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ARTE / LIBROS

Aitor Saraiba: «Da pudor exponer las cosas que podías haber evitado»

Con «Me encanta cuando tus garras acarician mi espalda», Aitor Saraiba se afianza como escritor y se «despide» de su faceta artística. Sus escritos sobre su infancia quedan atrás y el autor se enfrenta cara a cara a su realidad como adulto

Saraiba, en una imagen reciente Irina Güemez
Javier Díaz-Guardiola

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«Creo que es la gente la que se siente más cómoda definiéndome como escritor, o diciendo que soy artista o sólo ceramista. O que soy dibujante. A mí me parece bien, porque tampoco sé lo que soy. He hecho muy poquitas cosas, solo tengo 36 años: he dibujado, escrito, creado lo que he podido». Aitor Saraiba (Talavera de la Reina, 1983), el autor políedrico, publica nuevo libro ( Me encanta cuando tus garras acarician mi alma , Espasa) y con el da un giro copernicano a toda su producción: Por primera vez, él mismo reconoce que se afianza como autor literario y se desprende del creador plástico. Por primera vez el dibujo mengua entre sus páginas. También por vez primera se aleja de su adolescencia y su infancia para narrar una vivencia cercana. Sigue fiel, eso sí, a la narración autobiográfica. Así lo siente él.

Siempre se dice que un libro es algo muy íntimo de hacer. La pregunta es si «Me encanta cuando tus garras acarician mi alma» es el que más le ha costado escribir.

Es el que más me ha costado articular, que lo mismo sí que podría entenderse como sinónimo de escribir. Yo nunca había manoseado tanto un texto. A mis libros anteriores tal vez les había dedicado un año, o incluso los he resuelto en unos meses. La historia de este estuvo macerando mucho tiempo. Lo empecé en un momento en el que pensé que lo había acabado, pero no me interesó entonces publicarlo. Años después, la historia se revive, y eso me obliga a darle una vuelta y que vea la luz.

Toda su literatura es autobiográfica. ¿Es quizás su libro más descarnado?

Sí, pero porque los anteriores se centraban en mi infancia o en mi adolescencia. Yo tengo ahora 36 años. Aquí ya no tenía excusas ni para hablar de la familia o del lugar de origen. De repente todo se basaba en mí mismo y en dónde me estaba metiendo yo solo. Esta historia es dura porque toca aceptar que la culpa ya no es de un contexto o un entorno, sino que la pata la metes tú solito.

Detalle de una de las ilustraciones del texto

¿Da más pudor hablar de lo que le ha sucedido a uno hace un año que de lo que le sucedió hace veinte?

Da mucha más vergüenza exponer que hay cosas que podrías haber evitado. Nacer en una familia desestructurada o ser resultado de unos problemas familiares, cuando tienes siete años, puede ser una excusa, pero cuando eres una persona adulta que toma sus propias decisiones, ya no hay red.

El texto está dedicado a «los que se pierden por el camino pero vuelven del infierno para contarlo». Intuimos que eso es de lo que va el texto, que a usted le ha pasado, vaya.

La dedicatoria para mí era muy importante porque quería que el libro, desde su primera página, aunque versara sobre una situación muy tóxica, estuviera escrito desde la superación. Me da pena que la gente piense que si no tienes una historia trágica no se puede contar una historia, porque es mentira: hay historias preciosas que salen de la luz y traen luz al mundo. Y si yo puedo contar esta historia es porque la he superado. Está acabada y cicatrizada. Es lo que tiene que suceder siempre a la hora de narrar algo autobiográfico. Si no, se puede pecar de imprudencia y caer en victimismos rápidos. Hay que hablar desde la vuelta del infierno y no desde el infierno mismo.

Sabemos que este es un libro de amor y desamor, pero se cuela incluso el odio en la intro. Ahí se habla de homofobia. ¿Por qué era importante incluir esta coda?

