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«El Talismán» de Bécquer ve la luz en ABC Cultural

Que Bécquer adaptó al teatro «Nuestra Señora de París», de Victor Hugo, con el título de «Esmeralda», ya se sabía. Lo que no se sabía es que convirtió esa versión en una zarzuela, «El Talismán», cuyo libreto ve la luz en ABC Cultural

«El Talismán» de Bécquer ve la luz en ABC Cultural

víctor infantes

Emociona en estos tiempos virtuales y cibernéticos , con textos estancados en nubes «dropbox» o «word web app», sentir la textura de un manuscrito antiguo; esas hojas de papel donde la caligrafía personal ha reflejado los sueños creativos, las vigilias llenas de aciertos, de dudas, de correcciones, ocupadas por el silencio lento de la escritura. Más todavía si se trata de un autor conocido y de una obra perdida.

Hablamos de Gustavo Adolfo Bécquer y de un texto teatral titulado «Esmeralda». Hace poco tiempo he tenido en las manos el manuscrito que la contiene, he podido repasar las vicisitudes del pendolista que la perpetuó sobre la partitura –tiene efectivamente una música que encarcela el texto poético– y notar la sugestión de recorrer unas hojas que tuvo en sus manos el poeta andaluz. Una joya rescatada del olvido después de siglo y medio.

No se trata de una copia en limpio: hay correcciones, tachaduras y enmiendasSabíamos de la existencia de este texto, «Esmeralda», por los recuerdos escritos de un buen amigo de Bécquer, el también escritor y periodista Julio Nombela y Tabares (1836-1919), que n sus «Impresiones y recuerdos» , copiosa autobiografía publicada en 1910-1912, rememora los pormenores de la aventura literaria de la obra. La memoria de Nombela no es siempre de fiar, guiada por un protagonismo personal en todas sus actuaciones, y más cuando trae al presente de la redacción sucesos de hacía más de cincuenta años, pero es el único testimonio que poseíamos de la existencia de la «Esmeralda» becqueriana . Siempre según sus «recuerdos e impresiones», en la primavera de 1856 es Bécquer el impulsor de transformar en drama una de las novelas más famosas de aquellos momentos, «Nuestra Señora de París», de Victor Hugo, publicada por primera vez en francés en marzo de 1831 y que tuvo una acogida extraordinaria. La tradujo enseguida al castellano Eugenio de Ochoa, y apareció en 1836.

Paseos por el Retiro

Cuando llegamos al empeño de Bécquer, la obra había sido reeditada en España ya en siete ocasiones y con toda evidencia la tenía que haber leído. Nombela y Luis García de Luna, con quien Bécquer había colaborado (y colaborará) en otras ocasiones bajo el acrónimo de «Adolfo García» , acogieron la idea con entusiasmo. Los tres se pusieron manos a la obra.

El compositor de «El Talismán» era el padre de una amada de BecquerRelata Nombela con detenimiento el regalo de una traducción por parte de Javier Márquez, amigo suyo, y la relectura de la obra en las mañanas soleadas del Retiro. Y añade: «En un par de semanas, trabajando por las noches y leyendo y enmendando en nuestros paseos matinales lo que habíamos escrito, transformamos la novela de Victor Hugo en un drama de no recuerdo cuántos cuadros, conservando los personajes indispensables y principales situaciones de la obra maestra del gran poeta».

Según Nombela, Bécquer conocía a un tal Juan de la Puerta Vizcaíno, que al enterarse de la creación teatral de los amigos les instó a vender la propiedad de la obra a dos empresarios valencianos interesados en adquirir sus derechos con vistas a su posible representación. Les ofreció cuatro mil reales, que aceptaron encantados, se firmó un contrato y, continúa Nombela, «se hizo una copia en limpio del drama».

Manuscrito citado y buscado

Los valencianos amigos de Vizcaíno se retiran del negocio y aparece en escena Alonso Gullón, editor, que adquiere los derechos de la obra y la somete al juicio de un censor. Este deniega su representación y los autores tienen que devolver el dinero adelantado, pero al carecer de ingresos seguros Bécquer y García de Luna, es Nombela el que se hace cargo de la deuda. El proyecto quedó suspendido antes de ver la luz .

