ARTE
En construcción. Disfruten las molestias
Tres décadas han dado para revolucionar el mapa museístico español, con sus urgencias, sus excesos y sus carencias. El antes y el después del ‘efecto Guggenheim’
El Museo Guggenheim durante los actos de celebración de su XX aniversario
Si el hombre adulto que soy hoy fuera capaz de hablar con el adolescente que fui hace treinta años podría explicarle (además de la necesidad de hacer buen acopio de mascarillas a finales de 2019) que, para el amante del arte que empezaba a ser ... por entonces, el país que estaba por venir no podría imaginárselo ni en sus mejores sueños. Ese imberbe chaval habría pisado ya alguna vez, en 1991, el todavía Centro de Arte Reina Sofía , la primera pieza del puzle, que abrió sus puertas en 1986 y que se convertiría en museo en 1992, el mismo año que, muy cerca de él, hacía sus presentaciones el Thyssen , una de las primeras colaboraciones público-privadas en España.
La ensalada de siglas
Habría oído hablar del IVAM de Valencia (también de 1986), del CAAM de Las Palmas (1989), y quizás alguien le habría comentado que estaban por llegar el CAAC en Sevilla (en la carretera desde 1991, pero sin sede fija hasta 1997), el CGAC de Santiago (1993) o el MACBA y el MEIAC (1995). Que comenzaría su andadura profesional –y en estas mismas páginas– la misma semana que inauguraba el Guggenheim de Bilbao en 1997, y que se vería arrastrado por la ensalada de siglas de los nuevos centros de arte españoles desde principio de los dosmiles: DA2, Artium , MUSAC , MARCO, Es Baluard, TEA-Tenerife, C3A ... Por no hablar de todas las infraestructuras culturales que dejarían en el camino Expo y Juegos Olímpicos de 1992, el Fórum de las Culturas 2004 en la misma ciudad de Barcelona o la Expo de Zaragoza en 2008.
Fachada del MUSAC, que se inspira en los colores de las vidrieras de la catedral de León
«Si uno analiza estos últimos 30 años, el resultado es un “disparate” en el buen sentido de la palabra. Contándolos uno a uno sale prácticamente a un nuevo museo o centro de arte construido por año. Eso es mucho». El que así se pronuncia es José Guirao , quien participó en los proyectos que darían luz verde al nacimiento del CAAC , sería director del Reina Sofía de 1994 a 2001 y encargado de licitar la ampliación del museo llevada a cabo por Jean Nouvel ya en el cambio de siglo. «Hace tres décadas, el panorama ya era potente. Espacios como el Reina, el IVAM , el CGAC o el MACBA contaban con prestigio internacional en los noventa y nos aportaron visibilidad. Colocaron los cimientos de lo que tenemos ahora. Posteriormente, llegaron otros centros, ya de menor tamaño, que respondían a demandas autonómicas y en lo que fue un hito la apertura del Guggenheim a finales de la década. El problema es que ese modelo era imposible de clonar».
Para Juan Antonio Álvarez Reyes , actual director del CAAC , que durantes años ejerció la crítica artística en ABC Cultural y conoce bien el panorama, en los últimos años del siglo XX veníamos de un atraso histórico considerable con respecto al arte que estos nuevos centros intentaron reparar, «asentando las bases de lo que somos ahora». «Treinta años después, se ha construido. Pero no solo infraestructura. También la Historia del Arte contemporáneo español. Se han creado de forma paralela colecciones de arte y todo un patrimonio inmaterial, las exposiciones, investigaciones y programas públicos que las acompañan».
Lo natural para otros
La que denomina «segunda hornada de museos» fueron, en su opinión, fruto del Estado autonómico y de un «ansia de modernidad y de equiparación con lo que de manera natural ya ocurría en otros países»: «También de dar una imagen moderna del Estado y sus distintas partes. Y se hizo todo a imagen y semejanza: siempre digo que no es casual que los suelos del Reina, del CAAC o del CAAM sean parecidos, todos de mármol. Es algo muy de época».
El problema de esa segunda generación, deja entrever, es que no se hizo a escala. Con una ambición cultural y política «que no se acompañó de los presupuestos adecuados». «No todo fue ‘efecto Guggenheim’ –matiza el regidor extremeño–. También se trabajó en proyectos modestos y adecuados al territorio. No en todos los destinos se ha apostado por el turismo o se ha confundido turismo con cultura. Hay que hacerlo por proyectos sólidos y a largo plazo. La cultura ha de ser como cuando Joseph Beuys plantó esos árboles en Documenta : necesita tiempo para desarrollarse, para asentarse, echar raíces y producir frutos».
