ARTE
Las cartas sin destino de Alicia Framis
Un nuevo prototipo de la catalana invita a abandonar nuestros miedos en la galería Juana de Aizpuru de Madrid. ¿Pero lo consigue?
Fernando Castro Flórez
Una carta llega siempre a su destino; para Lacan, eso es «lo que quiere decir la carta robada», añadiendo que esto sucede «incluso en sufrimiento». Hace años que prácticamente desapareció la correspondencia y, si pensamos en ‘relación epistolar’, proyectamos nuestra imaginación hasta regiones cuasi- ... decimonónicas . Lo único que nos llegan, puntual y fatalmente, son las facturas, como si solamente necesitáramos mensajes que confirmen nuestra condición de sujetos endeudados.
Alicia Framis (Mataró, 1967) ha instalado en la galería Juana de Aizpuru un buzón con forma diamantina o piramidal al que califican como «escultura interactiva» en el que se pueden «depositar» nuestros miedos.
Según aclara la misma artista, esta pieza tiene su origen en las incertidumbres que hemos experimentado durante la pandemia, «que se han incrementado con la terrible guerra y el caos mundial en las que vivimos». Este objeto de acero inoxidable pulido parece ‘interactuar’ para que el miedo, la melancolía o la soledad puedan mutar en solidaridad, humildad y «aceptación del riesgo». Me cuesta calibrar si se trata de piadosas intenciones, estricta sublimación de lo insoportable o mera banalidad retórico-decorativa.
«Actos de resistencia»
Alicia Framis, sinceramente preocupada por lo que está pasando en el mundo y particularmente alarmada con las injusticias perpetradas en la guerra de Ucrania , ha convertido unas tiendas de campaña militares en una suerte de pinturas que parecieran reformular el neoplasticismo. Aunque su intención no es, a pesar del título de esas obras -‘Skin/Pieles’-, tan epidérmica como pudiera imaginarse: «Para mí, pintar la tela militar -declara esta creadora- es realmente un acto de resistencia». También añade que, al cuestionar esas tiendas de campaña de color verde, ha recuperado la confianza «en que la democracia y los derechos humanos volverán a imponerse». Lo que de momento está aconteciendo es que lo que ‘se impone’, por emplear un verbo que hace pensar en políticas totalitarias, es la violencia salvaje y la amenaza de la destrucción nuclear.
Emblemas de la impotencia
Por último, en una habitación a oscuras, se ha instalado «cuadros destinados a la gente que sufre insomnio», esto es, piezas realizadas con cinta fluorescente en las que leemos la frase monotemática «Leave here your fears». Ojalá pudiera conciliarse el sueño y escapar de las pesadillas con esta versión textualista de gusiluz. Estos exorcismos y pseudo-interacciones, marcados por el ‘latín internacional de discoteca’, tienen algo de emblemas de la impotencia crítica, o de ornamentos distractivos. La cantinela esteticista sirve para catalizar naderías. En vez de una canción de cuna, un batería, vestido o semidesnudo con un diseño de Framis, improvisa para materializar performativamente las incertidumbres que nos asaltan a todos.
Recordemos aquel departamento de « cartas muertas» en el que trabajó Bartleby y su obstinada ‘preferencia negativa’ porque tal vez nos ayuden a ‘catalizar’ lo que nos corresponde en un mundo en el que las cartas pierden su destino.
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