CÓMIC
‘Cómic. Sueños e historia’, la magia del Noveno Arte
Esta muestra, en CaixaFórum Madrid, con cerca de trescientos originales, en su mayoría del coleccionista Bernard Mahé, es una cita que conmueve al ‘tebeoadicto’ más exigente
Luis Alberto de Cuenca
El cómic, historieta o tebeo (llámenlo ustedes como más les guste) nació ‘stricto sensu’ el 16 de febrero de 1896, cuando surgió por vez primera el globo, bocadillo, ‘fumetto’ o ‘balloon’ como instrumento gráfico para dar voz a cada personaje, que en el estreno era ... solo uno, el llamado ‘Chico Amarillo’ (‘The Yellow Kid’), dibujado por Richard Felton Outcault entre 1895 y 1898. Una centuria exacta después, la Biblioteca Nacional de España, dirigida entonces por mí, organizó una exposición conmemorativa del centenario, rotulada ‘Tebeos: los primeros 100 años’ y comisariada por Antonio Lara y Alfredo Arias. catálogo de la muestra lo publicó Anaya: salía el Guerrero del Antifaz en la cubierta, cogiendo en brazos a la princesa Aixa, herida en el hombro por una flecha enemiga.
Hace ya más de ciento veinticinco años que nació el cómic propiamente dicho , pero lo cierto es que un siglo largo de vida no es una edad provecta para el tebeo, que tiene aspiraciones muy fundadas de eterna juventud y se conserva tan fresco y tan lozano como una manzana del paraíso. Como prueba fehaciente de esa lozanía perpetua, CaixaForum ha programado en su sede madrileña del Paseo del Prado, tan atinadamente dirigida por Isabel Fuentes, una magna exposición titulada ‘Cómic. Sueños e historia’ . Son unos trescientos originales pertenecientes en su mayoría a la fabulosa tebeoteca del coleccionista francés Bernard Mahé, pero hay también piezas en la muestra procedentes de colecciones públicas y privadas.
Criatura tierna
El espacio expositivo no puede ser más acogedor y hospitalario para el aficionado a los tebeos, que es una criatura tierna, friqui, gloriosamente inmadura y muy necesitada de cariño. En función de ello, la muestra se enriquece con una magnífica escenografía, a cargo de Ignasi Cristià, plasmada en una serie de maquetas con las que apetece interactuar haciéndose fotos: es el caso de una reproducción a gran escala de la aldea de Astérix celebrando el acostumbrado festín de carne de jabalí con que finalizan todos sus álbumes, a cuya espalda hay un banco donde puede uno sentarse, flanqueado por los personajes principales de la saga, el citado Astérix y el inefable Obélix. Y es el caso también de otras estupendas maquetas, como la que hay en la entrada de la expo, con el pequeño Nemo asomado al exterior desde su célebre camita, o como el número ‘13 de la Rue del Percebe’ , ‘opus magnum’ del gran Ibáñez, que en la muestra es verdaderamente ‘magnum’, pues la buhardilla que da cobijo al impenitente deudor llega hasta el techo. Todos estos detalles ambientales, unidos a la abundancia de espejos, tan misteriosos siempre, en las paredes de las salas, y alguna otra ‘delikatesse’ que paso ahora por alto, hacen entrañable el paseo por ‘Cómic. Sueños e historia’ y complacen y hasta conmueven al tebeoadicto más exigente y menos conformista, o sea, a un tebeópata como el que firma estas líneas.
Porque díganme a mí si no es motivo de entusiasmo (esa palabra griega que significa «sentimiento intenso de exaltación del ánimo producido por la admiración apasionada de alguien o algo»), recorrer el ‘locus amoenus’, si no ‘amoenissimus’, donde se exhibe, a excepción del manga japonés, lo mejor que ha dado en su primer siglo de vida el Noveno Arte, empezando por Winsor McCay (el rey león de la selva de los cómics) y terminando en el genial Paco Roca , autor de un precioso diorama que enriquece la muestra. Un entusiasmo que espero resulte contagioso, pues la exposición que estoy celebrando, más que comentando, es una maravilla que nadie debería perderse, incluso aquellos que consideran el tebeo como un producto subcultural para consumo de masas iletradas.
