Las epifanías del delirio en América Latina

El reto era monumental. Seiscientas páginas para enfrentarse a dibujar el mapa de tantos laberintos ideológicos, estéticos, políticos, sociales, personales se antoja un desafío. Carlos Granés no sólo sale ileso del reto, sino que logra que su libro, desde el instante de su publicación, se convierta en un ensayo histórico imprescindible para entender qué ocurrió entre la muerte de Martí, epifenómeno de esa búsqueda de una identidad latinoamericana, y la muerte de Fidel Castro. Sí, aunque resulte paradójico, todo comienza en Cuba y es probable que todo acabe en Cuba. Otra América.

Del cosmopolitismo que las vanguardias artísticas europeas (1909-1922) llevan al otro lado del Atlántico al resurgir de un indigenismo y un nacionalismo en busca de mitos y leyendas: «La mezcla de poesía y revolución dejaba un cadáver célebre y forjaba un nuevo mito latinoamericano, presagio de lo que ocurriría en el futuro, cuando los ideales, las musas y las ideologías estallaran en el alma de los jóvenes latinoamericanos». Del delirio de la identidad (1930-1960) en donde surge una cultura, extraordinaria, diversa, condenadamente creativa, plural, polémica y provocativa puesta al servicio de la nación (o de lo que se cree entender por nación en el ajedrez geográfico) al delirio de la soberbia (1960-2022). Todos, poetas, visionarios utopistas, altruistas, desmesurados, desbordados insisten en liberar una y otra vez, señala Granes. Pero ¿liberar qué? ¿la tierra? ¿la cultura? ¿las gentes? Puede, sin embargo, tras la lectura de este libro en su ambición único, en su resultado extraordinario, al lector le venga la respuesta: ¿Liberarse? Sí, de sí mismos. He ahí uno de los aspectos sobresalientes.

Darío, Rodó, Vargas Vila, Dr. Alt, Vasconcelos, Arciniegas, Huidobro, Borges , Rivera, Orozco, Siqueiros, Maples Arce, Reyes, Xul Solar, Cardoza y Aragón, de Andrade, Mariátegui, Vallejo, Neruda, Sandino, Perón, Vargas, Gaitán, Moro, Paz, Árbenz, Che Guevara, Aramburu, Trujillo, García Márquez , Veloso, Vargas Llosa , la nómina se extiende pero no es infinita, ni siquiera exhaustiva, es precisa, hasta el Ortega de Nicaragua, el Maduro de Venezuela, los delirios indigenistas de los dirigentes de Bolivia, Perú, Ecuador, el populismo -brillante esas páginas en las que Granés advierte y señala como Latinoamérica ha exportado a Europa, la venganza es terrible, al indigenismo y al populismo- de un lado y de otro, personificado, quizá, en su mayor y más contundente ejemplo, en Juan Domingo Perón y ese momento para la historia del delirio americano en que al regreso de Perón (al que gritaban, culmen del populismo: «ladrón o no ladrón queremos a Perón») de su exilio español (y franquista) a Buenos Aires, en el aeropuerto de Eceiza se montó una trifulca sangrienta entre peronistas de extrema derecha y peronistas de extrema izquierda, como es propio, a tiro limpio, por hacerse con el caudillo.

He ahí la metáfora. Cada momento, de este libro, es descrito, analizado, interpretado por Granés con una prosa ensayística que conjuga la claridad anglosajona con la ironía y el desparpajo americano . La primera revolución del siglo XX (la mexicana), la irrupción de las vanguardias, la reforma universitaria (Vasconcelos al norte, Ingenieros al sur), los enfrentamientos entre nacionalistas y cosmopolitas (de manera especial en México y Argentina, también Perú), la magnitud literaria de alguien como Vicente Huidobro , la sospechosa amistad entre vanguardia artística y totalitarismo político (como ya se había conocido en la URSS, Italia, más tarde en Francia), el surgimiento del muralismo mexicano y la invención de la Historia en la pared y, es cierto también que «sin el americanismo, la orgía creativa de los años veinte no habría sido más que el débil eco de los alaridos de la vanguardia europea».

Nadie dude de que la explosión del «boom» latinoamericano de los años sesenta tiene una deuda muy pendiente con la eclosión de esa vanguardia latinoamericana y de autores como Asturias, Carpentier, Rulfo, o del Neruda de 'Residencia en la tierra' o el Vallejo de 'Trilce'. Epifanías, sí, como el ajuste de cuentas de Paz, al escribir ‘El laberinto de la soledad’, con la supuesta identidad nacional, objeto de tantos delirios americanos. El libro permite una lectura tan amplia, tan enriquecedora, que se detiene con agudeza en el reguero de una siniestra y dramática orgía de dictaduras y de grupos que quisieron ser románticas guerrillas y derivaron en terror.

Lo escalofriante es que esta desasosegadora paradoja la exportaron, con éxito creciente, no sólo a Europa sino al centro mismo de los Estados Unidos. Libro, sí, imprescindible. Único.