de puertas adentro
Juan Francisco Casas: en el estudio como en casa
A la derecha, un salón que funciona como taller. A la izquierda, una inmensa terraza que sobrevuela Madrid. Es la vivienda-estudio de Juan Francisco Casas, el reposo (en soledad) de un guerrero de la pintura acostumbrado a la exposición mediática
javier díaz-guardiola
No podemos evitar comenzar con esta pregunta. Un artista como Juan Francisco Casas (La Carolina, Jaén, 1976), que arrasa en redes sociales y que ha hecho de la fiesta base de buena parte de su trabajo, ¿cómo es que no comparte estudio?: «Nunca lo ... he hecho –admite el pintor–. Aunque no lo parezca, necesito la soledad. Me da independencia. Estuve a punto de compartir espacio con Carlos Aires , pero al final el asunto se truncó, porque a mí me concedieron la beca para la Academia de España en Roma. Pero eso no quita para que en un futuro no pueda hacerlo».
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Así que aquí nos encontramos. En el estudio de este joven andaluz, en el distrito madrileño de Chamberí, con otra particularidad con respecto a otros talleres de los analizados hasta la fecha: Este es además la vivienda de su propietario. «Para mí es una cuestión que he tenido clarísimo desde el principio. Yo soy de trabajar lentamente y, si es necesario, hacer un retoque a las doce de la noche, poder ejecutarlo. Soy mucho de mirar, de observar la obra, de ver lo que falla, de desconectar... En mi caso es muy positivo volver a la obra. Y eso facilita que sea muy flexible con mi horario, porque soy muy indisciplinado. No entiendo el concepto “jornada laboral”. Si tuviera el estudio fuera, me invadiría la pereza de tener que ir a trabajar. Siempre he tenido el taller en casa. Sólo en París estaba separado y reconozco que trabajaba bastante menos».
Siempre nos quedará Roma
Esta ha sido la tendencia de Casas desde que comenzó a trabajar. Primero ocupó parte de la vivienda de sus padres en La Carolina, en pueblo en el que nació. Luego la de su abuela («un espacio inmenso, gozoso, de más de 500 metros»). Ambos talleres aún los conserva. De hecho, en este último es en el que trabaja los óleos de gran formato, aunque reconoce que lleva un año sin pisarlo. Luego llegaron y se alternaron los de Madrid con los de Berlín, Brighton, París («el único que no era mi domicilio») y Roma, el ideal: «Como eso no hay nada igual en el mundo. De hecho, no es que el estudio estuviera dentro de la casa, ¡es que el dormitorio estaba dentro den estudio!».
«El dibujo ha ocupado demasiado protagonismo. Y el efecto mediático cansa»El actual, no es en absoluto despreciable. En él lleva ya dos años («y empieza ahacer falta una reforma»). En total, unos 140 metros cuadrados, de los que la mitad son una enorme terraza con unas vistas envidiables de la ciudad: «No te puedes imaginar la vida que me da. Separa de lleno el trabajo del ocio. Es traspasar una puerta y desconectar de lo que es el estudio, coger un libro y volver a cargar las pilas». El estudio es en realidad el salón del domicilio, unos cuarenta metros cuadrados en los que forzosamente se encuentran sus libros ordenados con el sofá; los útiles de pintar con la mesa del ordenador; los cuadros que decoran la casa (los propios y los de otros: obras de Alejandro Bombín , de Zurita; un kosuth dedicado por el propio autor y un de joe webb, adquirido en Saatchi ; obras de Amaya González, de Piranesi y las xilografías eróticas shunga de Terukata, Eisen, Kunisada y Utagawa) con los enromes dibujos en los que está trabajando ahora.
«Este no es el lugar ideal –confiesa– pero se le acerca mucho. Echo de menos algo más de espacio. Este limita los formatos: no puedo hacer nada mayor de dos metros y medio, aunque el cuerpo me lo está pidiendo. Pero aunque todo eso lo resolviera en una nave industrial, perdería muchas ventajas». Lo bueno del dibujo es que se puede guardar en capetas. Casas nos confiesa que ahora mismo, sin darnos cuenta, estamos «rodeados» de los 60 de pequeño formato (de los grandes sí que nos hemos percatado) que conformarán su próxima expo, la que inaugura el día 24 de abril en la galería Fernando Pradilla .
El fin de un ciclo
«La exposición se llamará (A)utopic y creo que cierra un ciclo, pues será la última que le dedique en exclusiva al dibujo. Es una muestra en el que los modelos son gente tomándose fotos a sí misma, los famosos selfies ahora tan de moda. Pero lo que nos parece tan actual ya lo hacía la fotógrafa Marianne Breslauer en los años veinte del pasado siglo. De contemplar una de sus obras es de donde nace la base de este proyecto, de la contraposición entre esas imágenes que se hacían para perdurar en el tiempo y las que realizamos ahora para mandar por whatsapp, para un consumo rápido. Su título es un juego de palabras: son "auto-fotos"(autopics) en las que buscamos nuestra mejor imagen, nuestro mejor rostro. De ahí lo de utopic. Para elegir las que conforman parte de la expo, pedí a mis fans de Facebook que me mandaran las suyas. Recibí una barbaridad y es curioso cómo cada uno de nosotros nos representamos a nosotros mismos».
«No entiendo el concepto “jornada laboral”. Si tuviera el estudio fuera, me invadiría la pereza»Casas también «se retrata» en su salón-estudio. De hecho, un gran lienzo de él mismo en la ducha lo preside: «Guardo muy pocas obras mías. Si mantengo esta es porque es un autorretrato, un género que no he cultivado demasiado. Pero empieza a ocupar mucho espacio y creo que pronto acompañará al resto de mis obras en casa de mi madre en el pueblo». ¿Guarda muchas en su propia casa?: «No me hace falta. No tengo almacén, pero tengo la suerte de que todo lo que produzco va teniendo salida en la galería». Y aquello que no nos cuenta sobre su dueño este espacio, es el propio Casas el que nos lo confiesa. Así es cómo descubrimos que no es excesivamente fetichista («ni siquiera tengo cuadernos de apuntes. Los tomo en papeles, que luego pierdo»), o que tampoco es muy de rutinas («me cuesta arrancar por las mañanas, por eso las dejo para leer, para consultar internet, para documentarme. Comienzo a trabajar hacia las cuatro de la tarde...»). También nos desgrana su forma de proceder («los dibujos grandes siempre los realizo sobre pared. Solo para los detalles o las partes inferiores, termino tirando el papel en el suelo»). Y lo más importante: cómo se siente y cómo se ve.
«Ahora estoy experimentando con billetes antiguos, que estoy interviniendo con pintura. Volveré a esta técnica antes o después, aunque sea monocroma. De hecho, nunca la he dejado. Lo que ha ocurrido es que el dibujo ha ocupado demasiado protagonismo. Lo de dibujar con boli es bueno porque me ha dado notoriedad, pero el efecto mediático cansa. Yo gané el Premio ABC con una pintura , y con el dibujo llevo cinco años, aunque pareciera que es algo que he realizado toda mi vida. Sin embargo, a mí me iba bien ya con lo que hacía. Quiero volver a eso, que todo se equilibre». Con este deseo le dejamos.
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