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LIBROS

La belleza de vivir en la espera

Andrea Köhler aborda en un delicado conjunto de notas, aforismos y citas literarias la batalla contra la falta de tiempo

Jaime G. Mora

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Terminé de leer el libro de Andrea Köhler sobre la espera, « El tiempo regalado », metido en un avión: esperando. La aeronave que nos debía traer de vuelta a España tardaría en despegar cuarenta minutos más de lo previsto, porque antes debía salir el «Air Force Mali», que transportaba al presidente de este país africano.

«Hacer esperar es privilegio de los poderosos –leía a Köhler, encerrado en el avión–. El que nos hace esperar celebra su poder sobre nuestro tiempo de vida, y el hecho de que jamás lleguemos a saber si nos están haciendo esperar a propósito es lo que le confiere a este poder un carácter ominoso».

Con siete horas de desconexión por delante en un avión ruidoso y frío, abstraerme de «la impotencia de la espera» con este libro era una buena idea.

La espera y el poder. La espera y el amor. La espera y la enfermedad. La espera y las expectativas. En «El tiempo regalado» la ensayista alemana Andrea Köhler reflexiona con lirismo contenido sobre uno de los aspectos más naturales de la existencia, y sin embargo tan reñido con la moderna sociedad capitalista.

El libro, un sugerente y delicado conjunto de anotaciones filosóficas, aforismos y citas literarias , pretende explicar la paradoja más conocida de nuestro tiempo, a juicio de la autora: «la abundancia de la falta de tiempo».

La vida se ha acelerado tanto que no tenemos tiempo ni para perderlo en un atasco, o en el andén del tren, o en la consulta del médico. Nos ocupamos para no consumirnos en la espera de una llamada, una oferta o la llave en la cerradura. Y no nos damos cuenta de que el ser humano no es más que un animal que espera la muerte.

Para leer a Köhler es conveniente liberarse de esa servidumbre de la que hablaba Kapuscinski en «Ébano»: «Entre el hombre europeo y el tiempo se produce un conflicto insalvable, conflicto que siempre acaba con la derrota del hombre: el tiempo lo aniquila». Una batalla que los africanos sí supieron ganar, pues para ellos «el tiempo es una categoría mucho más holgada, abierta, elástica y subjetiva».

Lo comprobé en Malí, donde no me quedó más remedio que aceptar esa tregua con las prisas. Entendí mucho mejor las reflexiones de Köhler sobre quienes saben esperar, aquellos que «saben lo que significa vivir en el condicional». Ya sea con la persona amada, con la espera convertida en un «afán que crece hasta volverse anhelo, o incluso delirio»; ya sea con la enfermedad, que supone «entrar en una especie de compás de espera en el que la materia nos confronta con su lentitud específica»; ya sea con la expectación, esa mezcla de memoria e imaginación: «Siempre viajamos a dos mundos, el de los sentidos y el imaginario».

Köhler acepta que con la modernidad los tiempos de espera se han acortado, pero escribe para recordar su belleza, pues vivir con prisas es vivir solo a medias: «Y la vida es demasiado corta para eso».

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