ARTE
Contar el arte desde Móstoles
‘Dialecto’, exposición que muestra por primera vez las colecciones reunidas del Centro de Arte Dos de Mayo, dibuja, con luces y sombras, las luces y sombras de la Historia del Arte reciente
Carlos Delgado Mayordomo
El CA2M alberga actualmente dos colecciones: una propia, que nace de las adquisiciones de la Comunidad de Madrid , con un perfil conservador y un notable porcentaje de fotos, y otra externa, depósito de la Fundación ARCO , que aporta perspectiva internacional ... e histórica. Con estos mimbres, el actual equipo del centro ( Manuel Segade y Tania Pardo ) ha desplegado distintas narrativas para intentar explicar qué museo de arte contemporáneo podría llegar a ser el CA2M . La respuesta es contundente: ambas colecciones son un patrimonio a conservar, pero también herramientas para generar nuevas argumentaciones compartidas.
Los ámbitos más lúcidos de este ‘museo ficcional’ son aquellos que rescatan ‘formas de vida’ que habían quedado al margen de las narraciones oficiales. Es el caso de ‘Genealogía yonqui/Estéticas del sida’ , sala magníficamente articulada con obras que aluden a un cuerpo enfermo, a la llegada masiva de la heroína a España o a la aparición del VIH.
Clamorosa desigualdad
Más complicado resulta atisbar ‘lo no escuchado’ durante la primera modernidad: el capítulo inicial, dedicado a las vanguardias, tiene que apañárselas con los grandes nombres de siempre, con Picasso y Dalí como figuras paradigmas. Aquí se anticipa la clamorosa desigualdad de género que jalona la colección, deudora de mediaciones ideológicas institucionales, y cuyos responsables son los sucesivos integrantes de la Comisión de Valoración de Adquisiciones de la Comunidad de Madrid, así como los jurados de los premios de adquisición y los distintos equipos directivos del centro (incluido el actual, que podría ‘subsanarlo’ con compras de históricas). Con buen criterio, los textos que acompañan el recorrido resaltan la ausencia de artistas mujeres, situación que es modulada con puntuales saltos cronológicos: por ejemplo, las cerámicas de Patricia Esquivias interrumpen el hilo conductor de la sala titulada ‘Tradición y deseo bajo el franquismo’ , donde también se incorpora un pequeño cuadro figurativo de Isabel Baquedano .
Con todo, apenas se refieren dos aspectos centrales del periodo: la configuración de un arte español endogámico con el poder o una diplomacia cultural empeñada en exportar una imagen de modernidad que asegurara la aceptación de España en la comunidad internacional.
El montaje, a distintas alturas, es eficaz: logra que los contenidos particularistas y localistas del arte español no sean disueltos en el proceso de globalización
El recorrido alcanza su mejor pulso con los distintos comienzos de lo contemporáneo, donde se pone el valor el trabajo del Centro de Cálculo de la Complutense en Madrid , creado en 1966. Un capítulo que también acoge las fórmulas subversivas de ZAJ , las exploraciones del conceptualismo catalán, obras estadounidenses de los sesenta o el relato de la modernidad latinoamericana.
El montaje, a distintas alturas, es eficaz: logra que los contenidos particularistas y localistas del arte español no sean disueltos en el proceso de globalización, sino que alcancen a trazar su propia intrahistoria. También sobresale el brillante montaje de la sala dedicada a la disciplina fotográfica , que se despliega en un recorrido de ida (imagen documental) y vuelta (imagen artística).
Los años ochenta europeos fueron los del triunfo de la pintura y del consenso figurativo, algo que se muestra con grandes piezas de Luis Gordillo, Markus Lüpertz o Sigmar Polke , y se matiza con exquisitas joyas de Carlos Alcolea o Teresa Lanceta . ‘Dialecto’ también incorpora otra modernidad, geométrica y fría, especialmente representada por Richard Serra , y que abre paso a las propuestas escultóricas de Susana Solano o Cristina Iglesias .
Los trayectos que plantea la exposición nunca son elaborados con trazo grueso, sino que responden a sutiles resonancias e, incluso, a la reivindicación de relatos procedentes de la hoy denostada ‘crítica de arte’, como sucede con las auras frías de José Luis Brea . También está presente la figura de Simón Marchán Fiz en el capítulo dedicado a los nuevos comportamientos artísticos. Existe, en definitiva, una pertinente reivindicación de la teoría local, habitualmente eclipsada por el papel hegemónico de los textos producidos en el contexto anglosajón.
Bajo el título ‘España en llamas’ , se organiza una mirada hacia la Movida madrileña (deslumbrante el cuadro de Ceesepe , horroroso el del dúo Costus ), con interesantes incorporaciones (la fascinante figura de Blanca Sánchez ), aunque apenas se cuestiona la amnesia política que se escondía bajo aquella explosión de libertad creativa. Hoy, la idea de un arte capaz de establecer una transformación social envuelve bastantes contradicciones, sobre todo por su estrecha vinculación con un sistema de mercado generador en sí mismo de estructuras de poder.
El capítulo titulado ‘Arte y política de la representación en Madrid’ acierta al mostrar obras que no solamente poseen una clara voluntad de denuncia, sino que son dueñas de unos discursos muy bien articulados en su expansión hacia otros campos sociales. Más allá de la ausencia de prácticas dialógicas o colaborativas, la nómina de seleccionados muestra a algunos de los creadores más interesantes del actual panorama madrileño, con importantes voces de procedencia latinoamericana e involucradas en nuestro contexto, como las del cubano Carlos Garaicoa o la peruana Sandra Gamarra .
‘Dialecto’ es una exposición generosa : el abigarramiento, especialmente en las salas de arte actual, es consecuencia de la urgente necesidad de otorgar voz y espacio a los artistas. Los ‘emergentes’ cierran el recorrido, reunidos bajo dos paradigmas: por un lado, la pintura como disciplina que nunca llegó a ser un cadáver , sino que logró integrarse con contundencia en el reciente arte español; por otro, el giro hacia lo objetual y lo teatral , con instalaciones donde el material cotidiano, extraído de una arqueología personal, propicia signi- ficados inéditos.
A mitad de recorrido, ‘Dialecto’ incorpora una sala denominada ‘¿Y si lo haces tú?’ . En ella, piezas de la colección son puestas al servicio del espectador quien, por mediación de conservadores del centro, puede articular su propia exposición. Parece una propuesta ingenua, pero nace de un compromiso con la capacidad crítica de la ciudadanía. Si realmente aspiramos a un cambio en la propia ontología de las instituciones, esta podría ser la sala más relevante de la cita.
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