ARTE
Tàpies muestra su legado entre el MNAC y su Fundación en Barcelona
Una exposición, dos museos. El penúltimo homenaje a Antoni Tàpies tiene lugar en su fundación barcelonesa y el MNAC –donde entra por primera vez–, con obra en gran parte inédita
anna maria guasch
En el capítulo «Nueva York. Confirmación de un discurso», del fundamental «Memoria personal» (publicado por primera vez en 1977 por Crítica ), Tàpies apuntó cómo desde fines de los cincuenta, junto a sus grandes murales, gradualmente se interesó por los materiales «pobres» en ... la necesidad de profundizar en el mensaje de lo insignificante, lo gastado o dramatizado por el tiempo. Son esos dos grupos de trabajos los que han servido a Vicente Todolí de hilo argumental para continuar en solitario lo que hace unos años empezó siendo un diálogo vis a vis con el artista, ya debilitado y a las puertas de la muerte .
«Tàpies. Desde el interior» busca escenificar en un doble decorado –uno muy familiar para Tàpies, la Fundación que lleva su nombre , abierta en 1984; otro, ajeno hasta la fecha a su obra, el MNAC , el mismo que en 1993 se negó a exponer el monumental «Calcetín» (Mitjó)– ambas vías a través de obras, la mayoría no expuestas hasta hoy . Trabajos que Todolí ha encontrado en el entorno familiar del artista. En su casa, en su taller y, las menos, en su fundación. En total, más de 140 obras con las que el comisario busca una serie de genealogías y afinidades electivas entre el creador y los artistas de su generación, además de la gran familia de la Historia del Arte.
En línea con la Historia
Van Gogh, Munch, Picasso, Duchamp, Schwitters , junto con el Románico catalán (Tàpies estuvo siempre muy vinculado a este periodo) aparecen como los grandes compañeros de viaje de una trayectoria que supera límites y aparece más allá de la dinámica del espíritu de vanguardia en la que se fraguó. Este Tàpies transversal, atemporal, lleno de paradojas, contradicciones y sorpresas , es el que ha querido mostrar Todolí con una selección de obras que abarca desde mediados de la década de los cuarenta hasta la muerte del artista: todo tiene cabida en este vasto territorio plástico y conceptual, con la excepción deliberada del periodo surrealista en Dau al Set (1948-1956).
Para Todolí, la de Tàpies es «un pintura rabiosamente humana, un puñetazo sobre la mesa»
Para el MNAC, Todolí ha escogido una selección de obras matéricas que abarcan toda su producción de 1946 a 2011 y que muestra su inicial fascinación por el arte dadaísta y el arte brut , pero también por el existencialismo, el hombre y la realidad, todo ello imbuido por su obsesión por lo matérico, la pastosidad de los fenómenos, que el artista interpretaba usando un material espeso con el que conectaba con un tipo de experiencia cósmica (aunque ni ideal, ni sobrenatural) para sustraerse a la «sumisión a lo real».
En un recorrido por algunas de sus menos conocidas y más deslumbrantes superficies matéricas vemos cómo la pintura de Tàpies se libera de todo artificio literario (aún vigente en Dau al Set) y se convierte en un objeto plástico, independiente, autónomo, cargado de una energía mental, una especie de carga eléctrica que al ser tocada por el espectador desencadena determinadas emociones.
El valor de la presencia
Así, desde sus cuadros tachistas de los cuarenta y cincuenta hasta las composiciones más recientes en las que domina el barniz, el látex y las planchas de metal, vemos cómo Tàpies supo compaginar el hecho de formar parte de las grandes corrientes mundiales y gozar de reconocimiento internacional como pocos de su generación sin renunciar al valor de «presencia».
Cada uno de sus cuadros debía ser tan fuerte como un talismán que, con tan solo tocarlo, hace sentir su efectos benéficos. Todolí insiste en esta dimensión casi metafísica, enfatizando la presencia de obras, como ocurre con «Díptica amb dues formes corbes» (1988), que Tàpies piensa en relación con el misterio, las fuerzas de la naturaleza y el universo.
Parecido proceso de minuciosa y sabia selección y ubicación en el espacio por parte de Todolí apreciamos en la Fundación Tàpies , contenedor de obras en las que se agudiza la naturaleza objetual y pobre del artista, lo que lo vincula a otra genealogía de la Historia de las vanguardias: la encabezada por Kurt Schwitters , Duchamp , el «assemblage» o incluso Fluxus .
El pintor entra por primera vez en el MNAC, la mis ma institución que rechazó exhibir su «Calcetín»
El absurdo de la combinación de los objetos cotidianos o su sola presencia desplazada de los lugares habituales es, según Tapies, una paradoja sólo comparable a la de los «koan» japoneses , y se despliega especialmente en sus obras desde de los setenta –con un énfasis en los grandes, incluso monumentales, ensamblajes de los ochenta y noventa–, en las que Tàpies incorpora puertas, ventanas, somieres, sillas y abrigos, y los somete a un proceso de «transmutación» –todo tipo de grafías y materiales sobre ellos– para acabar convirtiéndose en objetos de revuelta, de trastorno e impacto : «Un puñetazo sobre la mesa», sostiene el comisario. «Una pintura rabiosamente humana» que busca también al «otro», que entre signos, materias y colores reconocibles se encuentra cómoda en el budismo zen o en las resonancias místicas de otras civilizaciones.
Y ello en un paulatino proceso de depuración, de ascetismo , tal como queda patente en las obras más recientes, de máxima simplicidad y crudeza, con las que Todolí busca dibujar el rostro «global» de Tàpies.
Tàpies muestra su legado entre el MNAC y su Fundación en Barcelona
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete