«Canción de sangre y fuego», el nacimiento de una potencia

Decir que a Jorge Molist le tira la Edad Media , uno de los períodos históricos preferidos de este género, junto a Roma clásica, es una obviedad. Es probable que una de las causas de la fascinación resida en el hecho de que en cierta manera las nacionalidades europeas se constituyeron en ese período. De los cátaros a la familia Borgia o al reinado de Pedro III de Aragón , que es el personaje que ahora nos ocupa.

Molist acaba de publicar «Canción de sangre y oro», con la que ha obtenido el Premio de Novela Fernando Lara , y donde el autor presenta al lector un paisaje único en la historia de los dominios mediterráneos : la consolidación como potencia marítima de la Corona de Aragón realizada por el hijo de Jaime El Conquistador, consolidación que se realiza cuando se percata de que el matrimonio con Constanza II de Sicilia, apenas una niña, hará que su reino entre en el juego de las potencias mediterráneas.

Ni que decir tiene que el período que Molist frecuenta es fascinante y avasallador : el mundo de las vísperas sicilianas, revueltas contra el príncipe Carlos de Anjou y que estuvieron a punto de degenerar en un conflicto entre Francia, Aragón, el Papado y el reino de Nápoles. Se necesitó coraje , una buena dosis de inteligencia estratégica... y una suerte casi sobrenatural, para que Pedro III llevara con éxito el plan que haría de Aragón una potencia, haciendo realidad lo que representan los colores de su bandera, sangre y oro. Amor, venganza por parte de Constanza que con ese matrimonio llevará a cabo su particular sed de justicia contra Carlos de Anjou, asesino de tantos paisanos suyos; intrigas inteligentemente llevadas, como corresponde a un Papa ya casi renacentista como Clemente IV; a pariciones sonadas de legendarios guerreros como Roger de Lauria..

Después de que tomara Sicilia, Pedro III tuvo que hacer frente a varios frentes, contra Felipe III de Francia y el recién nombrado Papa Martín IV, que llegó a excolmulgar al rey aragonés hasta que llegó a consolidar el reino, muriendo poco antes de declarar la guerra a su sobrino, el rey Sancho IV de Castilla. Molist recrea con tino y fina intuición este espléndido pasaje de la Corona de Aragón, crucial en aquellos años y de cuya legandaria figura da cuenta el hecho de que su tumba es la única que nunca ha sido profanada de todos los reyes de Aragón .