Timur Vermes parodia a Hitler en «Ha vuelto»

Flemáticamente planteada con un impasible y provocador humor negro, eludiendo todos los tópicos, pero convirtiendo al mismo tiempo a Hitler en un cliché y autómata de sí mismo, Vermes imagina que el «Führer» aparece de repente en nuestros días. El autor imagina que no murió en el búnker: debido a un extraño «viaje tan fantástico como inexplicable» , despierta en un descampado del extrarradio berlinés tras un largo sueño que ha durado la friolera de sesenta y seis años.

El clon de Hitler sufre la decepción de que los jóvenes no lo reconocenEl «resucitado» se dedicará, como era de esperar en su caso, a su especialidad: salvar al Pueblo Alemán de las amenazas que siempre, por doquier, han buscado destruirlo. El desconcierto de tan terrorífico personaje que ahora solo provoca risa es continuo. Tras encajar que la guerra se perdió, su metódicamente, difícil de ser distraída de sus objetivos, comienza a procesar las novedades: está en Alemania, en un Berlín «completamente ajeno», distinto al Reich que un día conoció, pero… está en 2011.

El bigote y el flequillo regamentarios

Tras sufrir la inmensa decepción de que los jóvenes alemanes de ahora («jóvenes hitlerianos», según él) no lo reconocen, se dispone a analizar un aluvión de buenas y malas noticias que le asaltan a cada paso. Noticias que va absorbiendo estupefacto en el quiosco de revistas donde le da cobijo un buen hombre, creyendo que hospeda a un actor chiflado y vagabundo que, vestido de uniforme y con el bigote y el flequillo reglamentarios, no ceja en su papel de Hitler.

Vermes elude todos los tópicos, pero convirtiendo a la vez a Hitler en un clichéEl país, las ciudades, están sorprendentemente libres de escombros, advierte. Además, en el área de Berlín, los soldados soviéticos han disminuido a treinta o cincuenta. Por otro lado, si Polonia «continuaba con su antinatural existencia», contempla también con satisfacción que las autopistas alemanas las siguen construyendo polacos, «rusos blancos» y ucranianos. Y luego, claro, están los judíos, un viejo tema . Ahí sucede una cosa «realmente satisfactoria»: el judío alemán, al cabo de sesenta años, «aún seguía diezmado». Apenas se contabilizan cien mil, a lo que ha contribuido, «para descongestionar», la creación del Estado de Israel.

Como «tiene cara de Adolf Hitler», las casualidades le ponen frente a las mejores oportunidades de propaganda, ni imaginadas por la más calenturienta mente de Goebbels: unos insaciables medios de comunicación que, en ocasiones, llegan a reconocer, sin el menor reparo, lo mismo que vomitan a diario ( «¡es increíble la cantidad de basura que producimos!» ); periódicos populistas; una «red» que llega a través de algo impactante para él, los ordenadores; e incluso un «show» creado a su medida.

El programa de humor «El Hitler de los viernes en MyTV» será aprovechado por este perfecto clon del «Führer» para lanzar sus interminables peroratas y sus machaconas consignas , espetadas a todo aquel que se le acerque o que le oiga: «¡Necesitamos más Alemania!», «¡Cambiemos todos juntos Alemania!» o «¿Cómo quiere ayudar usted a Alemania?».