arte
Wim Delvoye, con acento francés
El museo que defiende con uñas y dientes a su «Gioconda» sucumbe a la necesidad de hacer caja y deja entrar en sus regios salones a uno de los reyes del «kitsch»: el belga Wim Delvoye
Al concepto kitsch podemos hincarle el diente con un inglés de pronunciación muy británica y snob (ya lo hemos hecho con Hirst ), o norteamericana (ya lo comprobaremos en Koons), pero también con todo el retorcimiento nasal del francés y sus ... barroquismos imperiales. Wim Delvoye , que no ha nacido en Francia, sino en Bélgica, es el artista encargado de tomar el Louvre (los llamados apartamentos privados de Napoleón III, por ejemplo) este verano, lo que supone algo así como tomar La Bastilla del arte .
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A Delvoye le antecedió en estas lides revolucionarias de exponer arte contemporáneo en sacrosanto museo clásico, otro belga, Jan Fabre , más neobarroco que kitsch, pero también famoso por no ceder un milímetro a la indiferencia. Coindencias del destino. Nada más. El museo que defiende a su Gioconda con uñas y dientes –y que no admite dobles, ni réplicas– se rinde a la especulación turística de ver qué artista pone más (¿quién sabe si mejor?) a la ya excesiva decoración de sus salas. Tan fino para unas cosas y tan mundano para otras .
Cerdos que comen tapices
Los cerdos tatuados de Delvoye se comen con todas las de la ley los tapices que decoraban los salones imperiales de Carlos Luis Napoleón Bonaparte. Ya dice el refrán español aquello de echar «margaritas a los cerdos» –también nos vale aquello de que del «cerdo se provecha todo»–, pues aquí veremos unos cuantos casos para tatuarnos en la retina y para comernos, no sin varios atragantamientos de por medio. En total, una treintena de obras del artista belga, entre vidrieras, porcelanas, piezas neogóticas, neumáticos tallados y estos cerdos disecados , cuya piel parece un tapiz dieciochesco, tan característicos en su trayectoria. Al cabo, estas piezas parecen perderse o camuflarse entre la profusión de los salones y pasillos del Louvre. Como él mismo ha llegado a afirmar, no sin un toque epatante en sus palabras, «aquí el kitsch es elevado, un poco aristócrata ».
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