MÁS QUE PALABRAS
Chus Visor, rompeolas de la poesía
Cincuenta y tres años y mil libros después, Jesús García Sánchez, Chus Visor (Madrid, 1945), sigue al frente de la editorial a la que da nombre
Carlos Aganzo
Leed a Rimbaud . Eso les decía el uruguayo Julio Campal, mentor de una generación de jóvenes poetas visuales españoles de finales de los sesenta. Pero como entonces en España a Rimbaud sólo se le podía leer en francés, o reducido a una presencia escuálida ... en las antologías, en 1969 le encargó a Gabriel Celaya que tradujera al castellano ‘Una temporada en el infierno ’. Y se convirtió en editor. Cincuenta y tres años y mil libros después, Jesús García Sánchez, Chus Visor (Madrid, 1945), sigue al frente de la editorial. Y aquellos libros tan sencillos, y tan cuidadosamente diseñados por Alberto Corazón, se han convertido en una referencia absoluta en el mundo de la poesía. En España y en América.
Más que la biblioteca de su padre, donde lo que abundaba eran libros sobre la formación del Espíritu Nacional, culpables de su afán poético fueron el cura del colegio de Salamanca, que se entusiasmaba lo mismo con Homero que con Leopoldo Panero o Federico García Lorca, y sobre todo su profesor de literatura en el instituto Ramiro de Maeztu, don Emilio Miró, que les leía a Antonio Gala o a Carlos Sahagún en lecturas extras fuera del horario lectivo. Otros tiempos. Al salir del instituto, Chus Visor ya sabía que lo suyo eran la poesía y el arte alternativos. Durante un tiempo fue crítico en el diario ‘Madrid’, y firmó junto a su compañero Fernando Millán una antología antológica de poesía visual española, con Alianza Tres. ‘Brossa sí, pero nosotros no’: su poesía de entonces, dice, era poética antes que política. Rompedora más que provocadora.
Como editor, empezó poniendo el ojo en las «grandes ausencias» del mercado español. Apostó por las traducciones -Tzara, Cummings, Mallarmé, Mayakovski-
Como editor, empezó poniendo el ojo en las «grandes ausencias» del mercado español. Apostó por las traducciones -Tzara, Cummings, Mallarmé, Mayakovski-, que hoy siguen formando parte sustancial de su catálogo. Pero casi sin darse cuenta empezaron a entrar en la casa -Guillermo Carnero, Pere Gimferrer…- autores españoles de todo pelaje . Casi como si Visor tomara el relevo de la editorial El Bardo, donde habían publicado sus libros Ana María Moix, Félix Grande, Gloria Fuertes, Antonio Carvajal… el propio Celaya. Porque en verdad, y «pese a lo que algunos dicen», la línea editorial de Visor «no es una línea recta». Junto a todos los mentados, hay que seguir sumando nombres y más nombres: de Blas de Otero a Claudio Rodríguez; de Luis Alberto de Cuenca a Raquel Lanseros. Al cabo de mil títulos, inevitablemente un editor es consciente de que resulta imposible editar únicamente lo que a él le gusta. De los mil, de verdad igual se habría quedado con veinte.
Porque editar poesía, dice, tiene sus ventajas dentro de la propia desventaja que sufre la poesía en el mercado de los libros. Tiradas limitadas, pero lectores fijos. Véase por ejemplo que durante la pandemia los lectores se han mantenido fieles. Pero una vez pasados los días de cierres de librerías y restricción en las presentaciones de los libros, el crecimiento no ha sido tan grande como en el resto de los géneros. Las estadísticas, dice, hay que mirarlas siempre con lupa. Y si la venta de libros de poemas crece un diez por ciento, en un panorama en el que existen un treinta por ciento más de autores y un veinte por ciento más de editoriales… igual hay que hacérselo mirar. Por fortuna, vuelve a decir, la editorial que dirige vive mucho antes de sus fondos que de sus ‘best sellers’. Entendiéndose por ‘best seller’ en poesía una edición de más de tres mil ejemplares. Es lo que hay.
Nuevos lectores
Sobre las nuevas editoriales, por cierto, Visor es de los que piensan que contribuyen a llamar la atención sobre la poesía, ya que algunos de sus ‘nuevos’ lectores «pueden animarse luego a descubrir otras cosas. Y sobre los ‘nuevos’ mercados editoriales, en su caso el de Iberoamérica, observa que aunque e l bajón pandémico ha sido mayor que el de España, en general «se van recuperando» . Donde una puerta se cierra otra se abre.
Libros, eso sí, en papel. Porque a él mismo, que utiliza el teléfono móvil «de casualidad», no se le ha ocurrido una sola vez leerse un libro electrónico. Los libros electrónicos, dice, tuvieron su eclosión, y se regalaron como esas corbatas que no te pones nunca. Y ahora están en caída. Como testimonio, cuando Visor cumplió el número 700 de su colección él mismo recogió, con su nombre y apellidos, una antología de autores en lengua española, ‘Filiobiblón’, donde el libro ocupa el centro de cada poema. Setecientos entonces, mil ya, y a pesar de las cantidades, que ocupan su lugar en las estanterías, todavía la oportunidad de cumplir viejos sueños. El último, hace unos meses: el de editar por primera vez a esa eterna sorpresa de la lírica que es don Antonio Machado. Nunca es tarde si la dicha es buena.
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