ARTE
Azucena Vieites: «Entiendo el estilo como una forma de resistencia»
Fue una de las autoras más aclamadas del arte español del cambio de siglo, que ahora entra en Alcalá 31 revisando su obra
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Iniciar sesiónTiene muy marcada la idea de generación: la suya es la de Itziar Okariz y Jon Mikel Euba. Con ellos, Azucena Vieites (Hernani, 1967) compartió y comparte estrategias: las del «do it yourself», cuando ni siquiera lo denominábamos así; la de expandir técnicas (en ... su caso, el dibujo y la serigrafía); la de concebir la obra como una imagen; discursos del punk, del feminismo y de la teoría queer... Muchos de esos resultados conforman ahora Playing Across Papers , en Alcalá 31, donde condensa estrategias y expande lecturas.
Deja claro Mariano Mayer, el comisario, que «Playing across Papers» no es una retrospectiva. ¿Cómo ve las obras que la integran una artista que se encarga de reasignar significado a imágenes preexistentes?
Es lógico que aquí planee la idea de retrospectiva, pero para mí tiene más sentido cuando tu trayectoria es mucho más amplia que la mía. Prefiero, como sucede con otros miembros de mi generación, hablar de relecturas, de nuevas búsquedas en lo ya realizado. Es cierto que he querido mostrar primeras obras que casi no se han visto. Me apetecía jugar, verbo que aparece en el título, y no tener en la cabeza esa idea de sentar cátedra, sino de volver a mirar lo realizado.
¿Usted ha sido una artista intuitiva o programática?
Creo que ambas cosas. Cuando empiezas a trabajar, tengo la sensación de que actúas sin tener un contexto teórico claro o asumido que englobe el trabajo. Es con el paso del tiempo que puedes mirar con distancia lo realizado y, por ello, contar con recursos teóricos que «nombran» lo que hacías. No significa que esos contenidos no estuvieran, sino que simplemente no estaban teorizados. Ahora lo llamamos «Cultura del Do it Yourself »; entonces era responder a una necesidad. Yo empiezo además en un momento en el que surgen las políticas queer, entonces por definir. Eso, unido al feminismo, dio pie a un caldo de cultivo en mi obra que no estaba tan racionalizado.
Lo que unifica lo reunido aquí son las técnicas empleadas, el dibujo y la serigrafía, que tampoco responden a una lectura canónica de las mismas.
Dibujo, pero nunca lo hice de forma ortodoxa. He desarrollado una técnica personal que tiene que ver con él por una serie de cuestiones que también podrían definirse como ideológicas –como la economía de materiales, fácil transporte, no ser esclava de un estudio...– y que se despegaban de una especie de tradición asociada a la técnica que pesa mucho y sobre la que tanto se ha reflexionado. De ahí el interés por disciplinas que siempre se han entendido como artes menores. Y lo interesante es que, aunque yo haya dibujado, o haya empleado técnicas como la serigrafía, la impresión o la fotocopia, he hablado siempre de todos esos resultados en términos de «imágenes».
Me resulta curioso que hable de pertenecer a una generación. Ese es un concepto más fácil de aplicar a otros agentes españoles de otras épocas.
Es un concepto cuestionable, pero yo hablo de generación en un sentido que no implica nacer en un mismo año, sino compartir intereses comunes. Me reconozco como integrante de una generación en tanto por una interlocución mantenida con gente con la que he estudiado y que se ha mantenido en el tiempo. Lo que queda es una conexión importante, una idea de apoyo y de que el trabajo no se construye de manera individual.
Mencionó el «Do it yourself», la mezcla alta/baja cultura, el post punk, la música, como señas de identidad de esa generación. ¿Qué sigue valiendo hoy de todo aquello?
Es interesante eso que propones. Hay algo que ha cambiado en relación a las dinámicas que yo utilizaba por el mero hecho del cambio de tecnologías. Los míos, en el pasado, eran recursos analógicos.
¿Cómo se lleva con el concepto de estilo?
También lo he tratado. Es importante, y, de hecho, en los ochenta, ante el empuje punk, es algo que se recupera como concepto, tal y como lo definía Judith Butler : el estilo como resistencia cultural. Desde ese lugar lo entiendo yo.
¿A la abstracción llegó por saturación?
Creo que la abstracción he llegado desde la voluntad de querer obtener o producir imágenes vinculadas a un imaginario subcultural feminista o queer más abstracto, porque el tipo de imágenes que se le vinculan suelen ser muy figurativas. Lo mismo ocurre con las que provienen del arte. Son todas ellas muy literales: «¿Feminismo? Una mujer». Eso las convierte en ilustraciones.
¿También varían las lecturas de estas cuestiones treinta años vista?
Son temas que me siguen interesando porque siguen estando en mi vida. Lo que en su día me sedujo al respecto es que eran espacios de conocimiento para mí. A través de estos campos, y gracias al dibujo, yo conocía. Yo buscaba, yo hacía, yo producía... Creo que es importante conocer el origen de cada dibujo. También he dibujado a partir de revistas de prensa femenina y el resultado es muy distinto. Pero dibujar desde lugares distintos ayuda a comprender cómo se construyen las imágenes. Porque cuando tienes una imagen hipercodificada es muy difícil quitarle esa carga, aunque trates de redirigirla o resituarla.
¿Ha habido también una intención «de clase», como sostiene Peio Aguirre en el catálogo, en su quehacer?
Es algo muy generacional también. Soy hija, en mi caso, de inmigrantes gallegos, la primera generación que nació en el País Vasco. Mi padre trabajaba en una fábrica. Somos de clase obrera: Itziar, Jon Mikel, yo... Reconozco que a mí el trabajo nunca me ha gustado. Me refiero al trabajo en el sentido «ganarás el pan con el sudor de tu frente». Me parece horrible porque te mete en dinámicas que imposibilita tener tiempo para pensar. Y yo necesito mucho tiempo para pensar y, sobre todo, para perderlo.
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