ILUMINACIONES

El cine de Dreyer, entre la fe y la desesperación

‘Ordet’ eleva el séptimo arte a sus más altas posibilidades expresivas con una estética de lo sublime

‘Ordet’, en blanco y negro, es una película de una belleza estética incomparable con secuencias que recuerdan la pintura de Vermeer

No ha vuelto a existir nadie como él, ni siquiera alguien que pudiera recordárnoslo. Podríamos decir que en una orilla se halla él y, en la otra, el resto de los creadores. Esto lo afirmó José Luis Garci de Carl Theodor Dreyer, el director danés ... fallecido en 1968. Su gran obra maestra es ‘Ordet ’, estrenada en 1955 y galardonada con el León de Oro en el Festival de Venecia . «Si un día echamos de menos a Ford, tenemos a Hawks o a Walsh. La ausencia de Dreyer, en cambio, no la pueden suplir Bergman o Tarkovski», aseguró Garci. Sólo puedo ratificar estas palabras porque Dreyer consiguió elevar el cine a sus más altas cotas expresivas con un dominio prodigioso de la luz y la cámara.

Dryer es el autor de cuatro o cinco películas extraordinarias. Podríamos citar ‘Gertrud’, ‘La pasión de Juana de Arco’, ‘Vampyr’ o ‘Dies Irae’. Todas ellas reflejan la maestría excepcional de Dreyer, que gustaba de decir que el cine es imagen. Pero ‘Ordet’ supera toda su filmografía y se sitúa en la cumbre del séptimo arte. No es exagerado decir que estamos ante una película sublime, dos horas de genio e inspiración que conmueven al espectador .

Cerrado círculo familiar

La historia que cuenta Dreyer e stá basada en un drama de Kaj Munk , que había leído en 1932. Desde entonces soñó con hacer una película con su texto, aunque tardó más de dos décadas en materializar su deseo. Munk fue un sacerdote detenido y ejecutado por la Gestapo en 1944 por su abierta oposición a la ocupación alemana y por su firmeza en la defensa de las libertades y de la población judía. El realizador danés tomó lo esencial de la obra de Munk, pero la adaptó a un lenguaje cinematográfico.

‘Ordet’ es la historia de la familia de un terrateniente que vive en una granja al norte de Dinamarca. Es un hombre de profundas convicciones religiosas. Es a la vez una persona severa que no tolera que ningún miembro de su familia se aparte del camino que él ha trazado. Tiene tres hijos. Mikkel, el mayor, es un descreído. Johannes, el segundo, se ha vuelto loco a causa de la lectura de Kierkegaard y se cree Jesucristo. Y Anders, el tercero, sueña en casarse con la hija de un vecino que está enfrentado a su padre por divergencias en la interpretación de la fe.

El cerrado círculo familiar se derrumba cuando muere Inger mientras da a luz a un esperado niño. Mikkel, su esposo y padre de dos hijas, se desespera y reniega de Dios. Borgen, el patriarca, no entiende por qué el Supremo Hacedor no ha escuchado sus oraciones. Y Johannes desaparece sin que nadie pueda encontrarle. Finalmente, se produce el milagro de la resurrección de Inger gracias a la fe del hermano loco, que recupera la razón.

Hay en toda la película una presencia invisible sin la que es imposible entender ‘Ordet’: es la filosofía de Kierkegaard

La película, en blanco y negro, es de una belleza estética incomparable con secuencias que recuerdan la pintura de Vermeer. Las habitaciones están iluminadas con velas o por la luz que entra por las ventanas, que generan claroscuros que realzan la personalidad de los personajes. Cuando la cámara sale de la granja, quedamos deslumbrados por las dunas, el viento que agita los matorrales y el frío paisaje báltico que contrasta con la calidez de los interiores.

Virtuoso trávelin

Es imposible ver esta película sin quedar hipnotizado por el magnetismo que desprenden las imágenes, que, como subraya Garci, entran en el terreno de lo místico: «Jamás he podido definir el cine de Dreyer, pero lo siento». Dreyer es a la vez espiritual y carnal porque, como dice el desesperado marido frente al ataúd de Inger, no sólo amaba su alma sino su cuerpo. Hay una escena en la que la luz entra por las ventanas e ilumina el cadáver de Inger, mientras Anders enciende las velas, en la que Dreyer logra sobrecoger al espectador. Y también merece la pena destacar el momento en el que los deudos rezan salmos en la antesala , que son mostrados por la cámara en un virtuoso trávelin circular.

Dreyer era un perfeccionista que estudiaba todos sus encuadres y meditaba el desarrollo del filme antes de empezar a rodar. Aunque él despreciaba la técnica, jamás dejaba nada al azar. Hasta los detalles más minuciosos como un insecto o el ruido exterior del viento están pensados.

Hay en toda la película una presencia invisible sin la que es imposible entender ‘Ordet’: es la filosofía de Kierkegaard . El pensador de Copenhague afirmaba que la esencia del cristianismo es la fe y la aceptación ciega de los designios de Dios . Kierkegaard renunció a lo que más amaba y se sumió en la desesperación, algo con lo que Dreyer se identificaba y que plasmó en esta obra inclasificable.

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