LIBROS
Carson McCullers y el calor
Descrita como niña anciana, Carson McCullers es la escritora de la experiencia, de lo frágil, de lo intenso, de lo inasible. Seix Barral se ha empeñado en publicar lo mejor de su obra
MARÍA FERNANDO AMPUERO
«Todo lo que sucede en mis relatos me ha sucedido o me sucederá.
No me gustaría vivir si no pudiese escribir. La escritura no es sólo mi modo de ganarme la vida, es como me gano el alma»
Carson McCullers
Calor. Un calor que ... da hasta miedo y que provoca en la gente inesperados delirios. Un calor de afuera hacia dentro y de dentro hacia fuera: solar. Un calor desesperado, desesperante. Lula Carson Smith (Georgia, 1917- Nueva York, 1967), Carson McCullers para el mundo, conoció perfectamente ese -este- calor. Lo vivió y lo describió y lo transformó en un personaje, así como hizo con el amor, el deseo, el odio y los caminos insondables que llevan a esos sentimientos.
McCullers es la escritora de la experiencia, de lo frágil y de lo intenso, de lo inasible de vivir un día tras otro tras otro. Es una escritora que ve -¿deberíamos decir siente?- lo que hay dentro de la caja de resonancia, de las matrioskas, que todos los seres humanos llevamos por dentro.
Fallo del corazón
Enorme entre los enormes estadounidenses -es ya una muletilla acompañarla con William Faulkner -, Carson McCullers, que hubiese festejado este año su centenario , si no se hubiera muerto pronto, de un fallo del corazón -¿qué otra cosa podía ser?- a los cincuenta, es una escritora a la que hay que leer cuando quieres que te cuenten lo que sientes -incluso el calor- y no sabes cómo ponerlo en palabras: ella sí que supo, lo supo desde siempre porque todo lo que sucede en sus relatos nos ha sucedido o nos sucederá.
McCullers, que era tan joven y sin embargo tan antigua, una niña anciana , como la han descrito, conocía y usaba las palabras como un escalpelo para explicar lo que callamos por idiotas, por miedosos o por ignorantes. Por ejemplo estas de «La balada del café triste» : «El amado teme y odia al amante, y con razón: pues el amante está siempre queriendo desnudar a su amado. El amante fuerza la relación con el amado, aunque esta experiencia no le cause más que dolor». O: «cuando se ha vivido alguna vez con otra persona, es un tormento tener que vivir solos. El silencio de una habitación donde arde el fuego, cuando de pronto se para el tictac del reloj; las sombras obsesionantes de una casa vacía». Y estas otras de «El corazón es un cazador solitario» : «¿Y cómo pueden los muertos estar realmente muertos si siguen viviendo en el alma de aquellos que dejaron detrás?».
Tensión, ternura
Para felicidad de los lectores de esta sobrenatural vidente del corazón humano -ay, tan extraño, tan anómalo, tan suyo y tan mío- la editorial Seix Barral, ha publicado una colección conmemorativa del 100 aniversario de Carson McCullers, con estudios introductorios de Rodrigo Fresán, Elvira Lindo, Paulina Flores, Jesús Carrasco y las portadas preciosas y delicadas que ha diseñado la española Sara Morante, que incluye sus obras fundamentales: «La balada del café triste», «Reflejos en un ojo dorado», «Reloj sin manecillas», «El aliento del cielo», «Iluminación y fulgor nocturno (autobiografía)», «El corazón es un cazador solitario» y «El mudo y otros textos».
La escritora vio lo que hay dentro de la caja de resonancia que todos llevamos dentro
Maestra de narrar la tensión, los ambientes enclaustrados espejos de claustros morales, la violencia -¿es que alguien puede olvidarse de los tiernos pezones mutilados por una tijera de podar de «Reflejos en un ojo dorado»?-, la ternura, el fracaso -«El mayor peligro, el de perderse a sí mismo , puede pasar calladamente, como si nada; las demás pérdidas, las de un brazo, la de una pierna, la de cinco dólares, la de una esposa, etcétera, no pueden pasar inadvertidas». La incongruencia de aquellas ideas, funestas y vulgares como su propia vida, sonaba como el metálico repiqueteo del reloj de la ciudad, sin cadencia ni sabor (de «Reloj sin manecillas»)-, la sexualidad, la marginalidad, Carson McCullers consigue lo que pocos narradores: envolvernos de a poquito en un mundo donde la atracción y la repulsión juegan a las cartas -al póquer, digamos- en un verano interminablemente sofocante.
Sabia y a la vez inexperta , curiosa y obsesiva, enfermiza desde siempre, pero con una risa comparable a una fuerza de la naturaleza, el escritor Paul Bowles la describió así: «Junto a esa exagerada simplicidad suya, también iba una devoción total y un absoluto sojuzgarse al acto de escribir por encima de toda faceta de su existencia. Esa seriedad que no admitía distracciones no le otorgó el aire de una persona adulta sino el de una prodigiosa y ligeramente anormal niña que se negaba a salir a jugar porque siempre estaba demasiado ocupada tomando apuntes en su libreta de notas».
Contemporaneidad
La prodigiosa y ligeramente anormal niña adorada por periodistas narrativos y escritores por su puntería diabólica a la hora de contarnos el mundo, posee, además, el raro privilegio de la eterna contemporaneidad. Carson McCullers describe lo que (nos) pasa con tal acierto que lo único que nos queda es el sabor amargo -un destilado del terror- de saber con certeza que el tiempo no hace más que dar vueltas sobre sí mismo:
«Es difícil explicar cómo te sientes cuando ves a alguien que pasa hambre. Piensen que su habitación estaba sólo a unos pocos metros de la mía y que me resultaba imposible no pensar en ellos. Al principio no creía en lo que veía. Esto no es una casa de vecindad en un barrio pobre, me decía. Vivimos en una parte de la ciudad bastante buena, de nivel medio (…) Desde la calle estos edificios parecen casi lujosos y no es posible que alguien que viva aquí pase hambre» . (Del cuento «El patio de la calle Ochenta, zona oeste»).
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