LIBROS
Annie Ernaux, la escritura y la vida
Annie Ernaux acompañó a su madre hasta la muerte. He aquí el relato descarnado y humano de esos días
ALOMA RODRÍGUEZ
La madre de la escritora francesa Annie Ernaux (Lillebonne, Normandía, 1940) murió en 1986. A ella le dedicó un libro excepcional, «Una mujer» (1988), el relato de su vida y de la relación entre ambas , que pasó de la idealización infantil a ... los cuidados en la vejez y que mantiene siempre, además de la identificación, una especie de insatisfacción original incurable. Ernaux llevaba un diario de la degradación de su madre desde que esta pasó una temporada en su casa, antes de que fuera ingresada en el servicio de geriatría del hospital de Pontoise: «Me puse a anotar, en trozos de papel, sin fechas, frases, comportamientos de mi madre que me aterrorizaban. […]». Esas notas, que llegan hasta unos días después de la muerte, se publicaron en Francia en 1997 y acaban de aparecer traducidas al español bajo el título de «No he salido de mi noche», las últimas palabras que escribió la madre de Ernaux, en una carta que solo un mes después de haberla empezado ya no era capaz terminar.
Para Carrère, los libros de Ernaux son una mezcla de autobiografía, historia y sociología
Ernaux comenzó a escribir la historia de su madre a finales del 85 «con sentimiento de culpa» , según cuenta en el prólogo. «Al morir mi madre, rompí ese comienzo de relato, emprendiendo otro que vio la luz en el 88. Durante todo el tiempo que me ocupó la escritura de aquel libro, no volví a leer las páginas redactadas durante la enfermedad de mi madre». Decidió publicar este diario porque le ofrecía la posibilidad de cuestionar «la coherencia en la que desemboca una obra», que «debe ponerse en peligro cuantas veces sea posible». Más adelante, Ernaux explica: «Las revelo tal y como fueron escritas, f ruto del estupor y el trastorno que entonces sentía yo».
Muchos de los libros de Ernaux son una mezcla de autobiografía, historia y sociología, según ha explicado Emmanuel Carrère . Este libro puede leerse como indica Ernaux en el prólogo, «como el residuo de un dolor». Pero también es un tratado de la degeneración física y mental, un mapa del envejecimiento y un retrato conmovedor y crudo de la inversión de la relación materno filial que provoca esa degradación. Conforme la enfermedad avanza, la madre de Ernaux se infantiliza y los roles se intercambian : «Se ha levantado esta mañana y con un hilillo de voz ha dicho: ‘Me he hecho pipí en la cama, se me ha escapado’. Las mismas palabras que le decía yo cuando me pasaba de pequeña». El envejecimiento de la madre es también un anuncio de lo que será el de la hija.
Sin rodeos
«No he salido de mi noche» recoge con una escritura despojada, sin rodeos ni metáforas, todo lo que el estado de su madre le provoca, los recuerdos que le dispara, las reflexiones. Es un libro impúdico en las emociones y en lo físico : «Comida, orina, mierda, olores, esa mezcla de olores que sorprende nada más salir del ascensor»; «Gracias a la enfermedad de mi madre, y luego del encuentro de A., me he reconciliado con la humanidad, con la carne, con el dolor». Aparece el sentimiento de culpa de la hija: «Querría morirme», escribe sobre lo que siente cuando su madre le pide que la lleve con ella; «Hoy me sentía culpable, otra vez». Y en el centro, como siempre en los libros de Ernaux, está la unión indestructible entre la escritura y la vida: «Escribir sobre la propia madre plantea, a la fuerza, el problema de la escritura». En estas notas Ernaux se abre en canal, sin miedo a ser juzgada . Mientras escarba en la relación con su madre y detalla los cambios en su estado, la belleza y la ternura aparecen de manera inesperada en este relato profundamente humano.
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