música
El cielo y el infierno de Antony & The Johnsons en el Teatro Real
Antony and The Johnsons protagonizan en el Teatro Real el espectáculo «Swanlights», una de las citas más esperadas de la presente temporada estival madrileña
ignacio serrano
Bajo el título de Swanlights, el ya ilustre Antony Hegarty, junto a algunos miembros de su banda, The Johnsons, y la Orquesta Titular del Teatro Real , interpretará una selección de temas de los cuatro álbumes que ha publicado: Antony and The Johnsons , I ... Am a Bird Now, The Crying Light y Swanlights, en un espectáculo que tendrá una introducción especial con Ascension, una pieza coreográfica interpretada por su vieja amiga Johanna Constantine . Será, como ya han sido sus anteriores visitas (la última fue en este mismo escenario en 2012, con Vida y Muerte de Marina Abramovic), una torrencial lluvia de emociones a flor de piel que se ha convertido en la cita musical más esperada de la temporada estival en los escenarios de Madrid.
Las entradas de sus actuaciones programadas para los días 18, 19 y 20 de julio en el Real se agotaron con tal rapidez que el británico decidió prorrogar su presencia un día más, con una función extraordinaria que tendrá lugar el lunes 21. Es el concierto que nadie quiere perderse, pero no hace tanto tiempo que Antony actuaba para diez o quince personas en oscuros antros del Lower East Side. Allí donde se forjan las figuras legendarias del pop-art neoyorquino.
Búsqueda de libertad
Antony Hegarty nació en Chichester (sur de Inglaterra) en 1971, pero el artista que hoy conocemos lo hizo en Nueva York en 1992, cuando fundó la compañía teatral The Blacklips Performance Cult junto a la mencionada Constantine y otra suerte de drag queen llamada Psychotic Eve, con las que compartía un intenso interés por todas las cuestiones del universo transgénero. Tras unas pocas actuaciones de lo más irreverentes en un tugurio llamado Crow Bar, el proyecto engordó con una docena de artistas más y las funciones se trasladaron a un lugar algo más recomendable en el East Village, el Pyramid Club. Hasta allí se arrastraba lo más granado del underground neoyorquino, atraído por las historias que se contaban de alguien que no se sabía si era hombre o mujer, que cantaba de una forma tan extraña como conmovedora mientras arrojaba trozos de hígado de vaca a la audiencia.
La buena reputación en los círculos críticos del subsuelo le ayudaron a conseguir su primer gran reconocimiento en 1996. Fue el premio de la New York Foundation for the Arts por la producción de The Birth of Anne Frank/The Ascension of Marsha P. Johnson, un impulso que le animó a dar el siguiente paso: registrar sus canciones en una maqueta. Bautizó a su banda como The Johnsons y dio algunos shows durante los años 97 y 98 para presentar la grabación, que finalmente llegó a oídos del músico experimental David Tibet, con quien enseguida se puso de acuerdo para su publicación profesional. Así, en 2000 veía la luz su debut Anthony & The Johnsons.
Por su sexualidad, Antony no podía ser una estrella pop. La mayoría, de hecho, le aterraban
Desde niño Hegarty fue una persona muy preocupada por su relación con los demás, por la visión que de él se tenía. Se sentía diferente y por eso sabía que lo tenía mucho más difícil que cualquiera. De ahí que con diez años ya tuviese claro que su camino sólo podía estar en una profesión que permitiese soñar con formas de expresión libres de ataduras, de corsés morales. Boy George fue, en ese sentido, una influencia decisiva. Todo esto quedó reflejado de un modo apabullante en su primer disco, un caleidoscopio de melancolía, rabia contenida, amor y nocturnidad recibido con euforia por el underground de la ciudad insomne, que empezó a tratarle con modos reverenciales y a ver en él a una estrella en ciernes. Pero las virtudes compositivas de Hegarty, generadas por su especial relación con las normas no escritas de convivencia social y con la sexualidad, se revelaron un obstáculo para dicho augurio. No podía ser una estrella del pop, sus sueños no eran los de la mayoría. La mayoría, de hecho, en cierto modo le aterraba.
Tras una larga batalla
Sin embargo, su siguiente avance en 2005 pasó a estar en boca de millones de personas de todo el planeta por un solo hit, una canción extraída de su segundo álbum I am a bird now, titulada Hope there’s someone, que fue radiada y utilizada en anuncios y series de televisión con cierta desmesura. Además de convertirse en un fenómeno súperventas, I am a bird now recibió el premio de premios en esto de la música, el Mercury Prize . Desde entonces, los Johnsons cuentan por éxitos sus nuevos trabajos y salen de gira por todo el mundo con mejores medios logísticos cada año, y gracias a élm Antony ha podido conocer y colaborar con su gran ídolo inglés, Boy George, y con su maestro neoyorquino, Lou Reed , a quien seguro le dedicará unas palabras en sus conciertos de Madrid.
Su frágil relación con la fama queda patente en sus entrevistas. Antes de hablar piensa, reflexiona, mira al horizonte, como si hubiera alcanzado la paz interior, el cielo, después de una larguísima batalla, después de haber pasado por el infierno. Escucharle hablar de su pasado, sentir cómo el sufrimiento cruza su rostro durante el instante que se le pide que recuerde cómo era de niño, es realmente sobrecogedor. Pero oírle cantar… eso puede hacer que se te arrugue el corazón.
El cielo y el infierno de Antony
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete