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LIBROS

Goodwin o cuando España era un imperio global

En 1516 Carlos I fue proclamado «rey de reyes». Durante el siglo y medio siguiente, la dinastía de los Austrias hizo de España el centro económico y militar del planeta. Robert Goodwin analiza el auge y la caída del primer imperio mundia

Mapa de Europa durante los tiempos de la expansión española por el continente
Manuel Lucena Giraldo

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Desde los tiempos de Heródoto , la explicación de la duración de los imperios y su inexorable caída constituye uno de los retos que afrontan los historiadores. No es difícil entender la causa. Todos hemos conocido alguno. Los imperios son Historia contemporánea . En este preciso momento, desde China a Rusia, Turquía, Gran Bretaña y Estados Unidos, la evaluación de los componentes imperiales de la política, explícitos o implícitos, resulta crucial. Lo que es reciente, apenas dos siglos, es la mala prensa de la que disfrutan . Lo imperial no marca tendencia. Lo que se lleva es el localismo. Cuanto más cateto y particularista, mejor. Así nos condenamos a no entender nada del pasado, cuya escala es gigantesca , con implicaciones muy determinadas para el caso de España y de Europa.

Si la ruptura entre 1776 y 1825 de los imperios británico y español en América se debió mucho más a errores propios que a aciertos ajenos, cumpliendo un viejo principio –si quieres liquidar un imperio, entrega su gobierno a los imperialistas–, la ola de republicanismo nacionalista del siglo XIX exacerbó visiones negativas y clichés siniestros, aún vigentes. El marxismo historiográfico fue militantemente –nunca mejor dicho– antiimperial .

Leyenda negra

A la hora de explicar la duración de los imperios europeos en ultramar, aspectos como el colaboracionismo masivo de los conquistados , la acción adecuada de la maquinaria judicial o el feliz entorno de comunidad simbólica monárquica fueron ignorados. El sesgo afectó de modo especial al imperio español, exánime en 1898. La leyenda negra procedente de centurias anteriores fue historia oficial .

Según una visión del pasado cuyo mejor exponente cotidiano son los himnos patrios iberoamericanos, existió un mundo idílico indígena hasta que llegaron «los españoles» . Tras un largo periodo que nadie explica, la llamada «etapa colonial», llegaron felizmente próceres y libertadores para devolver la libertad al «pueblo» sometido e indignado. Semejante simplificación, que los populismos recientes han asimilado con la voracidad por la ficción que los caracteriza, choca con las tendencias de la historiografía actual .

La conclusión de Goodwin es que tras el viejo caparazón de Estado en crisis del Imperio Español subyacía una potente sociedad civil

Para nuestra fortuna, la recomposición de las grandes narrativas históricas tras la caída del Muro de Berlín en 1989 y la necesidad de una explicación plausible de la globalización han producido saludables efectos. La Historia no es ficción interesada y sectaria, sino itinerario explicativo de la compleja experiencia humana. La aventura imperial y ultramarina europea se puede y debe estudiar desde sus orígenes ibéricos en el siglo XV hasta 1999 (han leído bien) , cuando los portugueses se fueron de China .

En una línea renovada pero clásica al mismo tiempo, este entusiasta libro de Robert Goodwin supone una aportación importante. Para empezar, constituye un verdadero ejercicio narrativo. Si la Historia es entre otras cosas una rama de la literatura, ha escrito una obra de excelencia. También ha logrado algo importante en un ejercicio de revisionismo historiográfico. Junto a elementos de novedad, se vincula a una tradición identificable . Las síntesis sobre España y el mundo hispánico de historiadores angloamericanos constituyen un subgénero que demanda mayor explicación, pero dentro de ellas existen algunas que todavía ignoran la bibliografía en idiomas que no sean el inglés.

Oro y resplandor

Goodwin maneja con soltura la excelente historiografía modernista española y la integra con habilidad en el texto, en especial en lo que tiene que ver con aspectos literarios y artísticos, que centran la segunda parte del volumen. Desconcierta un tanto que trabajos de envergadura como los de Serge Gruzinski Las cuatro partes del mundo ») o José Javier Ruiz Ibáñez Las vecindades de las monarquías ibéricas »), análisis pioneros en la línea de lo que el autor propone, no aparezcan mencionados, si bien es preciso reconocer que no pretende un análisis de la monarquía española, sino una explicación culturalista y prosopográfica de su existencia. Porque este es un libro que trata de personas, grandes y pequeñas , afectadas por toda clase de contingencias, que Goodwin evoca con gracia y maestría.

La división por capítulos no deja lugar a dudas. En la primera parte, «Oro», refiere las etapas de gobierno de Carlos V y Felipe II , los que se denominaban «Austrias mayores», que considera tiempos de caballería andante y burocracia. La segunda, «Resplandor», se ocupa de los reinados de los «Austrias menores», con Felipe III (era de la paz), Felipe IV (declive) y epílogo, las sombras del incapaz Carlos II y el final del gobierno habsbúrgico. El Siglo de Oro cultural correspondería con la era de la decadencia imperial, un viejo asunto que dista de haber sido resuelto.

Si la Historia es entre otras cosas una rama de la literatura, Goodwin ha escrito una obra de excelencia

La valoración del factor personal es otro elemento interesante . En primer lugar, porque evoca episodios en los cuales la acción de individuos con nombres y apellidos fue sustancial. Sin Colón, Cortés o Magallanes , la Historia narrada carecería de sentido. Pues el primero de ellos se las arregló para poseer lo que hoy llamaríamos información privilegiada y se obsesionó con llegar a Asia por el oeste. El segundo supo que para imponerse como jefe de una tropa de frontera no valía ser un rebelde y debía permanecer dentro del respeto al marco legal y al rey . El tercero fue un un temerario, cuyas acciones con resultado de muerte obligaron a sus acompañantes a improvisar; así se originó la primera vuelta al mundo.

Goodwin apela a las emociones de los protagonistas . Este revisionismo historiográfico con personas en el centro de lo narrado evoca un ejercicio de perspectiva adecuado. No descuida la atención a lo colectivo .

En lo sustancial, para Goodwin los Austrias españoles defendieron y agrandaron durante el siglo XVI su enorme imperio, que se extendía desde el remoto Oriente y sur de Europa hasta Goa y Filipinas, Chile y Nuevo México. La derivación esencialista radica en que allí se habría forjado el carácter de España y de los españoles , que marcharon a las Américas como conquistadores y colonos, combatieron en Europa como soldados profesionales, o viajaron como comerciantes y diplomáticos. Sevilla fue puerto del mundo y se llenó de comerciantes, banqueros y aventureros , atraídos por el oro de las Indias.

Sin control

Aquella era de ascenso fue sucedida por otra de declive, con feroces tensiones sociales y económicas . Durante el siglo XVII, «los españoles se vieron al límite de sus posibilidades, perjudicados por las guerras extranjeras y por el gobierno de unos monarcas decadentes y sus despreocupados validos». El imperio global empezó a desintegrarse. Los Austrias perdieron el control de sus territorios dinásticos europeos y posesiones de ultramar.

Fue también el Siglo de Oro de la cultura española: «En muchos aspectos parece como si los españoles florecieron en acusado contraste con la decadencia de sus gobernantes ». La conclusión que apunta Goodwin es tan fascinante como arriesgada. Tras el viejo caparazón de Estado en crisis subyacía una potente sociedad civil. Si tiene razón, las «Meninas» son el feliz testimonio de su acierto.

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