arte
Elena Asins: «En España, la cultura no interesa»
«Encuentros tardíos», proyecto específico para el Koldo Mitxelena de San Sebastián, es la actualización de viejas ideas de Elena Asins para el presente, corolario de su retrospectiva en el Reina Sofía. Resumen del buen hacer discreto de esta autora
javier díaz-guardiola
Elena Asins es una mujer tranquila, afable, austera. Pero sentencia con sus declaraciones: «España no es una madre, es una madrastra: trata mal a los artistas, a los intelectuales, a los investigadores. Sin embargo, ofrece buen trato a los futbolistas. Pan y circo»; «Agradezco el ... reconocimiento – antológica en el Reina en 2011 ; Premio Nacional de Artes Plásticas ese mismo año; Premio al Mecenazgo en 2012 –, pero me disturba. No me deja trabajar»... Apartada en un pueblo de Navarra de apenas 30 habitantes, la madrileña se expone de nuevo públicamente en una memorable cita en el Koldo de San Sebastián en la que reactiva piezas antiguas. Así las explica.
«Encuentros tardíos»: Un conjunto de obras que se gestan en el pasado y que se desarrollan en el presente.
El título hace referencia –en contraposición con la muestra del Reina Sofía , una «antológica» o «retrospectiva» según sus organizadores, pero ni lo uno, ni lo otro, para mí– a que me sirvo de mi obra actual. Sobre todo con el vídeo. Por eso lo llamo Encuentros tardíos, aunque podrían llamarse también «últimos encuentros». En Madrid, lo que se desarrolló fue una temática sobre la totalidad de mi obra, de 1968 hasta la actualidad. Los encuentros tardíos lo son del ahora.
«Mi obra no es para consumir en un momento; es un trabajo para detenerse, para reflexionar»
Ese interés por el vídeo lo es por la temporalidad del trabajo artístico.
El tiempo para mí siempre ha sido fundamental. Mi obra se basa en el desarrollo temporal de las cosas. Y el vídeo es idóneo para eso. Me interesa su movimiento, la transformación, la transición que permite de un estado a otro. Eso incluye dos tiempos: el del propio registro y el que el espectador emplea en verlo, en consumirlo.
Podríamos creer que hay una idea de progresión o linealidad en las obras reunidas. Pero es falsa. Usted habla de circularidad.
La pieza de los menires da cierta sensación de ejército, son más de cuarenta. Sin embargo, y aunque en fila india, es una circunferencia. Hay todo un desarrollo en esas piezas que va a la inversa de las agujas del reloj, lo que nos devuelve al punto de origen. Eso es algo que se repite en todos mis trabajos. Comencé a generar mi lenguaje en Stuttgart, en el piso de unos amigos. Tenía una habitación muy pequeña. No podía acumular nada. Entonces empecé a hacer números. Cogí un cuaderno y empecé a trazar puntos en el espacio, que luego unía. Esa base, a modo de algoritmo, la empecé a introducir en las obras, y, en cierta manera, se mantiene aquí.
Hablamos de matemáticas, pero la habitación a oscuras de «Agujero negro» es treméndamente poética.
Ese entorno habla de la ausencia, de la invisibilidad. Es una pieza que hay que descubrir poco a poco. Se inauguró en el Centro Cultural de la Villa, en Madrid, y fue allí donde la vio Javier Maderuelo, que la definió como el vacío que queda en la habitación. Esa era la verdadera escultura para él. Estuvo también en el Reina Sofía. Llevo ya unas cuantas... Pero siempre tengo la sensación de que se transforma según el espacio. Trabajo a escala: Su pieza central es la tercera parte de la habitación que la ocupa.
España no es una madre, es una madrastra: trata mal a los artistas, a los intelectuales»
Hablábamos antes de tiempo... Necesitamos tiempo para darnos cuenta de lo que significa esa habitación, su recorrido...
Mi obra no es un trabajo para consumir en un momento; es una obra para el detenimiento, para la autorreflexión. Quiero que, como en un espejo, se proyecte en uno mismo.
La cita pivota sobre la figura del menhir.
No trato de copiar el de la Prehistoria, sino de hacer mi propia interpretación. El menhir se basa en un determinado corte. Pero para hacer esto que parece tan fácil, hice multitud de cortes. Conseguí hacer una cuadricula imaginaria en la cual dividía el espacio en seis partes, tanto de manera horizontal como vertical. Y entonces cogí dos partes de un lado, y en lado opuesto, la mitad de una: ese es el corte al que llamo menhir. En un dialogo. Una obra sola de las 40 expuestas no tendría ningún sentido. Lo importante es el diálogo de las unas con las otras. En mi obra siempre se trata de relaciones de unas figuras con otras. Las piezas están conversando, contando una historia, una leyenda.
Usted que trabaja también con la palabra, que se ha dedicado a la crítica, a la poesía, sabe que ningún término es inocente. El de menhir está cargado de simbología. ¿Cómo se despoja de ella?
No se puede. Yo conocí los menhires en Guipúzcoa. Lo que más me entusiasmó de la idea del megalito es que no son la obra de un artista, de un showman , que es en lo que se ha ido convirtiendo el artista en estos tiempos, sino de una comunidad. Estuve en unas cuevas de Francia, y pregunté a la guía por qué no había pinturas. Me dijo que ellos solamente pintaban cuando enterraban a sus muertos. Esto me pareció fundamental, porque el arte no es un artículo de lujo, como no lo son la cultura, la investigación y la educación; son artículos para que el sujeto tome conciencia y se haga persona.
«El arte no es un artículo de lujo. Es un instrumento para que el sujeto se haga persona»
El germen de estas obras está en esa década, que coincide con su vuelta a España. ¿Se puede hablar de una etapa española?
Para nada. Helga de Alvear, una de mis galeristas, siempre dice que mi obra no pertenece a la escuela española, sino a la alemana. Yo creo que no pertenece a ninguna. Y si alguna influencia he recibido, es más alemana. No me interesa el arte español. No me interesa Goya. De Velázquez, algún cuadro, no precisamente Las meninas. Prefiero a Holbein, Durero, Vermeer... Encuentro que el pueblo español carece de una cultural global. Esa es la pena. Cree que yendo a El Prado lo ha visto todo. Y no. Hay muchas cosas maravillosas en la vida, aunque El Prado es un gran museo. ¿Qué es el arte aquí para la gente? ¿Un artículo para ponerlo detrás del sofá? El nivel cultural español es tremendamente bajo.
Fue pionera en el uso de la computación asociada al arte. ¿Es esta la era digital que uno se planteaba desde el pasado?
Estamos en un paso intermedio todavía, en los primeros pasos. Las nuevas generaciones tendrán las cosas mucho más fáciles. El ordenador todavía no ha llegado a ser un punto culminante de todo lo que puede ser la nueva era digital; inclusive a nivel político y económico. No sé si para mejor o para peor.
Se ha dedicado a la docencia y la crítica. Da conferencias, charlas... ¿Cuál es entonces el mensaje que no puede faltar?
Que la gente piense por sí misma. Que no se deje engañar. Que tenga criterio propio.
¿Se atreve a hacer la crítica de esta exposición?
Siempre la hago. Soy la primera crítica de mi propia obra. Ha quedado francamente bien. Estoy muy contenta con ella. No he intervenido en el montaje, pero cuando lo vi por primera vez, me pareció magnífico.
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