Alfonso: cuando ocho ojos ven más que dos

De esta forma, el sello Alfonso se convertirá en notario visual de una España especialmente compleja y convulsa, registrando a través del –siempre subjetivo– objetivo de la cámara fotográfica fragmentos de vida, cotidiana y pública, privada y colectiva, protagonizados por importantes personajes, pero también por esas otras personas anónimas y desconocidas que nunca aparecerán en los anales, pero que son quienes construyen la cotidiana historia de una sociedad y de una nación. Una nación que no fue precisamente generosa con los miembros de la familia, todos depurados tras la Guerra Civil , y a los que se les retiraría el carné de periodista hasta 1952.

La Comunidad de Madrid, en colaboración con PHotoEspaña’21 , presenta ahora en la Sala Canal de Isabel II la exposición ‘Alfonso. Cuidado con la memoria’, comisariada por Chema Conesa y Ana Berruguete , una completa selección de 144 fotografías, junto a un variado conjunto de documentos inéditos y copias ‘vintage’, pertenecientes a dos colecciones privadas, así como al Archivo General de la Administración , que posee la titularidad del fondo fotográfico de Alfonso.

Este proyecto expositivo se articula en torno a cuatro apartados. El primero plantea una introducción general respecto al sentido, función y estructura de los estudios Alfonso. La segunda etapa, titulada ‘El imperio de la imagen’ , hace referencia, a través de un cuidado resumen, de una serie de obras de las tres primeras décadas del pasado siglo XX, una época que supone dentro de la fotografía de prensa un momento dorado.

Un tercer apartado, ‘Los años convulsos’ , coincide como bien se indica con un tiempo especialmente complejo, crispado y traumático dentro de la reciente Historia de España, levanta acta visual de esos años que abarcaron el prólogo y posterior desenlace de la Guerra Civil, así como la inmediata posguerra. Para terminar, un cuarto y último capítulo se centra en el género del retrato , una praxis que el estudio Alfonso desarrolló en extensión y profundidad, a la par que su actividad documental.

Y ciertamente, el retrato es uno de los puntos fuertes de este proyecto expositivo, dibujando un amplio fresco de personajes, famosos y anónimos, que oscilaba entre la presentación de miembros de la Familia Real, especialmente Alfonso XIII , hasta figuras de la política, la cultura, el toreo o el espectáculo en nuestro país.

En su prólogo ‘Alfonso. El cronista silencioso’, escrito por Lorenzo Silva para el número dedicado a esta firma fotográfica dentro de la colección Biblioteca de Fotógrafos Españoles , editado por La Fábrica en 2006, nos dice: «Ante todo, quisiera dejar aquí constancia del reconocimiento al fotógrafo por habernos sabido contar como lo hizo lo que pasaba ante sus ojos. Por permitirnos ver la trastienda de las personas (notorias o no) y el trasfondo de los hechos (felices, los menos, y deplorables, los más) . Es en esta cualidad como Alfonso acierta a convertirse en un artista universal, uno de esos privilegiados que son capaces de conmover a todos […] Es eso lo que le convierte en un clásico, categoría sólo accesible, a fin de cuentas, a quienes son capaces de hablar con su arte al oído de cualquiera y de hacerse entender incluso por quienes aprendieron a leer la realidad bajo otros códigos y en circunstancias diversas de las del artista».

En estas palabras pienso que puede resumirse, sino toda, quizás sí gran parte de la importancia que tanto Alfonso como el estudio que creó tuvieron dentro de la fotografía documental y de la prensa gráfica en nuestro país durante varias décadas. Porque una de sus señas de identidad será la capacidad y la sensibilidad de reflejar por igual al poderoso y al humilde, el acontecimiento histórico y aquel otro en el que aparecían quienes en realidad lo iban a protagonizar, al margen de los registros y anales de la Historia (con mayúsculas).

De hecho, el ser capaz de representar la historia (con minúsculas) y también a aquellos que la interpretaron, no está al alcance nada más que de espíritus llenos de humanidad y de comprensión por los actos de los hombres, bien sean protagonistas o secundarios, y al tiempo de quienes pueden hacer que este tipo de registros lleguen a sectores diversos y en ocasiones antagonistas.

Una exposición, en suma, llena de interés y pertinencia , que puede –y debe– verse, sí, con nuestros ojos de españoles contemporáneos, pero al tiempo con los de los miembros de una de las sagas más importantes de la Historia de la foto.