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«Muerte en primera clase»: el mundo satírico de J.M. Guelbenzu
Para la construcción «Muerte en primera clase» (Destino) José María Guelbenzu parte del modelo clásico del género, y después lleva su novela más allá de la intriga policiaca
Carmen Montesquinza, una millonaria de las de antes, con clase, hace el clásico crucero turístico por el Nilo, acompañada de su peculiar familia, su abogado y asesores financieros. Unos clientes también han invitado al viaje a Julia, la arquitecta amiga de la juez Mariana de Marco, quien pide a esta que la acompañe y que ya había aparecido en otras novelas de la serie policiaca en la que J. M. Guelbenzu está ofreciendo crecientes muestras de ser un excelente dominador del género. Obviamente, ambas mujeres se encuentran allí con muertes que hacen que lo que iba a ser un disfrute turístico acabe siendo un peligro para la propia Mariana de Marco, por meter las narices fuera de su jurisdicción.
La novela de Guelbenzu no disimula que parte de un modelo clásico
Lo bueno que tiene el género de la investigación criminal es que su desafío está en superar bien lo único que se le exige: que las convenciones que lo rigen sean eso, convenciones conocidas. Es decir, que se comporte como un buen relato de intriga con muerte, con varios sospechosos y resolución final de la incógnita . Incluso al citar Guelbenzu en la propia novela la titulada Muerte en el Nilo , de Agatha Christie , no disimula que la suya parte de un modelo clásico y tiene el reto mayor en ser como tiene que ser. Nada más. Y nada menos.
De Luxor a Asuán
Se añade a todo esto el hecho de que el lector espera que Mariana de Marco, el personaje protagonista de la serie, continúe siendo ella misma, como no habríamos permitido a su modelo que Hércules Poirot fuese otro. De todos modos, la gracia, y otro desafío, está en los detalles de cada ejecución, porque conviene que la repetición genérica no sea un esquema meramente consabido.
Un barco-hotel flotante ofrece unas condiciones inmejorables para la intriga
Hay que añadir algo que haga a cada novela distinta. Dos detalles de variación hacen que Muerte en primera clase hubiera podido ser la mejor de la serie. Diré luego por qué me parece que no alcanza a serlo.
El primer detalle está en el escenario: cualquiera que haya realizado ese viaje sabe que un barco-hotel flotante que cubra el trayecto entre Luxor y Asuán ofrece condiciones inmejorables para que funcione una intriga policiaca – un espacio cerrado en el que se mueven unos cuantos personajes que no tienen otro remedio que convivir juntos unos días – y fija unos límites espaciales que convierten el enigma en algo mucho más sofisticado. Los sospechosos únicamente pueden ser unos pocos, pero todos a un tiempo.
Un habitáculo reducido
La ciudad de G (ese imaginario trasunto de Gijón al que Guelbenzu nos ha trasladado en otras ocasiones) se encierra ahora en un habitáculo reducido, como le gustaba hacer a Agatha Christie. El otro detalle de variación tiene que ver con las relaciones humanas: en primer lugar, Mariana de Marco le está creciendo tanto a su autor que se va comiendo la serie, hasta llegar a convertirse las suyas casi en novelas de personaje, dado el interés que despiertan su figura humana, su necesidad de afecto, y las motivaciones de la percepción de la línea del tiempo en su figura física y en su ánimo . Pero también se ofrece la psicología social de una clase, la de los financieros y especuladores, un mundo que Guelbenzu deja en lugar propicio a la sátira.
Mariana de Marco le está creciendo tanto a su autor que se come la serie
Lo que convierte esta novela en memorable son las relaciones entre las mujeres. Es su gran tema, el amor femenino en sus diferentes aspectos : no falta el lesbianismo, pero interesa más otro lado, desarrollado tanto en los matices y conversaciones de Julia y Mariana como, en general, en la manera en que puede darse una relación afectiva llena de plenitud sin sexo, y de una complicidad que hace que la novela vaya mucho más lejos que la intriga policiaca. Eso la hacía la mejor, y considero que lo habría sido si no fuera porque la resolución final del enigma de las muertes no termina de justificar las motivaciones del asesino para actuar de la forma en que lo hace, cuando ya está todo a punto de salvarse, en vísperas de que la trama acabe.
¿Qué necesidad tenía de actuar así tanto en lo que intenta como en lo que resuelve no hacer? Es la pregunta que este lector se ha hecho, tras haber admirado otra vez la singular maestría.
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