecciona nuestra forma de vida de manera inclemente
Existe todo un mundo en movimiento continuo, un universo previsible donde el «asombro es raro», en el que se alternan viajes y breves escapadas last-minute a Estambul o a Mallorca, o bien trayectos breves en tren, por motivos de trabajo, llevando consigo un libro de aforismos de Lichtenberg para airear algo el intelecto, mientras se prepara -como es el caso del protagonista de Pasajeros - alguna ponencia sobre «cómo fortalecer las fortalezas y debilitar las debilidades», fórmula tan simple como mágica con la que se ha hecho famoso el narrador sin nombre de esta historia. Un «profesional carismático», un gurú especializado en «la motivación para empleados de medianas empresas
Ser desvalido
En uno de sus frecuentes viajes, este coach , o como él mismo se define, «transeúnte», de inclinaciones literarias, que ayuda a luchar contra el fracaso y que aún así se queja de que colegas suyos «que habían escrito libros de gestión empresarial aún peor que los suyos», poseían una casa en Marrakech o «un cuartel de invierno» en Namibia, algo que él no ha conseguido. Libre y sin cargas familiares o emocionales, un día se tropieza con un ser desvalido del que hacerse cargo. En el tren, hacia Gotinga, una chica, casi una niña aún, que viaja sin compañía. Alguien que no tardará en ser catalogada, genéricamente, como «balcánica», se queda dormida, apoyada en él. Se llama Jara y no deja de dibujar. El experto en gestionar emociones decide protegerla, sobre todo alarmado por ese «primer mundo», el suyo, Alemania, al que este ser inocente, de pasado desconocido e impenetrable, acaba de aterrizar, como caído del cielo.
El encuentro con los otros de la joven Jara no puede ser más catastrófica. En el tren, una señora, histérica defensora de la «identidad alemana», lanza todo tipo de improperios contra la emigrante. «¡Identidad alemana! ¿Cuántos mensajes envenenados como esos puede digerir una persona educada en este país?», se dirá el narrador. No será la primera vez que tome la decisión de «encargarse de la custodia» de otros seres en ese mundo egoísta. El narrador lo ha hecho hasta ahora con el hijo de la vecina, Benjamin, y lo hará ahora con Jara. Quizá esa generación -se dice- la de Benjamin y Jara, armados «del idioma inglés y de Internet», serán capaces de levantar otro fundamento «aparte de la religión y la nación».
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