arte
Art Basel: Una feria en 3-D
Mientras Europa se tambalea, la 43 edición de Art Basel, desde su corazón, se muestra inamovible, impasible, incluso, aburrida. Se imponen el mercado y los nombres de siempre
laura revuelta
La feria de Basilea gira sobre sí misma, una y mil veces. No hay otra vuelta que valga más que la que aquí se da cada año al mundo y al mercado del arte. Sobre el mismo eje y sobre los mismo artistas. ... Uno puede ausentarse una edición, incluso dos (tal ha sido mi caso), con tsunamis económicos de por medio, que nada cambia , que todo permanece igual: inamovible, inasequible e inaccesible al coleccionismo modesto, como el español, y ahora más que nunca. Los mismos artistas con los mismos pelajes o los mismos perros con idénticos collares (y que nadie se me ofenda por el símil canino). No hay sorpresas. No hay apuestas o no hay más apuesta que la que se cotiza en las altas cotas, y estas siguen siendo iguales desde hace ya un lustro.
El poder narcótico del dinero
Art Basel sigue girando sobre sí misma, poseída por el poder narcótico del dinero que tiene unos nombres y apellidos bien claros. Por eso, tal vez, en la jornada inaugural de ArtUnlimited, el artista Germaine Kruip , que montó una performance (Posibilidad de una abstracción. Círculo de danza) donde daba vueltas igual que en una coreografia derviche, nos hacía reflexionar sobre este hecho. Sin duda, hipnotizados por la secuencia repetitiva de sus actos y porque la visita a esta inmensa nave, donde una edición tras otra siempre se ha optado por el conjunto más llamativo y grandilocuente, nos traía una y otra vez idénticos nombres. Lo espectacular mil veces repetido se convierte en un aburrimiento espectacular. Y nos hemos aburrido por mucho Ugo Rondinone , Franz West, Runa Islam, Kimsooja , Douglas Gordon, Hamish Fulton y Richard Phillips –con Linsay Loham protagonizando su vídeo surfista y surfero– que se hayan puesto de por medio.
Art Unlimited gira sobre sí mismo sin cambiar el paso. El mercado no está para sobresaltos
Y podría seguir encadenando nombres: Philip-Lorca diCorcia y sus Thousand de polaroid, donde lo mismo se puede encontrar una de sus clásicas y turbias escenas que una corrida de toros; Cosima von Bonin y su Imperio de la nada, nunca venga mejor dicho; Jimmie Durhan y un Homenaje a Buñuel, un tótum revolutum donde el genio aragonés no aparece por ningún lado, como no sea en forma de cabeza de toro (pensamos); y sus Retratos y un sueño, palabras y más palabras; Mike Nelson y After Kerouac , una instalación en espiral desde cuyo interior se quiere evocar el vértigo de la carretera y de los neumáticos quemados de la poesía beat generation; Damián Ortega y su Arquitectura sin arquitectos, que da la bienvenida en una de las entradas, donde las piezas o muebles (sillas, lámparas, mesas...) de una estancia vuelan por los aires en una suerte de cuadro «magrittiano»; Chris Burden y la escultura Curved bridge...
Absurdos para ver sin gafas
Y continúa el listado: Jeremy Deller y su vídeo en 3-D Exodus, cientos de murciélagos en ebullición y en movimiento tridimensional (su poética se pierde en el absurdo de ponerse unas gafas 3-D, como en tantos otros absurdos aquí reunidos que ni siquiera necesitan de gafas); David Claerbout y la que es, sin duda, una de las piezas más hermosas de este Art Unlimited: su Orchestra, que se vislumbra tenuemente en un rincón, al final de un recorrido envuelto en la oscuridad más absoluta.
Pero la palma metafórica se la lleva Michael Sailstorfer , que se queda tan ancho y tan tranquilo con la instalación de un coche a punto de estrellarse contra una pared de ladrillo al que pone por título algo así como Si murieras en un accidente... Lo dicho: otro absurdo tridimensional –al estilo de muere joven y deja un bonito cadáver – como este Art Unlimited que gira y gira sobre sí mismo sin cambiar el paso, sin dar sorpresas porque para sorpresas no está el mercado.
No hay apuestas o no hay más apuesta que la que se cotiza al alza
La zona más comercial de esta feria, aquella que se divide en dos inmensos y apabullantes pabellones , no es apta para cardiacos, pero tampoco para sobresaltos. El miedo recorrió los minutos inaugurales , cuando las puertas estaban a punto de levantar el cierre. ¿Cómo no tener pánico si el mundo alrededor se derrumba? Pero aquí, pronto, todo temor se olvida con una copita de champán , la que da por inaugurada esa ceremonia tan habitual en este mercado del lujo en el que se enmarca Art Basel: que corra el dinero sin fijarse en el terremoto de las primas de riesgo con epicentro en toda Europa. Por eso, la sorpresa es que no hay sorpresas , todo fluye sobre los pilares inamovibles de este mercantil mundillo. Llámalo Warhol o Picasso o Basquiat o cualquier otro nombre de los que no han bajado su reputación a lo largo de los tiempos y de las épocas.
Tu al este, yo a Estados Unidos
A pocos kilómetros de distancia (en Alemania), se celebra la Documenta de Kassel y lo que ha quedado muy claro para quienes han observado ambos escenarios es que mientras el mundo curatorial echa una mirada hacia el este, otros territorios y continentes más exóticos, aquí la flecha va directa al corazón de Estados Unidos . Ya sean sus artistas más representativos o sus coleccionistas más activos. Cerca del veinticinco por ciento de los creadores aquí expuestos proceden del otro lado del charco. La razón resulta siempre obvia en estos casos: apuesta sobre valor seguro, que algo queda. Tal vez, ya se esté pensando en Hong Kong y la vía mercantil que Art Basel abre allí en 2013 .
Este año, quizá más que ningún otro, se ha distanciado lo que dice el mercado y lo que sugieren los otros escenarios donde se escenifica la tragedia del arte contemporáneo, la de la teoría y los conceptos. La Documenta alemana ha levantado el vuelo , pero no parece haber dejado huella en el mercado, que sigue a su aire y con sus aires de grandeza. No son buenos tiempos para que teoría y práctica (dinero, al fin y al cabo) hagan buenas migas o buenos dividendos. Cada cual gira sobre su propio ombligo.
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