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arte

Los tiempos de Carmen Laffón

Ocho décadas jalonan el discurrir creativo de Carmen Laffón. Ella, artista silenciosa, no ha dejado de corresponderlas con generosidad. El CAAC (Sevilla) despliega ya el último de los merecidos homenajes que se han brindado a esta autora

Los tiempos de Carmen Laffón

iván de la torre amerighi

Es esta una exposición en torno al tiempo. Un proyecto que gira alrededor del tiempo pasado, del tiempo que pasa y que tarda en pasar, del tiempo que queda por llegar. Pero no se busquen ninguna de estas referencias en títulos y cartelas, ni en los asuntos aparentes ni en las lecturas primarias, en las que aflora el paisaje, la naturaleza, la mirada ordenante y la conciencia lúcida para con la realidad.

Y es que este es también un artículo alrededor del tiempo. Que no de fechas, aunque recuerde los cincuenta años transcurridos desde que Carmen Laffón (Sevilla, 1934) se licenciara; los treinta y dos desde el Premio Nacional de Artes Plásticas; los veintidós de la exposición retrospectiva del Centro de Arte Reina Sofía; los catorce desde su ingreso en la Academia de Bellas Artes de San Fernando... Así hasta hoy, hasta el ahora.

A pesar de su apariencia, una férrea voluntad creativa ha superado en Carmen Laffón cualquier fragilidad a la hora de decantarse por una investigación, en lo artístico, que conllevase la integración de la realidad en los avances creativos hacia la posibilidad de un arte nuevo, superador de estigmas y prejuicios hacia lo pictórico.

Actitud que le llevó durante su etapa formativa a viajar por Europa e impregnarse del arte último, a compartir estudio con Zóbel y José Soto, a mantener estrecho contacto con Lucio Muñoz, con Torner, Rueda y el Grupo de Cuenca, y a trabajar profesionalmente con Juana Mordó, en Madrid, y con Juana de Aizpuru y la mítica galería La Pasarela en Sevilla. Sin embargo, el reconocimiento hoy alcanzado ha debido ser consolidado a lo largo de años de silente e incansable trabajo, alejado de focos mediáticos.

Laffón es una creadora que fusiona sin complejos los tiempos del arte

Como muchos otros artistas, su lenguaje pronto sería integrado en los de las renovaciones figurativas que emergieron en los sesenta y setenta del pasado siglo, cauces expresivos complejos que basculaban entre una triple opción de fuga: los realismos líricos apegados a conceptos tradicionales, aquellos realismos fantásticos, minuciosos e íntimos, y las nuevas dicciones de un realismo social, a veces urbano, a veces rural, por lo que no resulta difícil encontrarla incluida en colectivas de época junto a Amalia Avia, Antonio López, Julio L. Hernández, Isabel Quintanilla y, a nivel más local, junto a Joaquín Sáenz, Teresa Duclós, J. L. Mauri, Claudio Bravo…

Lo que tarda en pasar el tren

Laffón influirá y se dejará influir por esas corrientes, y significativa en este sentido es la conciencia de mundo liminar y fronterizo con respecto a la naturaleza de lo urbano, siempre en constante reconstrucción especulativa, cuestión que le llevará a señalar estas fricciones en obras como Derribo (1965) o Sevilla desde la Cartuja (1978).

A partir de entonces, su pintura accede por un camino que indaga en los ritmos ancestrales de la Naturaleza y la dimensión mítica de sus ciclos, de cuya memoria hoy, en nuestras sociedades, apenas queda un débil recuerdo. El bodegón simbólico, la cultura de la cal, el jardín cercado y escondido, la viña… emergen entonces.

Y el río. Siempre el río. Caudal de muerte y transfiguración es el río en su delta como tan bien describió Argullol al rememorar la desembocadura del Guadalquivir, del mismo modo que situó la obsesión de Laffón por el Coto de Doñana entre las mejores obsesiones de la pintura contemporánea. ¿Qué puede ser el arte, en todos sus estadios y por todas las manos, si no obsesión? La serie El Coto desde Sanlúcar (2005-2014) es fiel testigo de esa inquietud.

La artista descarta lo accesorio hasta el límite y nos acerca a la esencia

El río establece una pauta temporal, signo presente en todo el devenir vital de la creadora. Tiempo medido en días –el de las tareas del campo, tan iguales, tan sutiles en sus variaciones–; en horas –las que tardaba en volver a pasar el Tren de los Baños–; marcado en minutos –el intervalo circular del faro de Chipiona–... El tiempo crea el espacio y no al contrario. En tiempo se mide la distancia de sus dos ciudades, Sevilla y Sanlúcar de Barrameda: tiempo que tarda el discurrir del agua, inconmensurable pero inexorable, desde un punto a otro. En el Bajo Guadalquivir, el espacio se mide, sin otra oposición que la escala lumínica, por el intervalo temporal que marca el desplazamiento hacia el horizonte.

La desnudez del mirar

Frente a lo apuntado tempranamente por Luis Felipe Vivanco, Laffón no nos ofrecería un mundo irreal levemente apoyado en la realidad, sino que parece reflejar un mundo descarnadamente real que, al ser observado con el tiempo como medida, descargado de cualquier otra premisa, aparece tan prístino que epata. No sólo escoge un tema, lo recorre y lo simplifica, ordenando las prioridades de la percepción; de algún modo es capaz de descartar lo accesorio hasta el límite de acercarnos a la esencia del objeto, hasta su dimensión en tanto que símbolo y receptáculo para la memoria. Unos objetos que, como decía Moreno Galván de Gaya, adquieren valor de categoría.

Lo verdaderamente importante es que ese proceso no consuma intereses personales, sino que se ofrece abiertamente a cualquier espectador para ser recargado de significaciones particulares. Es la desnudez del mirar –y no el resultado desnudo de los objetos que el procedimiento creativo devuelve–, lo que permite convertirlos en catalizadores de nuestros recuerdos.

Y el río. Siempre el río. Caudal de muerte y trasfiguración

Es Laffón una creadora intensamente contemporánea que más que trascender géneros los solapa (el bodegón construye un paisaje del mundo, los retazos de cielo se ordenan como facciones de un retrato…), mientras fusiona sin complejos los tiempos del arte. Quien se acerque con prejuicios a su obra debido a los caminos que transita (el dibujo, el paisaje, la belleza, la trascendencia o la pintura misma son todavía para alguno entradas censuradas en el diccionario de la modernidad), quedará sorprendido por su vitalidad creativa. Con ocho décadas en la mirada se atreve a adentrarse, desde su obra escultórica –véanse Caballetes con palos y vigas (2010) o La cuba (2011)– en los predios de la instalación. Conquistando los espacios. Así, sin prisa. Sin tiempo.

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