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Colm Tóibín: «Veía los asesinatos como algo cruel y odiaba la violencia en Irlanda»

El escritor, irlandés y católico, apela a la más dolorosa humanidad en «El testamento de María», conmovedor relato en el que la Virgen toma la palabra

Colm Tóibín: «Veía los asesinatos como algo cruel y odiaba la violencia en Irlanda» ABC

INÉS MARTÍN RODRIGO

Colm Tóibín (Enniscorthy, 1955) se crió en un hogar donde reinaba el silencio. Su abuelo y el hermano de este eran miembros del IRA , lo que marcó a la familia y al pequeño Colm, que fue educado en el catolicismo y creció con una visión romántica del conflicto irlandés. Fascinado desde la infancia por la literatura y sus historias (su padre era maestro y su madre solía escribir), pronto descubrió que un libro puede ser la más poderosa de las armas . Sobre todo las novelas aún por escribir, capaces de llenar el vacío de la cotidianidad con la promesa de lo que podría ser.

Esa plena conciencia de la imaginación le llevó a escribir. A detenerse en la suave cadencia de la poesía , a crear sus primeros relatos con tan sólo doce años. Lo hizo justo el año en el que murió su padre. Una de esas fatales coincidencias que apelan al vínculo inmortal entre padres e hijos . Con los años, se liberó de la pesada carga política de sus antepasados, se graduó en el University College de Dublín y hasta tuvo tiempo de rendirse a la fascinación que provocaba Barcelona a finales de los 70.

Hoy, más de 30 años después, Colm Tóibín es uno de los grandes novelistas anglosajones del momento, emparentado con Joyce , Beckett y el propio Wilde , pero poseedor de un estilo propio lírico, hermoso y evocador, como demostró en grandes obras como «The Master» o «Brooklyn».

Periodista antes que escritor y profesor (da clases en Columbia y sustituyó a Martin Amis como profesor de Escritura Creativa en la Universidad de Manchester ), Tóibín regresa al panorama editorial con «El testamento de María» (Lumen). En ella, el autor da voz a la Virgen en un stábat máter contemporáneo que recrea el sufrimiento de una madre ante la muerte de su hijo. Profunda y dolorosa. Eminentemente humana. Como la prosa de Tóibín, quien no tuvo reparos a la hora de enfrentarse a la fría sensación que a veces provoca mantener una charla vía e-mail.

¿Por qué decidió escribir «El testamento de María»?

Nunca es una decisión. Las ideas e imágenes aparecen en mi mente, después se convierten en ritmo y luego empiezo a escribir. Al principio, no estoy seguro de lo que estoy haciendo. Poco a poco va tomando forma. Me crié católico en un país católico, por lo que la devoción hacia María está en mi sangre, y conozco las oraciones. La idea de María como icono es algo que tenía muy cerca. Todo lo que tenía que hacer era empezar a imaginar su voz.

¿Cómo logró capturar su voz?

Usé alguno de los textos de la Grecia antigua, como Medea, Electra y Antígona. Encontré cierta urgencia en su tono.

¿Qué supone para un escritor acercarse a un personaje como el de la Virgen?

Creo que es la misma tarea que con cualquier otro personaje con el que trabajas, tienes que hacerla creíble.

Me gustaría preguntarle por la conclusión a la que llega María con respecto al sacrificio de su hijo: «No valió la pena».

Llegué a eso de forma gradual, muy lentamente. Para ella, lo que sucedió es personal. Sólo le pasó a ella y sólo a ella le interesa. Las cuestiones sobre la salvación no le interesan.

Antes de convertirse en novela, «El testamento de María» fue un monólogo que se estrenó en el Dublin Theatre Festival y que después fue llevado a Broadway.

Escribí la primera versión para una actriz, para que fuera recitada. Después, revisé el texto y lo convertí en novela. Me gustaba la idea de que se representara en público.

¿Le preocupaba cómo reaccionarían las autoridades eclesiásticas ante el texto?

Creo que las autoridades saben la diferencia entre ficción y realidad. La obra, primero, y la novela, después, son ficción.

¿Son los cristianos más tolerantes que los musulmanes al aceptar que sus figuras más sagradas sean ficcionalizadas?

No me gusta generalizar. Conozco a musulmanes que son muy tolerantes. Pero lo que sí es cierto es que en Europa y América, y en países como Australia, se cree en la libertad de discurso y de expresión. A menudo es algo que se ha conseguido después de una larga lucha. Hasta mediados de los 60, en Irlanda había una censura muy severa en los libros que se publicaban. Pero ahora las cosas son más fáciles.

Algunos de sus antepasados eran del IRA y participaron en el Alzamiento de Pascua de 1916. ¿Creció con una visión romántica del conflicto irlandés?

Sí, lo hice. La independencia de Irlanda se logró a través de la violencia, de lo que hoy llamaríamos terrorismo. Cuando era niño, era algo muy romántico y todo estaba rodeado de héroes que se hicieron hombres gracias a las armas y las bombas. Pero es que los miembros del Gobierno irlandés a mediados de los 60 fueron esos hombres en su juventud. Envejecieron y se hicieron muy conservadores. Dejé de tener una visión romántica del conflicto en los 70. Veía los asesinatos como algo cruel y odiaba la violencia.

¿Convertirse en escritor fue una decisión que tomó de forma consciente?

Fue algo que llegó de una manera más natural que la manera en que se toma una decisión. Descubrí que había escrito antes siquiera de que me hubiera planteado ser escritor.

Comenzó su carrera como periodista. ¿Qué piensa del periodismo actual?

Me gustaba el periodismo, pero no puedo hacer de todo. Ahora, vivo en silencio rodeado de imágenes y paso el día inventando escenas. Es mejor dejar el periodismo a los jóvenes.

En una de sus clases dijo: «Tienes que ser un monstruo para escribir».

«Ahora vivo en silencio, rodeado de imágenes e inventando escenas»

Ahora doy clases de literatura, pero antes enseñaba a escribir. Es importante dejar claro a los estudiantes que si escribes tienes que enfrentarte a temas difíciles -cosas privadas, secretos- y nunca puedes negarte a escribir por miedo a enfadar a tus padres, o a tus vecinos, o a revelar cosas de ti mismo. Simplemente tienes que escribir.

Puesto que se gana la vida describiendo cosas, ¿cómo se describiría a sí mismo?

No soy introspectivo y no tengo la menor idea de cómo soy. Me gustaría pensar que soy una persona amable, atenta, que ofrece su ayuda a las viejecitas para cruzar la calle.

¿Es usted tan melancólico como sus libros?

No, en absoluto. La gente que no me conoce se pregunta si la persona que escribe los libros es la misma que va al bar. Intento ser alegre en persona o al menos cuando estoy acompañado... Sí, mis libros son tristes.

¿Es así como valora su obra?

Trabajo en detalle y con detalles. Una novela son miles de detalles. Mi trabajo consiste en pensar en el siguiente detalle, encontrar un ritmo, hacer que funcione. Cada libro es diferente, no tengo una valoración global.

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