Obra de Waltercio Caldas en las instalaciones del CGAC
Dos interlocutores y dos menciones al impacto del Guggenheim . Desde luego, su aparición supuso un golpe de efecto en el mapa museístico español, un antes y un después. Lo relata su director, Juan Ignacio Vidarte : «El Guggenheim surge con el objetivo de servir de catalizador de un proceso de transformación que ya se había iniciado en Bilbao. Se consideraba importante reforzar el papel de la cultura en la vida social y aportar una institución que el País Vasco no tenía, cuya mirada no estuviera unicamente dirigida hacia la ciudad, sino que su vocación fuera internacional». El nuevo centro llegó para «dinamizar procesos de regeneración urbanística, de desarrollo económico, de proyección de imagen de la capital vasca en el mundo y como elemento de vertebración social ».
«Y resultó un éxito. La vocación inicial de ser revulsivo cultural, social y económico, ahora en 2022, que cumplimos 25 años, no se ha perdido, sigue intacto. Bilbao ha sido un ejemplo. Y lo que se denomina ‘efecto Guggenheim’, que define cosas muy distintas pero que se usado para subrayar el papel que la cultura y las inversiones en la misma puede tener como elemento transformador, se ha utilizado unas veces mejor y otras peor », señala Vidarte, que además es el director de museo más longevo en su cargo en nuestro país, tan acostumbrado a los vaivenes políticos. Él constanta que sólo cuando se ha entendido el modelo de su institución «se ha tenido éxito»: «La arquitectura de Frank Gehry es extraordinaria, pero es solo un ingrediente. Se necesita también unos contenidos, un modelo operativo, y ser conscientes de que este no es un proyecto aislado, sino que se circunscribía a uno más amplio llamado a transformar la ciudad».
La burla del resto
Valencia fue uno de esos contextos en los que el afán constructivo se desvirtuó. Y eso que, como relata la comisaria Marisol Salanova , una de nuestras críticas más jóvenes, «se partía con ventaja porque el IVAM hizo muy buen trabajo en sus comienzos»: «Sin embargo –subraya– aquí parecía que el dinero no se iba a acabar nunca, algo que propició el 'boom' inmobiliario. Ha costado mucho remontar todo lo que ocurrió. Han sido muchos años de crisis económica que aquí se sumaron a años de corrupción, donde la punta de lanza fue la utilización que Consuelo Císcar hizo del museo. Valencia se convirtió en burla del resto de comunidades, mientras fuimos olvidados por el panorama artístico internacional. Normal, si allí llegó a exponer hasta el peluquero de la directora. Entre eso, y la muestra reciente de Mona Hatoum hay un abismo».
Palacio de Congresos de Barcelona, antiguo edificio del Fórum de las Culturas
Valencia no se reponía de un pelotazo que ya comenzaba el siguiente: el mencionado declive del IVAM, la Bienal de Arte de Valencia , l a Ciutat de les Arts de Calatrava ...: «Lo bueno es que a muchos de esos emplazamientos se les está dando uso –explica Salanova–. Es algo que se le recrimina al gobierno actual, que criticó su construcción, pero que ahora aprovecha para hacer eventos. Allí se celebró la última gala de los Goya . Pero generaron un agujero económico bestial. La Ciutat ahora es un icono en positivo. En estas tres décadas, ha habido una sangrante injerencia política en la Comunidad Valenciana. Solo se puede decir que desde hace unos seis años, los museos y centros trabajan realmente con las manos libres. De hecho, se les puede acusar de cierto abandono por parte de los políticos, muy posiblemente para que no caiga de nuevo sobre ellos la sombra de la injerencia».
«A nivel constructivo, hace 30 años España era el centro de todas las miradas», recuerda el arquitecto Arturo Franco , quien hace veinte años hacía la crítica de la disciplina en las páginas de nuestro suplemento. «Las grandes obras se hacían aquí, muchas de ellas por grandes nombres extranjeros, y el punto álgido, tal y como señaló el mismísmo Kenneth Frampton , fue nuestra entrada en el MoMA en 2005». Luego, según su relato, «llegó la crisis de 2008, que nos arrastró a un vacío del que aún nos estamos recuperando, buscando válvulas de escape».
Para Franco, hoy todavía nos estamos reencontrando. Y todo son ciclos: abandonamos la arquitectura espectáculo o al menos silenciamos cierta arquitectura visual y epidérmica para profundizar en otra más modesta, con menos recursos, más de contingencia. «Pero incluso esas arquitecturas honestas han entrado en un periodo demasiado ‘povera’, y lo epidérmico ha vuelto a florecer ».
