Álvaro Enrigue - La Trasatlántica

Hípica

La novela moderna comienza con un retrato del taller del escritor que duda, que se deja vencer por sus miserias. Un fracasado tirando a viejo

Cervantes se burló de la idea de autoridad

Decía Cervantes del acto de redactar su prólogo mientras lo iba emborronando: «Muchas veces tomé la pluma para escribille, y muchas la dejé por no saber lo que escribiría; y e stando una suspenso, con el papel delante , y la pluma en ... la oreja, el codo en el bufete y la mano en la mejilla, pensando lo que diría, entró a deshora un amigo mío».

Ese amigo que entraba era un trasunto de Lope de Vega -al que hacía ver como un publicista de sí y no como el poeta y dramaturgo infinitamente superior a él mismo que también era. El personaje le recomienda escribir unos elogios de su obra y atribuírselos a otros. Cervantes cuenta en su prólogo que decidió seguir su ejemplo y puso a Amadís de Gaula y Orlando Furioso a florear al ‘Quijote’ . El encomio final, escrito en forma de soneto dialogado, lo tendría que haber escrito, aunque no se diga, Babieca, el caballo del Cid.

La carne del verbo

La novela moderna comienza con un retrato del taller del escritor que duda, que se deja vencer por sus miserias. En esas primeras páginas del ‘Quijote’ se abría la cortina de un libro y detrás ya no estaban ni los clásicos ni el Espíritu Santo. No el verbo hecho carne, sino la carne del verbo: un fracasado tirando a viejo, con manchas de tinta en los dedos. Un yo sincero.

El siglo XVII, cuyo rumboso nacimiento en Europa estuvo marcado por la invención del microscopio en 1590, el estreno de ‘Hamlet’ en 1601, la publicación de la primera parte de ‘El Quijote’ cuatro años más tarde, y el registro de la patente del telescopio en Italia durante 1608, fue el siglo del espectador y en el mero centro de ese parto ya no estaba Dios y sus intervenciones en la historia sino un yo que trataba de entender. Vislumbrar la posible sustancia divina de las cosas proponía una teoría de su existencia, pero no de su variedad, que se empezaba a extender infinitamente y presentaba un nuevo problema: el punto de vista.

Apogeo del punto de vista

A partir del enfrentamiento con toda esa humanidad que eran los americanos - Cortés y Moctezuma viéndose a la cara sin entender quién era ese otro-; del ingreso de percepciones y bienes asiáticos a la villa europea -también por la vía americana-; del hallazgo de Galileo de que las estrellas vagabundas no eran estrellas, sino mundos, quedó claro que aunque los sentidos percibieran la misma cosa, la interpretaban de manera distinta según donde fuera procesada. Un mundo múltiple demandaba la aceptación de lo distinto; acuerdos, no definiciones.

Los libros de ficción, las novelas -de caballería, pastorales, picarescas; lo que había-, fueron hasta la hora del ingenioso hidalgo crónicas del estampado. Del ‘Quijote’ en adelante contaron el estampado y la trama en que estaba impreso: la obra y quien la cuenta, el apogeo del punto de vista. Antes de ver a Alonso Quijano el lector veía a Cervantes burlándose de la idea de autoridad, desmontando la trama que hasta ese momento le había dado legitimidad a la escritura literaria. Si Lope de Vega escribía elogios en verso para sus propios libros y se los atribuía a poetas imaginarios, ¿por qué no abrir la cortina con Amadís elogiando a un loco? La modernidad, y esto explica tanto, empieza también con un soneto escrito por un caballo.

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios