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ARTE

Presentación pública de la colección de Helga de Alvear en Madrid

Por primera vez, la colección de Helga de Alvear se muestra ampliamente en Madrid y CentroCentro se apunta el tanto. