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Michel Houellebecq: «La prensa nunca ha dicho ninguna verdad sobre mí»

El escritor es secuestrado en un falso documental donde la realidad se impone a la ficción. Retrato de las filias y fobias de un autor controvertido, que pasó por España para promocionar el filme y hasta se dejó entrevistar... con algún reparo

Michel Houellebecq: «La prensa nunca ha dicho ninguna verdad sobre mí» JOSÉ RAMÓN LADRA

INÉS MARTÍN RODRIGO

Hay autores que se desnudan en las entrevistas. Si tienes la suerte de tocar la tecla adecuada, las palabras fluyen y la grabadora parpadea, atenta a cada nueva confesión. Luego están quienes responden con monosílabos, desafiando la paciencia de la página en blanco. Hasta los ... hay que disertan sin fin y terminan enzarzados en un discurso sin sentido. Y luego está Michel Houellebecq (Saint-Pierre, 1958), quien a la entrevista, si te descuidas, se te presenta desnudo (de cintura para arriba, eso sí) o en pijama (si consigues despertarlo y sacarlo de la habitación).

De esa guisa, con un escueto chaleco vaquero que dejaba entrever su esquelético torso, apareció el escritor en su cita con la prensa durante la promoción en Madrid de la película «El secuestro de Michel Houellebecq» . Dirigido por Guillaume Nicloux , el filme, aún en la cartelera, se estrenó en España el pasado 29 de agosto y, a modo de falso documental, narra el secuestro del autor, muy dado a estentóreas espantadas y misteriosas desapariciones.

Por esa hermosa causalidad que a veces rige los destinos literarios, poco antes de comenzar la charla en el patio de un céntrico hotel madrileño pudo escucharse un femenino grito de placer. El verano hacía estragos esos días en Madrid y las ventanas abiertas hicieron el resto. Como si se tratara de una escena sacada de uno de sus libros. Como si el propio Houellebecq lo hubiera dispuesto todo para dejar sin palabras a los periodistas, cegados por el rubor ajeno. Pero Michel ni se turbó.

Fumando un cigarrillo tras otro (si cambiáramos el café solo y cargado por la Coca-Cola, se confundiría con el difunto Leopoldo María Panero ), con gesto cansino y un poco torturado, como si llevara la vida a rastras, y con la apariencia de tener diez años (siendo generosos) más de los que le corresponden, Houellebecq comenzó a responder, con aparente desdén, como si su mente se hubiera trasladado a la habitación de los amantes huéspedes, voyeur impenitente de la lujuria hotelera, la que apela al aquí y ahora.

- ¿Considera que estamos ante una película sólo para lectores de Michel Houellebecq?

- [El escritor sigue prendado de la tórrida escena que su imaginación maquina, por lo que es el director de la película quien toma la palabra.] No es una película para los lectores de Houellebecq. Es una película para todos los espectadores y, dentro de esos espectadores, hay lectores de Michel. Sobre todo, no quería que fuera una película sólo para sus lectores, que ya son adeptos y predispuestos, conocedores de su vida y de su obra. Quería dirigirme a los que no conocían o conocían poco a Michel.

- El filme, concebido como un falso documental, juega con las fronteras entre la ficción y la no ficción. ¿Hasta qué punto se sintió poco actor, ya que es protagonista de una película sobre su propia vida?

- No me he sentido muy actor, es cierto. La verdad es que me he sentido poco actor. Pero eso es algo que también me pasa en mis libros. Creo que en mis obras lo que está más cerca de la verdad son mis opiniones estéticas. Es verdad que no tengo una opinión muy buena de Le Corbusier, como digo en la película, que respeto poco la literatura francesa de finales de los 70, excepto la policiaca, y también me gusta mucho El señor de los anillos.

- En el filme también dice que en Suecia no hay democracia.

- No sólo en Suecia: en Europa y en el mundo en general. Yo sólo creo en la democracia directa y por eso sólo voto cuando hay referéndum.