Españoles por el mundo
En cualquier caso, no está todo perdido. Frente a esas etapas en las que «primó el edificio objeto», en las que «la arquitectura se convirtió en aliado del poder» (y vienen a la cabeza la Ciudad de la Cultura de Santiago , el Fórum de las Culturas , el Centro Niemeyer en Avilés, el MUSAC ...), también se ha construido bien. Franco se queda con Las Escuelas Pías de Linazasoro , en Lavapiés (Madrid): «Es un buen ejemplo de restauración, rehabilitación y construcción de nueva planta, lo que toca ahora: seguir construyendo pero también rehabilitando y cuidando. El mundo está mucho más atomizado, y hay muchos estudios nacionales fuera a los que no se les adscribe como ‘marca España’. Pero funcionan por el mundo como nunca antes lo hemos podido hacer».
Barcelona, por su parte, fue una de esas ciudades que, gracias a los Juegos Olímpicos, se descubrió a sí misma, dotándose de un nuevo urbanismo. Allí, hasta el nacimiento del MACBA , partían la pana el Centro Santa Mónica y La Casa de la Caridad , pero, sobre todo, la iniciativa privada: Metrònom, de Rafael Tous , la galería Maeght, la Miró, la Tàpies...
«El MACBA ha dependido demasiado de sus directores –argumenta Anna Maria Guasch , otra firma destacada durante muchos años en nuestra revista–. Aquí, ahora en Cataluña, lo que están funcionando bien son los proyectos más alternativos: La Capella, Fabra i Coats, La Virreina ... El covid ha golpeado fuerte a muchos espacios históricos, pero, con todo, el panorama es mucho mejor que hace décadas. De hecho, ahora se reparten por todo el territorio iniciativas periféricas muy válidas vinculadas a lo rural y el desplazamiento desde la ciudad». Guasch matiza que la transición fue más tranquila en esta región, donde no se vivió un ‘efecto Guggenheim’ tan claro (aunque hubo vaivenes claros, como el Canódromo o el Fòrum) «porque ya teníamos el MACBA y, con ello, un lugar en el mapa».
La Ciutat de les Arts de Valencia
Última parada en Galicia, de la mano de Miguel Fernández-Cid , otro veterano de la crítica en ABC Cultural, director primero del CGAC y ahora del MARCO de Vigo : «Este último, surge en esa segunda ola de museos en la que se asienta también un pensamiento de que en una misma comunidad autónoma no sólo tiene por qué haber un único centro, y que en Galicia y Castilla-León fraguó bien. Se jugaron bazas fuertes, pero dieron pie a instituciones que en época de crisis eran difíciles mantener». En opinión del regidor, estas «eran necesarias. Lo que no era previsible era lo que viviríamos 30 años después. Y lo peor fue dar por hecho que cualquier institución está asentada. Ejemplos como el del IVAM o el CAAM, que llegó a cerrar , demostraron que nuestras bases son muy frágiles».
Ahora, quizás ante la parálisis de la iniciativa pública, una tercera ola de museos se abre paso desde la privada: el Centro Botín en Santander, el Museo Helga de Alvear en Cáceres, Bombas Gens (ahora en un momento de declive) y la futura Fundación Hortensia en Valencia, la Sorigué en Lérida, Cerezales en León... «También los museos de Málaga –agrega Guirao–. En un país en el que parecía que todo tenía que ser público, que aparezca esta figura es básico. Primero, porque permite proyectos más abiertos y no ligados al territorio. Luego, porque tienen más capacidad para equivocarse, pues el dinero no es público».
¿Nos queda algo por construir?
La pregunta final es evidente: ¿Nos queda algo por construir? El también ex ministro incluye en una hipotética lista un Museo Nacional de Fotografía o un Centro de Documentación y Formación para jóvenes comisarios. Álvarez Reyes prefiere invertir en programas que permitan la interrelación de nuestros artistas con otros contextos, incluidos los internacionales. Para Anna Maria Guasch, basta con llenar lo ya construido, opinión similar a la de Salanova, partidaria de un ‘Vinted del arte’: «Las instalaciones de la Expo en Zaragoza son la sede ahora de E-topia , centro de arte tecnológico. Hay que evitar crear más porque muchos espacios han acabado siendo residuos, como La Laboral de Gijón. La cultura no está para dar trabajo a los arquitectos como en el pasado».
Puente de la Expo de Zaragoza 2008
«Cada vez que se abre un centro se demuestra que había un hueco –sentencia Fernández-Cid–. Pero valoremos antes si hay demanda. Lo dramático es que todavía hoy sea más fácil conseguir 30.000 euros para un museo nuevo que 100 para uno que ya existe». El broche lo pone el arquitecto: «La cultura se construye a medida que avanza. Habrá que seguir construyendo, seguramente, porque la cultura debe seguir renovándose ».