Sobre todo, para que el lector tuviera unas pautas. A la hora de editar el libro, este u otros, nunca he querido que por fuera hubiera una pegatina o aviso que etiquetara nada de «lgtbi» o «gay». No. Yo quiero que el que se acerca a mis libros lo haga sin saber qué se va a encontrar. Esa coda sitúa. Es una pequeña pista. El libro podría leerse sin encasillar a la pareja sobre la que trata en una relación gay, heterosexual o lésbica… Yo huyo mucho de eso. Si los personajes se hubieran llamado X e Y habría funcionado igual. Las modas son peligrosas y mucho más si lo que tú estás manejando como material es tu propia vida. De El hijo del legionario , que fue el primer texto, hasta este, la homosexualidad es una constante, pero la trato con normalidad, para que llegue a un lector de masas sin forzar nada.

Le pregunto primero por su faceta como escritor: Se dio a conocer en este campo con «El hijo del legionario». ¿En qué sentido cree que ha cambiado, si lo ha hecho, desde ese 2011 a este último libro, casi una década después?

Ha cambiado todo. Ese libro lo escribí con 26 años. Y sin saber muy bien lo que estaba haciendo, cuando me dedicaba a las artes plásticas. Me sentí cómodo en su texto. Y mis referencias literarias siguen siendo prácticamente las mismas: para mí gente como Borges, Bolaño o Nicanor Parra están siempre ahí, y eso se nota, pero ha pasado una década. Ojalá que Me encanta cuando tus garras... se perciba como otro.

«Me da pena que la gente piense que si no tienes una historia trágica no se puede contar algo, porque es mentira: hay historias preciosas que salen de la luz y traen luz al mundo»

El salto estético es evidente. Y ojalá haya sido capaz de entregar al público algo más. Es él el que lo tiene que decir. La experiencia a la hora de escribir ha sido otra. El hijo del legionario es un libro manuscrito y dibujado. Fue un facsímil. No hubo un texto previo, no hubo bocetos. Fue la reproducción tal cual de una de mis libretas. Este libro es más ambicioso en estructura, en el que la historia va y vuelve. En un momento dado se convierte en un poemario… Para mí el salto ha sido grande.

También es como si el escritor, en los libros, le hubiera ido ganando terreno al artista y dibujante. ¿Es una apreciación personal?

Cien por cien ha sido así. Ha sucedido así. De hecho, libros como El hijo del elgionario están escritos por un adulto hablando de su infancia. Las estética, los lugares que se visitan, aun llenos de vinagre, siempre se recubren de cierta miel. Si lo oponemos a Me encanta cuando tus garras… es un libro totalmente opuesto pues la historia de este último es otra: es la de un hombre contada por un hombre. La ilustración cada vez era menos necesaria. Y quizás porque cada vez me siento más cómodo escribiendo. Esos dibujos eran mi cohartada para que no me dijeran «¿qué hace este escribiendo?».

«Hay escritores magistrales que con una frase lo dicen todo. Yo tengo aún que mezclar texto e imagen. Aún soy torpe…»

Pero yo realmente no soy consumidor de novela gráfica, lo soy de literatura y, sobre todo, de poesía. Tengo claro que cuando me he sentido más cómodo es cuando mi escritura ha estado más cerca del mundo literario. Increiblemente, gente del mundo de la literatura como Marta Sanz , Luisgé Martín , Marcos Giralt, Elvira Lindo o Antonio Muñoz Molina son gente que se acercó a mí con El hijo del legionario . Y yo nunca he ido a firmar al Salón del Cómic de Barcelona o algo así. Al revés: me han invitado a festivales de literatura, a talleres en este ámbito, a Guadalajara en México para representar a Madrid… Eso me encantó, porque me dio seguridad. La literatura hoy, tras abrir esa puerta, se ha comido a la ilustración absolutamente.

¿Cómo definiría entonces los dibujos de este libro?

Son muy poquitos, creo que doce,. Son además fotografías intervenidas. El cambio plástico es evidente. También su estética. Son fotos en blanco y negro que realicé mientras vivía la historia del libro, y que luego intervine con dibujo y acuarela. Son, por ello, también muy distintos a otros anteriores.

