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LOS LIBROS DE MI VIDA

Djuna Barnes, malditos bailando un vals en la oscuridad

La escritora norteamericana dibujó en «El bosque de la noche» el drama de unos personajes que sólo pueden acceder a lo sublime a través de la degradación

Djuna Barnes nació en 1892 y murió en 1982
Pedro García Cuartango

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El poeta T.S. Eliot calificó a Djuna Barnes como «el genio más grande» de su época. Puede que la escritora de Nueva York no fuera el genio más grande de un tiempo en el que coexistió con Thomas Mann, James Joyce y Ezra Pound pero sí que se puede asegurar que escribió una de las mejores novelas del siglo XX, una obra maestra de radical modernidad que sigue manteniendo su carácter de provocación al lector.

Tras superar las dificultades para encontrar editor y suprimir algunos fragmentos del texto original, «El bosque de la noche» fue publicada en 1936 en Londres con una acogida entusiasta por parte de la crítica. «The Spectator» comparó a Barnes con Virginia Woolf y Graham Greene resaltó su «asombrosa capacidad expresiva». Dylan Thomas llegó a afirmar que la novela era «uno de los tres grandes títulos que jamás haya escrito una mujer».

«El bosque de la noche» no sólo no es un libro de fácil lectura por la estructura alambicada de su prosa sino que además resultan ininteligibles muchas de sus páginas, escritas con una técnica de libre asociación de ideas que evoca en algunos momentos al «Ulises» de Joyce, del que era amiga. Por ello, la novela de Djuna Barnes es sencillamente inclasificable.

Mujer en un cuerpo de hombre

En el ambiente bohemio y decadente del París de los años 20 , tres personas se disputan el amor de la ambigua joven Robin Vote, atraída por los abismos de la noche y empujada por su carácter autodestructivo a la degradación. Está dominada por una pulsión masoquista que la lleva a buscar el sufrimiento en todas sus relaciones.

Robin es el objeto de deseo del falso barón judío vienés Félix Volkbein, que se casa con ella y con la que tiene un hijo, que presenta rasgos de subnormalidad. Pronto le abandona para irse a vivir con Nora Flood, una mujer que se enamora de ella y con la que comparte un corto periodo de felicidad. Pero Robin deja a Nora tras ser seducida por Jenny Petherbridge, una excéntrica y repulsiva viuda millonaria que la lleva a Nueva York, donde vuelve a sus sórdidas costumbres.

Los cuatro personajes son descritos a través de los ojos del doctor irlandés Matthew O’Connor, otro extravagante personaje que sobrevive en una solitaria y mísera habitación donde se convierte en un travesti por las noches, ya que, según confiesa, tiene una mentalidad de mujer en un cuerpo de hombre. O’Connor es un ser locuaz y de extraordinaria empatía , que acierta a verbalizar los sentimientos que sus amigos son incapaces de expresar.

Carácter autobiográfico

«El bosque de la noche» no es una novela de acción porque no sucede nada a lo largo de sus 200 páginas. Como T. S. Eliot señala en el prólogo del libro, el texto es una descripción de una serie de personajes que interactúan entre sí , condenados a una danza a ciegas en la oscuridad de los deseos.

«El amor sentido con pasión es la muerte. Lo sé. Pero también es sabiduría. Lo vivo como una condena», dice Nora cuando comprende que jamás va a recuperar a Robin, que sufre como un pájaro enjaulado tras enamorarse de su amiga, a la que había conocido una tarde en el circo.

Algunos críticos han señalado el carácter autobiográfico de la relación entre Nora y Robin, que sería una traslación de la pasión de Djuna Barnes por la escultora Thelma Wood, con la que mantuvo una relación estable de 1921 a 1929. Wood era una lesbiana muy promiscua, lo que hacía sufrir mucho a la escritora. No es casualidad que el título original de la novela sea «Nightwood», lo que encierra probablemente una alusión al apellido de su amante .

El amor: salvación y destrucción

«Ella buscaba continuamente la oscuridad, no podía dejar su vida nocturna y depravada y yo se lo impedía», exclama Nora al final de «El bosque de la noche», una reflexión que evoca la impotencia que sentía la autora en su relación con Thelma.

Hay quien ha visto en la novela de Barnes la descripción de los aspectos más sórdidos de la personalidad humana, una especie de visión hobbesiana del individuo, pero eso sería quedarse en lo superficial porque, como subraya Nora, el amor engendra la destrucción pero también la salvación. Es en el pozo del abismo y la degradación cuando puede aflorar lo sublime.

Leer «El bosque de la noche» supone el elevado riesgo de sufrir una gran decepción pero también existe la posibilidad de quedar atrapado por esta obra única y original , este «roman à clef» que hipnotiza por la magia de su extraña y delirante prosa.

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