PASOS PERDIDOS
De cuando Juan Ramón se cansó de su nombre
Desafiando la pandemia, sale a la luz «Poemas impersonales» (Vandalia). Escritos entre 1905 y 1912, en el considerado periodo más fecundo de JRJ
Juan Ramón imparte una lección magistral en la Universidad de Puerto Rico
Concienzudo, casi obsesivo. Hasta el punto de echar atrás una edición por una errata. Con sus obras y con las de los demás, como tuvo ocasión de demostrar en su trabajo como editor. Empeñado en mantener hasta el final la coherencia estilística y literaria, ... Juan Ramón Jiménez cerró más o menos conforme su obra poética con el volumen Leyenda (1896-1956), que se publicó de manera póstuma por Visor en 1978. Pero fue incapaz de colocar debidamente en el conjunto una buena serie de libros y poemas, que dejó sin publicar. En el camino de los pasos perdidos de su poesía inédita, o publicada de manera parcial , la editorial Linteo ha ido dando a la luz, desde el año 2006, una reveladora serie de libros que muestran a ese otro Juan Ramón que no fue el de su versión oficial. Libros completos que el poeta no pudo o no supo o no quiso entregar a la imprenta por considerarlos, de algún modo, ajenos a la corriente general de sus diferentes etapas creativas. O por pensar que no estaban acabados. En esa lista están Ellos , Libros de amor , La frente pensativa , Arte menor , El silencio de oro o, en edición conjunta, Espacio y Tiempo .
Hace unos años, en 2017, la colección Vandalia , de la Fundación José Manuel Lara , publicó otro más, Historias , con 27 poemas nuevos, encontrados en la Sala Zenobia -Juan Ramón Jiménez de la Universidad de Puerto Rico. Y ahora, desafiando la pandemia, sale a la luz el último, Poemas impersonales , en una cuidada edición que añade nuevos perfiles a este trabajo interminable de arqueología poética. Aunque no terminó de elegir el orden definitivo hasta 1923, ni de añadir nuevos poemas hasta 1954, Juan Ramón escribió este libro fundamentalmente entre 1905 y 1912, en el considerado como el período más fecundo de su vida. Después de haberse convertido en el primer modernista de Madrid , los problemas económicos de su familia le obligaron a regresar a Moguer , donde permaneció siete años. Y de donde volvió a la capital de España con una cosecha abundantísima, buena parte de la cual fue a parar a sus Poesías escojidas y a su famosa y ampliamente difundida Segunda antolojía poética .
¿Qué textos reunió en aquel momento bajo el título de Poemas impersonales el más personalista de todos los poetas de su tiempo? Merece la pena averiguarlo. Se trata de una contundente serie de poemas (nada menos que 119, varios de ellos consignados a modo de «borrador») en los que Juan Ramón acalla su voz propia, por un momento, para indagar en el estilo, en la métrica y hasta en la estética de otras voces diferentes . De manera que nos permite saber no sólo qué escribió, sino también cuáles fueron sus lecturas de entonces. Algo que la responsable de la edición de este libro, Soledad González-Ródenas , que tituló su tesis doctoral Juan Ramón Jiménez a través de su biblioteca , conoce muy bien.
Un «alarde impersonal», como escribe el poeta en una de sus notas, en el que su yo se funde y se confunde con el yo de los otros. Un universo extraño poblado de «versos de gran variedad de metros y gran riqueza de léxico y rima». Tal vez un modo de «hacer mano». O una manera de empezar a dejar de lado esos «suspiros peripatéticos» de los que está saturado, para adelantar el camino hacia una poesía más «desnuda» . Una vía intermedia entre sus libros anteriores y los que vendrán enseguida: Estío y , sobre todo, Diario de un poeta recién casado . Una pequeña joya, en cualquier caso, para lectores avisados de la obra de Juan Ramón.
El libro que entonces quedó desheredado, se completa ahora con una reveladora serie de fotografías y documentos , que nos hablan de cómo era aquel JRJ. Por ejemplo cuando anuncia, en un folleto de la editorial Calleja de 1917, sus futuros proyectos editoriales. O cuando traza un sugerente autorretrato en el que pinta un gran signo de interrogación junto a su cabeza, al lado de una lista de obras preparadas para ir a imprenta: 18 en verso, 21 en prosa y seis más en verso y prosa. ¿Cómo decidir? Juan Ramón estaba cambiando. Tanto que llegó a hablar de sí mismo, en sus notas, como de un poeta «cansado de su nombre». Y a buscarse heterónimos: Jaime Luis Piquet, Elías Gonzalo de Roxas, Anselmo José Maltrana… Siempre para mostrar «lo menos mío que es posible», que nunca llegó a ser todo . Y cuando lo fue, el poeta trató entonces de enredar al lector y retarle a que adivinara quién había detrás de aquellos aires tan poco juanrramonianos: «¡No me conocen! / ¿Os vais? ¡Que soy yo! ¡Volved!». Todo ese jugar a ser los demás, en el fondo, para terminar de pulir su nueva voz, para volver a ser él mismo. Hasta la médula. Siempre Juan Ramón.