LIBROS

Nueva edición del clásico de Flaubert «Madame Bovary»

«La señora Bovary», novela de novelas, vuelve a las librerías de la mano de Alba Editorial, en una hermosa edición magníficamente traducida por María Teresa Gallego Urrutia

Nueva edición del clásico de Flaubert «Madame Bovary»

andrés ibáñez

He aquí la Revelación. He aquí el Pequeño Vehículo y el Gran Vehículo. He aquí la Lapis Philosophorum. He aquí la Tabla de Esmeralda, la Piedra Rosetta, las Tablas de la Ley. He aquí la literatura. He aquí la novela . He aquí, en ... fin, Madame Bovary, que en esta última encarnación española se llama, que Dios me perdone, La señora Bovary .

Las grandes obras maestras de todos los tiempos suelen ser gigantescas y, en ocasiones, algo plúmbeas. No así esta Señora Bovary, que es, como el personaje que le da vida, ligera, joven, nerviosa, vital, apasionada. Si no la ha leído todavía, esa lacra que lleva años ocultando celosamente a familiares, amigos y compañeros de trabajo, esa vergüenza que le corroe y que ningún verano consigue remediar, este es su momento . Diga simplemente que la compra porque la edición es preciosa y porque ha leído en ABC que la nueva traducción es, sencillamente, excelente.

Línea de referencia

Hace muchos años que admiramos la majestuosa colección de clásicos de Alba Editorial, una empresa que en un principio pudo parecer casi utópica y que, bajo la sabia dirección del novelista Luis Magrinyà , se ha establecido como una línea de referencia en la moderna edición española, no solo por la calidad física y visual de los volúmenes (grandes, cosidos, de tapa dura, con papel color crema de primera calidad, con preciosas portadas y lomos dorados que evocan lujo y gloria ), sino también, y sobre todo, por la inteligente selección, que en sus varias colecciones alterna esos títulos inevitables que uno siente que debería tener a toda costa en su biblioteca (los relatos completos de Pushkin, los de Katherine Mansfield) con sorpresas del tipo Cómo vive la otra mitad o los Cuentos del Antiguo Egipto, de Roger Lancelyn Green .

Peratoner dio a su versión un título espantoso pero comercial: «¡Adúltera!»

«Madame Bovary» ha sido traducida muchas veces al español. La primera, a fines del siglo XIX, en la pluma de Amancio Peratoner (seudónimo de Gerardo Blanco, clarinetista, médico y autor de numerosos tratados de higiene sobre la prostitución y las enfermedades venéreas), que dio a su versión un título espantoso pero quizá comercial: ¡Adúltera! Entre las versiones siguientes podemos citar la de Pedro Vances (Espasa Calpe), la de José Pablo Rivas (Calleja), la de Juan Rius (Plaza & Janés), la justamente famosa de Consuelo Bergés (Alianza Editorial), la de Julio C. Acerete (Bruguera), la de Carmen Martín Gaite (publicada ahora por Tusquets) y la de Juan Bravo Castillo, que viene a sustituir la anterior traducción de Espasa Calpe. No podemos, por tanto, clamar que era rabiosamente necesario hacer una nueva traducción, aunque lo cierto es que la versión de María Teresa Gallego Urrutia es admirable .

La mejor amiga

La traductora, poseedora de una larga trayectoria jalonada de premios y reconocimientos, tiene (algo que debería ser obvio en un traductor) una enorme sensibilidad para las palabras y un amor indudable por esos términos precisos que dan al texto flaubertiano un carácter y un sabor que muchas veces uno busca en vano en las traducciones apresuradas y llenas de lenguaje anacrónico que tanto se prodigan hoy en día.

El ritmo como en oleadas de la prosa de Flaubert está excelentementeresuelto

No teme ser decididamente «artística» cuando hay que serlo, ni utilizar en el momento adecuado una palabra algo dura o prosaica . Es, en suma, la mejor amiga del autor, porque entiende lo que el autor busca y porque se pone a buscarlo ella también.

Ese ritmo como en oleadas de la prosa de Flaubert, la perfección plurimembre de las frases y la forma en que estas se colocan en los párrafos, a veces retorciéndose sobre sí mismas como para recoger todos los matices de un instante del tiempo, a veces saltando en vuelo libre a los territorios de la imaginación o del recuerdo, están magníficamente resueltos. Lean, por ejemplo, el maravilloso capítulo VI, que describe la formación, las lecturas, las fantasías de la joven Emma . Si hemos de leer a Flaubert traducido, que sea traducido de este modo.

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