Detalle de una de las ilustraciones del texto

Admite que le sirven para fijar aquello a lo que no llega desde las palabras…

Es que en el fondo soy un artista plástico y hay cosas que sólo sé decir con imágenes. Admito que para mí son un recurso cuando me quedo mudo. Hay escritores magistrales que con una frase lo dicen todo. Yo tengo aún que mezclar texto e imagen. Aún soy torpe… Y tiro de una cosa o de otra en función de lo que mi alma necesite decir en cada momento.

No sé si cuestiones como la memoria, el trauma, el dolor, el perdón, incluso el sexo, son la sustancia que lo amalgaman todo en su obra: la escritura, el dibujo, la cerámica…

Sin duda. El organigrama, que es mi vida privada, lo marca todo lo que has mencionado. Y son mi forma de entender el arte. Un arte que, si no uno a mi biografía, no me interesa. Creo que lo único que yo puedo aportar a la gente, y aquello con lo que se puede identificar conmigo, es por ese acercamiento. Al final todo somos bastante más iguales de lo que nos creemos. Eso es lo que quiero trasnmitir con mis historias…

Es que no quiero hacerle la típica pregunta de si uno se siente más escritor que artista, o viceversa.

Yo creo que es la gente la que se siente más cómoda definiéndome como escritor, o diciendo que soy artista o sólo ceramista. O que soy dibujante. A mí me parece bien, porque tampoco sé lo que soy. He hecho muy poquitas cosas, solo tengo 36 años: he dibujado, escrito, creado, lo que he podido. Es pronto para que yo diga lo que soy. Mi única valía es mi trabajo. Ahora, con qué me siento yo más cómodo, dependerá de la historia que tenga que contar. A veces me siento escritor, pero otras me siento muy artista plástico.

Lo que sí me resulta curioso es que, a diferencia del arte, un ámbito en el que ha renunciado a la representación clásica o el circuito estándar de la galería, en el de la literatura sí que ha estado siempre arropado por buenas editoriales.

Sinceramente, he funcionado así por la distribución. Es cierto que cada cierto tiempo me autoedito, lo he hecho desde el año 2000. La última autoedición es de antes del coronavirus: se llamó P apeles viejos y era una tirada muy reducida con unos poemitas, pero siempre firmadas, numeradas, cerca a los libros de artista y que se venden en mi tienda online . Y me siento muy agradecido de que las editoriales grandes, desde el principio y sin ser yo un autor que venda –no vivo de mis libros para nada– hayan querido publicar mis libros.

El olor. Incide muchísimo en los olores en el libro. La verdad es que es un sentido al que no solemos dar importancia. ¿A qué huele Aitor Saraiba?

No lo sé y me encantaría saberlo. Me suelen decir que huelo bien. Como me da reparo, digo que es la colonia, aunque no la lleve. Creo que nadie sabe a qué huele cada uno. Pero sí que recuerdo a lo que olía el protagonista de Me encanta cuando tus garras...

Detalle de una de las ilustraciones del texto

Es curioso que algo así se convierta en hilo conductor de la historia.

Me gustaba ese juego de cómo cada vez que intentas olvidar a alguien quemas o tiras todo lo físico, sus cosas, pero no puedes deshacerte de un olor, con el que, cuando te reencuentras, te posee y te paraliza. Y te hace pensar: «He vuelto a caer». Eso es una prueba de cuán cerca estamos de los animales.

Lo que sí que vuelve a haber en él es un montón de referencias literarias y musicales. En ese sentido, no ha cambiado. Genera hasta una especie de playlist.

Creo que mi trabajo tiene un sonido. Cualquiera que se acerca a él puede descubrir una banda sonora en él. Este libro, que en el fondo es muy solitario, con tan solo dos personajes, recoge una serie de canciones que hacía falta que salieran. Me gusta que cada uno se plantee cuáles son las suyas. Temas que alguien, en la otra punta del planeta, o hace décadas, escribió «solo para ti».

