Sergi Doria novela la vida del estafador de los mil nombres

Habla castellano, catalán, francés, alemán, italiano, inglés, portugués e, incluso –añade, guasón–, esperanto y caló. Con las artes de Douglas Fairbanks en el papel de El Zorro, ha logrado escapar de la cárcel de Avilés y, cuan flautista de Hamelín, se ha llevado tras de sí a todos los presos. Con el resto de su arte, este imitador del transformista Frégoli se ha hecho pasar por obispo, militar o aristócrata; también por familiar de Alfonso XIII y por el propio Alfonso XIII de incógnito. No es extraño que The New York Times lo apode «el maestro de los falsificadores». Ni que ABC le llame «el nuevo Fantomas ».

En su haber, tirando por lo bajo, ciento nueve timos. Por hacer la lista corta: en enero de 1920 estafa 60.000 pesetas al Banco de Vizcaya, en Bilbao; pocos días después, 64.661 al de Barcelona; y 49.360 al Hispano-Americano. Peccata minuta al lado de las 200.000 pesetas que distrae en 1922... Y es que su especialidad son los cheques falsos. Razón por la que los mejores momentos de su vida son aquellos tres o cuatro minutos de espera ante la ventanilla mientras examinan la firma falsa y la dan por buena. Para él, esos instantes valen más que las pesetas y explican que llegara a dejar este mensaje en un banco: Si me hubiesen dado la llave de la caja fuerte, el dinero seguiría allí porque no me gusta llevármelo tan fácilmente.

Su otra especialidad es seducir a tímidas y cautelosas herederas cuya fortuna dilapida antes de plantarlas en el altar o durante la luna de miel. Su mayor hazaña, haberse casado nada menos que con la hija del jefe de policía de La Habana. Llucià se excusa diciendo: «En realidad, desde el primer momento delinquí por amor, o casi por amor. Los que se escandalicen por mis correrías, atropellando artículos del Código Penal, me disculparían si hubiesen conocido las mujeres que yo he conocido».

Menudo pájaro, Antoni Llucià Bussé. Un personaje real aunque su currículum delictivo parezca de novela. Ya lo dijo él: «Yo soy una novela que anda». Y en eso precisamente, en novela, convierte su vida Sergi Doria . En intriga. Lo hace transportándonos a la Barcelona de la época, una ciudad a merced del pistolerismo y la lucha anarcosindicalista: más de ochocientos atentados entre 1917 y 1922.

Mientras reconstruye los pasos de Llucià, nos cuenta aquellos días de bombas y represión por boca del periodista Ángel de Lajusticia, plumilla de Nuevo Mundo, Tierra y Libertad y Solidaridad Obrera. De fondo, la guerra de África y el asesinato del presidente del gobierno, Eduardo Dato . Con todo ello –incluso con Gaudí y el golpista Primo de Rivera como personajes de la trama– puede Doria. Instinto para descubrir una buena historia no le falta. Tampoco ambición.