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LIBROS

«Quédate con nosotros, Señor, porque atardece», la última entrega de Pombo

Una pequeña comunidad de monjes debe hacer frente al suicidio de uno de sus miembros. Así comienza la nueva novela de Álvaro Pombo. Páginas sobre el fuego religioso

«Quédate con nosotros, Señor, porque atardece», la última entrega de Pombo

josé maría pozuelo yvancos

Andan otros novelistas buscando la forma de ser originales con estructuras fragmentarias, «collages» de diferentes textos o exóticas tramas. Álvaro Pombo logra serlo siendo Pombo, lo que en novela se traduce en una forma de extravagancia inteligente, nacida de una manera personal de «estar en el mundo» . A nadie que no fuera Pombo podría el lector aceptar que a estas alturas introdujese textos en latín sin traducirlos, se refiriese al «curso amortiguado del tiempo inmanente objetivo», calificase algo de «objeto intencional» o finalmente allegase reflexiones del Sartre menos conocido, de Husserl, de Rilke, o un hermoso poema de Gerard Manley Hopkins. Y nada de todo esto suena a impostura o gesto posmoderno.

Más bien suena a reconocimiento que harán ciertos lectores de una cultura casi extinguida y pertrechada de motivos del canon litúrgico como el oficio de difuntos, textos bíblicos como las cartas de San Pablo, o incluso referencias a una modalidad histórica muy particular, como es el tránsito revolucionario de las revueltas del París del 68, la Teología de la Liberación o el laicismo del padre Congar ; casi todas ellas aguas de un río del pasado inmediato, irremediablemente ido para casi todos los que serán lectores de esta novela.

El lector asiste a toda una serie de matices psicológico-religiosos Y sin embargo todo ese mundo que hoy suena a extravagante y que estuvo en el centro de los procesos culturales europeos (las comunas hippies fueron derivaciones de ello) es necesario para entender el problema que aflige a los personajes de esta novela y que podría resumirse así: ¿qué queda, cuando casi todo se ha ido, del fuego religioso de antaño? ¿Qué decir de la tensión entre el apostolado de estar en el mundo o aislarse de él?

Obviamente Pombo no ha querido hacer una novela naif , por lo cual ha adoptado una estrategia de anacronismo en el propio planteamiento de la trama: una noble rica, doña Mariana de Mansilla y Laerte, dona una finca en el sur de Granada, entre las Alpujarras y Motril, para que un amigo suyo, también aristócrata, don José María Labordieu, funde junto con otros cinco monjes una comunidad trapense, dedicada al «ora et labora», de la Regla de San Benito, pero también para ser testigos de su luz en la comunidad alpujarreña.

Las preguntas del monje

Este anacronismo, que la novela desarrolla al principio en el apacible silencio de los personajes, choca con una circunstancia sobrevenida: uno de los monjes mayores, Abel, de setenta y tres años (ha elegido Pombo esa edad), se ve aquejado por una profunda crisis y amanece un día colgado de una viga . Tal suicidio, que querría haber sido silenciado por el padre Josefo –nombre de prosapia que la novela da al prior José María Labordieu–, sale a la luz merced a la indagación que hace un culto periodista del «Ideal» de Granada, el agnóstico y mordaz Matías Belarte, quien llama la atención sobre los privilegios del secretismo de la comunidad religiosa.

Pombo ha querido ir directamente al anacronismo de las dudasEsta acometida externa se une a una creciente tensión interna: tanto el padre Raimundo –fundador, con Josefo y Abel, del convento– como el joven cura Ignacio, se ven acosados por preguntas y dudas, mucho más una vez se conoce que Abel dejó unos escritos que solo Josefo conoce, y a los que el lector asiste. Son cartas de Abel a Margareta, excelente personaje (siempre hay en Pombo una figura femenina de enorme interés) que vive la bondad de un modo natural, en tanto que Abel se sabe fingidor de ella , mixtificado en la figura del elegido por Dios. No es tan importante la anécdota como asistir de la mano de ella a toda una serie de matices psicológico-religiosos que las preguntas del monje plantean. También es importante en la novela la contraposición establecida entre esta fe primaria y el mundo mediático.

No deja Pombo de zaherir los programas religiosos de la radio y en cierto modo la idiosincrasia arcaica de una vida, la de la fe, en un mundo mediatizado. La cuestión religiosa siempre ha sido pombiana , pero había adoptado envolturas históricas, como la Teología de la Liberación o la revolución cristera. En esta novela, no. Pombo ha querido ir, con esa carga filosófica tan característica suya, directamente al anacronismo de las dudas y a la perpleja imposibilidad de las respuestas.

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