«Escucha, Cataluña. Escucha, España», la cuestión catalana

Porque, de entrada, los cuatro tienen claro que el problema de Cataluña no sólo es problema catalán, es también el problema de España. La cualificación de los autores para hablar de lo que hablan es óptima. Josep Piqué y Josep Borrell son figuras de la política catalana y española invocados en la memoria colectiva nostálgicamente como testimonios de la España que pudo ser y no fue en sus dos opciones políticas (PP y PSOE). Francesc de Carreras es un reconocido constitucionalista, uno de los promotores del nacimiento de Ciudadanos y hoy uno de los articulistas políticos más leídos. Juan-José López-Burniol es un notario jubilado, hoy vicepresidente de la Fundación de la Caixa y una de las plumas con mayor influencia en la opinión catalana. Coinciden todos en las claves históricas del problema .

Unos sitúan las raíces en el tiempo más largo (Carreras), otros en el tiempo corto (Piqué), pero todos consideran necesario echar la vista atrás para entender el presente. Borrell es el crítico más directo y beligerante de las mentiras y falsedades publicitadas desde la Generalitat, especialmente en lo que se refiere a los supuestos agravios económicos (las célebres balanzas fiscales) sufridos por Cataluña respecto a España, denunciando los usos que en los medios se ha hecho de las tales mentiras. Piqué, melancólicamente, se duele mucho del comportamiento desleal de líderes como Artur Mas , al que califica de converso y fracasado.

Carreras incide en el pujolismo, como principal responsable de lo que está ocurriendo. Curiosa y paradójicamente, sorprende el éxito de su proyecto de construcción nacional en un momento en el que la figura de Jordi Pujol está política y moralmente hundida. Se pone en evidencia que las mentalidades y las emociones convenientemente instrumentalizadas desbordan los paradigmas de la racionalidad y de la ética. López-Burniol es de todos ellos el que se manifiesta más sensible a las reivindicaciones nacionalistas catalanas. Sitúa la responsabilidad en los dos protagonistas del conflicto: el inmovilismo del Estado y la deslealtad catalana. Postula una negociación con puntos concretos: la singularidad de Cataluña como nación, la fijación de unos topes la aportación de los fondos de solidaridad y acaba proponiendo para el futuro una consulta con garantías y legitimada jurídicamente. Respecto al futuro, las posiciones son prudentes y ninguno juega al profetismo. El más pesimista parece Josep Piqué, pero en todos se refleja el optimismo de la voluntad como antídoto al pesimismo que emana de la inteligencia. Ninguno parece depositar excesiva confianza en la pócima mágica de la reforma constitucional.