- Una vez que ha dejado clara cuál es su opinión sobre el sistema, ¿qué piensa de la clase política?

- Conozco poco la clase política española, sólo puedo hablar de Francia. Mi punto de vista es poco original, porque es lo que piensa todo el mundo. En Francia hay una ausencia total de confianza en la clase política.

Parco en palabras (una de las premisas que puso para conceder entrevistas en España fue que el director de la película estuviera presente), Houellebecq vuelve a evadirse pensando quizás en la sobrasada que comprará antes de su regreso (cuentan que le pirra la de Mercadona ). Mientras, Guillaume Nicloux se afana en explicar que trabajaron con un «guión ausente, sin diálogos, con una serie de temas que se imponían y, dentro, páginas blancas para permitir zonas que se prestasen a un mayor grado de exploración por parte de los actores».

Actores que, sin complejos, se convierten en neófitos dialogantes de literatura con Houellebecq , con el que discuten sobre Tolkien o Lovecraft . Todo para «que alimentasen el debate y fueran catalizadores de emociones como la rabia, el misterio… Es como si tienes a alguien dentro de una casa, encerrado, pero con las ventanas abiertas».

- Las conversaciones que mantiene con sus secuestradores, ¿son la prueba de que sería conveniente que el debate cultural bajase a la calle, descendiera de las alturas?

- [Duda en la respuesta, hasta el punto de que al comienzo emite un sonido ininteligible incluso para él mismo, muy habitual en él, según confiesa en el filme.] Sí, puede que tenga razón, pero lo cierto es que hacían preguntas que me sorprendieron. Por ejemplo, cuando me preguntaron si no era molesto escribir un verso teniendo que respetar el ritmo, cuestiones que la gente hace normalmente cuando le interesa la literatura. Porque la literatura responde a un automatismo que después genera la escritura, libera lo inconsciente... La cuestión es si yo fui un buen personaje.

- ¿Y bien? ¿Se considera usted un buen personaje?

- Normalito, tirando a medio, la verdad.

- ¿Dónde termina el Houellebecq personaje y empieza la persona? Porque en su caso no es muy fácil discernirlo.

- [Vuelve a titubear. Busca un cigarro y se lo enciende con sumo cuidado, casi debajo del sobaco desnudo.] No es una pregunta fácil, eh… No estoy seguro, no sé si lo sé… Tengo la sensación de que reacciono como reaccionaría en la vida real. ¿Me puede poner un ejemplo?

- Claro, déjeme pensar.... Pues, por ejemplo, cuando dice que en la comida es normal beber dos copas de vino.

- No me parece excesivo, diría que hasta es poco.

- Tiene tantos defensores como detractores, pero parece inmune a ambos.

- Para nada, finjo.

- En la película dice que los periodistas siempre mienten. ¿Lo piensa realmente?

- Sí.

- ¿Por qué?

- Porque lo he observado, lo he podido comprobar. Pensemos en los pinchazos, en la prensa sensacionalista… Nunca se ha dicho ninguna verdad sobre mí. Todo ha sido siempre falso.

- Una de sus desapariciones de la vida pública (en 2011 incluso se especuló que le había raptado Al Qaida) fue el punto de partida de este filme. ¿Cuál es el estado ideal para el proceso creativo?

- Una excelente pregunta.

- ¿Y la respuesta?

- No tener que atender problemas prácticos, tener poco contacto humano, relacionarse poco con los demás y estar fuera de Francia para que el uso del idioma se consagre a la novela. También es conveniente estar en un lugar en el que no haya muchos coches, porque a veces, cuando uno pasea en ese estado de creación, le puede pillar un coche. Por todos esos motivos, siempre he escrito muy bien en Vera Playa, Almería.

Michel Houellebecq: «La prensa nunca ha dicho ninguna verdad sobre mí»

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