Lo bonito del libro es que, en un momento determinado, se parte en dos y deja de ser un dietario para transformarse en un poemario. Pero casi se podrían leer como dos partes independientes. ¿Es premeditado?

Sí. Para mí la literatura, y sobre todo la poesía, son lugares familiares, frente a la cerámica o el arte, en los que no me considero del todo un intruso. Pero también es verdad que como la respeto y la consumo tanto, me daba mucho miedo entrar. Tenía muy premeditado escribir páginas que explicaran en qué contexto compuse unos poemas. Es lo que hago con este libro. Y si decides leer una parte antes que otra, el libro cobra otro sentido.

Ahora que menciona lo de que son dos personajes: podría funcionar incluso como obra de teatro.

Perfectamente. De hecho, en mi cabeza, la historia se escribe en imágenes. Eso es casi como estructurarla en actos. Me alegra que te des cuenta de esto... Los escenarios están también muy claros: una habitación en el que los personajes pasan muchísimo tiempo, incluso años... Solo un día se ven fuera de ella. Y luego un viaje a Ámsterdam. Y en ellos se condensan un montón de emociones.

Hacia el final de la parte en prosa hace alusión a que en un momento determinado Madrid se le hace diferente, que no volvería a verlo igual. Supongo que desde el confinamiento cambió de parecer.

El Madrid del que se habla en el libro es el de las madrugadas callejeando, el de salir el martes de un sitio al que nunca tenías que haber ido un fin de semana... Es el que queda cuando cae el telón; el de las luces encendidas en apartamentos a las cinco de la mañana y que te hacen preguntarte qué historias estarán aconteciendo allí. Ese Madrid desapareció con el confinamiento.

¿A qué le dio pie a usted este encierro: escribió más, dibujó más, no hizo nada?

Me puso las pilas y me hizo trabajar muchísimo. Hacía no sé cuanto tiempo que no lo tenía para dedicármelo a mí mismo. Es cierto que durante esos meses tenía proyectos muy grandes, muy bonitos, todos de viajar, pero me sirvió para leer como nunca, para escribir y dibujar. Todo el día prácticamente. Y lo disfruté. Para mí el arte tiene mucho de «sanación», y yo sin el arte no se sanarme. En esos meses en los que hubo tanta oscuridad, yo me encontré con un buen talismán en la cultura.

«Perder a una persona no le convierte a alguien en bueno». Pero no sé si se refiere al que pierde o al perdido.

A ambos. Quiero que en el libro quede claro que la culpa no es del otro, sino mía por permitir que pase todo lo que ocurre. La autocrítica es muy necesaria.

¿Por qué un libro como este ahora?

Me costó mucho escribirlo. Hubo varias editoriales que se propusieron para editarlo pero no cuajó, porque lo querían más ilustrado y yo no lo veía. Pero apareció Espasa que lo vio tan claro como yo. Yo el texto lo tenía ya preparado.

«Me gustaba ese juego de cómo cada vez que intentas olvidar a alguien quemas o tiras todo lo físico, sus cosas, pero no puedes deshacerte de un olor, con el que, cuando te reencuentras, te posee y te paraliza»

Y para mí era cerrar un ciclo y comenzar otro nuevo. Acababa una etapa estética, plástica, contando cosas que ni mis seguidores ni lectores conocían. Por eso para mí era absolutamente necesario que viera la luz. Este libro se publicó ya hace unos meses y no hay día que no reciba un mail de alguien que me diga que lo ha leído. Ya solo por eso ha merecido la pena hacerlo.

Siempre habla desde la primera persona, no solo en este libro. ¿Puede llegar el momento en el que ficcionalice?

¡En mi realidad encuentro tantas historias que no creo que aún sea necesario! No me niego, pero yo todavía encuentro en lo cotidiano mi máxima inspiración. Y aunque ficcionalice, siempre lo haré desde la primera persona. El trabajo de un artista es descifrar el mundo y eso solo lo puedes hacer desde tu cotidianidad.

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