ARTE

Alfredo Alcain, el intratable amable

Hacía tiempo que Alfredo Alcain se merecía un reconocimiento. Este llega en forma de magnífica retrospectiva en el MARCO de Vigo

Bodegón

Pieza inclasificable en el puzle de nuestra plástica contemporánea, Alfredo Alcain (Madrid, 1936), no ha encajado nunca bien en las categorías con que se han decantado los modos y las modas del arte nacional. Demasiado castizo para ser un pop en sentido estricto, ... y moderno en su momento para ser realista; demasiado abstracto para ser un simple figurativo, y viceversa; demasiado heterodoxo para ser un geométrico ‘avant la lettre’; demasiado narrativo en su automatismo; demasiado irónico, alegre, divertido para el conceptual; demasiado procesual para ser un simple naif…

Como se ve, su caso es el de alguien capaz de superponer una cantidad de estratos dentro de la imagen que la vuelve casi ‘intratable’ para la visión académica; y eso a pesar de que quizá lo amable suponga el rasgo que hilvana toda su producción. Pero en España nos manejamos mal con estos artistas que se mantienen equidistantes de todo y de todos. Siempre me ha sorprendido que, por ejemplo, los de la Nueva Figuración Madrileña no vieran en él un referente estupendo para su propia poética.

La crónica sociaL, incluso una sutil ironía sobre distintos aspectos de la vida española durante el franquismo, laten en sus reproducciones de los periódicos de entonces, que llevaban a la Virgen María a la portada, o en esos escaparates tan grises y pobres, donde lo deprimente se contiene con la melancolía. Sus fachadas de colmados, mercerías, vaquerías... reflejan con una concisión increíble un tiempo ya desaparecido , de negocios y costumbres, de formas de consumo que contrastan con esa forma brillante y atemporal en que son reflejados.

En sus revisiones de la Historia del Arte, Alcain es capaz de fundir a Cézanne con el ‘pétit-point’ , las láminas para aprender a dibujar con las tautologías del arte de concepto, a Morandi y Braque con sus amigos pintores, familiares o amigos… No hay arriba ni abajo, alta cultura versus artes populares. En esta solución disolvente, el propio ‘yo’ ocupa a veces un lugar impreciso: estremecedoras las precoces e irónicas alusiones a su propia muerte tomando como motivo esquelas o lápidas donde su fecha de nacimiento se torna protagonista, ahora que el artista tiene 86 años.

Alcain se merecía hace tiempo esta amplia y magnífica exposición retrospectiva de uno de nuestros Premios Nacionales menos divulgados, a pesar del enorme prestigio que le avala en el medio. Y apostaría a que para muchos de las nuevas generaciones podría llegar a ser una grata sorpresa, sobre todo esa gran sala centrada en los trabajos de los últimos años que vibra con inusitada actualidad.

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