La escenografía enriquece la exposición, se puede interactuar con una serie de maquetas
Tanto en el territorio de los cómics publicados en los periódicos como en los ‘comic books’ americanos y en los álbumes europeos de 48 o 64 páginas, hay auténticas obras maestras . Bernard Mahé ha procurado que en su colección estén todos los genios que ha dado el «arte secuenciado», que es como el inmenso Will Eisner -a quien tuve el honor de tratar en un curso de verano de El Escorial cuando el mundo era joven- definió la historieta con la exactitud de que hizo gala siempre. Y están representados todos esos genios con algunas de sus páginas más memorables. De ese modo, nos encontramos con originales de los norteamericano s R. F. Outcault, George Herriman , Winsor McCay, George McManus, Elzie C. Segar, Clarence Gray, Hal Foster, Alex Raymond, Chester Gould, Ray Moore, Burne Hogarth, Milton Caniff, Frank Robbins, Will Eisner, Jack Kirby, John Buscema, Frank Miller, Dave Gibbons y toda una serie de nombres propios señeros en l a diacronía del cómic estadounidense, el más prolífico del planeta . Y ello desde las ‘daily strips’ y ‘sundays’ que veían la luz en la prensa diaria hasta la aparición del ‘comic book’ en los últimos años 30 del siglo pasado, con títulos fundamentales en ese soporte como ‘Action Comics’ (donde apareció ‘Superman’) o ‘Detective Comics’ (’alma mater’ de ‘Batman’) sin olvidar creaciones de Marvel como ‘Fantastic Four’, ‘Spider-Man’ o ‘Daredevil’, entre otras muchas inolvidables cabeceras.
Nómina apabullante
La voracidad coleccionista de Mahé respecto al cómic se plasma en una nómina apabullante de originales, equivalente a que un coleccionista de teatro isabelino y jacobino inglés, por poner un ejemplo, albergase en su biblioteca todos los ‘In Quarto’ y el ‘First Folio’ de Shakespeare, y las ediciones príncipes respectivas de Kyd, Marlowe, Jonson, Heywood, Webster, Middleton y Ford . Pero es que, además, Mahé ha reunido en su tebeoteca las joyas de la corona del cómic europeo , entre las que sobresalen páginas de Hergé junto a otras de Saint-Ogan, Forton, Jean Giraud y su ‘alter ego’ Moebius, Uderzo, Hugo Pratt, Giardino, Crepax, Manara y Enki Bilal.
Mahé ha procurado que en su colección estén todos los genios que ha dado el «arte secuenciado», que es como el inmenso Will Eisner definió la historieta con la exactitud de que hizo gala siempre
La exposición Mahé, en su peregrinaje por tierras españolas, ha querido rendir un homenaje al cómic hispano , desde el mítico TBO -cuyas siglas nos regalaron nuestro genérico ‘tebeo’- hasta el mencionado Paco Roca, pasando por los grandes del humor tebeístico patrio, como el maestro Ibáñez, o por los no menos grandes dibujantes de aquel tebeo apaisado de aventuras que hizo nuestras delicias cuando éramos pequeños, como Gago, Ambrós, Darnís o Vañó. Me ha emocionado especialmente la presencia de Laura Pérez Vernetti, que ha traducido en fantásticas viñetas cerca de treinta poemas míos en dos libros maravillosos: ‘Viñetas de plata’ (2017) y ‘Vive la vida y otras poesías gráficas’ (2022). Lo que no puedo explicarme es cómo Miguel Ángel Martín , uno de nuestros mejores dibujantes, premio ‘Yellow Kid’ en Lucca y figura indiscutible del Noveno Arte español con creaciones en su haber tan fascinantes como ‘Brian the Brain’, no consta entre los elegidos. No valen excusas para omitir un nombre tan consolidado.
Planchas originales
Mi apasionante paseo por ‘Cómic. Sueños e historia’ ha hecho posible mi encuentro con una de las planchas originales más hermosas de toda la saga de ‘El príncipe Valiente’ , aquella en que los hunos están asediando la ciudad mientras Val, en la parte inferior izquierda de la macroviñeta en que aparece la fortaleza de Andelkrag, observa cómo la barbarie está a punto de destruir el último baluarte de la caballería cristiana. Dice Val en otra página de la saga: «La fortaleza de Andelkrag acoge a cuantos aman la belleza, la música, la poesía y las nobles hazañas. Han intentado asaltarla con frecuencia, pero cuando sus risueños guerreros cubren las almenas, suya es la victoria. Trovadores de todas partes cantan la gloria de Andelkrag... Ahora solo Andelkrag permanece sobre el humo de una Europa en llamas».
Hoy se ha hecho realidad algo que pertenecía al mundo de los sueños, lo que no es raro en una exposición titulada ‘Sueños e historia’. No se la pierdan, por favor. Andelkrag y la magia del Noveno Arte los esperan.
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