Nada se sabe de la obra hasta que Nombela sale de España en 1874 y vuelve a mencionar este nuevo contrato a su nombre y cómo se tuvo que hacer cargo de la deuda contraída, que el editor Gullón le reclamó con sus correspondientes intereses. Muertos ya en esa fecha Bécquer y García de Luna, quedan las incógnitas de por qué el censor no autorizó su representación y qué paso con aquella «copia en limpio» de «Esmeralda», manuscrito citado y buscado desde entonces.

Un bibliófilo ha puesto a mi disposición la partitura original Todo lo que conocemos sobre este frustrado proyecto dramático de «Esmeralda» se encuentra en las páginas de Nombela. Aunque sus palabras están llenas de lagunas, datos poco fiables documentalmente y, tal vez, evocaciones traicionadas por la memoria en la distancia de sus recuerdos, tampoco hay que dudar mucho de ellas, pues nada ganaba el amigo de Bécquer falseando una de las muchas aventuras literarias en la que se vio envuelto.

«Esmeralda» acaba de reaparecer, modificada ahora en una zarzuela con el título de «El Talismán», aunque sin la mención de Nombela. Creemos, provisionalmente, que Bécquer y García de Luna volvieron sobre aquella primera redacción, reformaron el original y lo convirtieron en una obra musical que contó con un nuevo nombre muy querido por el poeta andaluz: Joaquín Espín y Guillén (1812-1881), famoso compositor soriano, padre de la cantante Julia Espín, una de las amadas de Bécquer, y uno de los pioneros de la zarzuela moderna española, que quizá animara a ambos amigos a su transformación melódica.

Para un «gran piano»

La partitura original de «El Talismán», desconocida desde hace más de siglo y medio, obra en poder de un bibliófilo que ha puesto a mi disposición el manuscrito, cuyo análisis ha proporcionado algunas sorpresas. No es, desde luego, la primitiva redacción dramática , de la que nunca dijo Nombela que llevara música, sino una reelaboración posterior, más tratándose de un texto con música sobre papel pautado, como confirma la tachadura sobre el título original de «La Esmeralda» y su sustitución por el de «El Talismán».

Contiene textos para el acto 2º con la inequívoca letra de BécquerDesafortunadamente, no se trata de una copia en limpio, ordenada y terminada, sino de un testimonio documental a ratos incompleto , con numerosas correcciones, tachaduras y enmiendas, que presenta toda una serie de problemas codicológicos y paleográficos de compleja constitución y análisis. Es lícito suponer que Espín y Guillén, junto a los autores del libreto, adaptó la obra original, aquí siempre titulada «La Esmeralda», a la estructura en actos y números de una zarzuela que, como se señala en la portada, es para un «gran piano». La firma del compositor campea en varias páginas del manuscrito con dos fechas: 1859 y la que parece definitiva, 1860.

La fortuna de este inesperado hallazgo no termina aquí, pues a la partitura acompañan dos juegos diferentes de cuartillas que forman parte del libreto y recogen diferentes cantables poéticos de la obra. Un pliego de papel azul, cuatro páginas, con textos para el acto 3º de una mano no identificada (todavía), y tres pliegos, doce páginas, de papel blanco; salvo el primero de ellos, que hace de portadilla, contienen textos para el acto 2º con la inequívoca letra de Gustavo Adolfo Bécquer.

La edición requerirá de mucha paciencia y cuidado para devolver a los lectores actuales el laberinto literario y musical de «Esmeralda», rebautizada como «El Talismán». Este próximo otoño Visor Libros publicará el libreto de Bécquer y García de Luna y la música del maestro Espín y Guillén, arropado con estudios de Jesús Rubio Jiménez, Miguel Ángel Lama, Amy Liakopoulos y quien firma estas líneas.

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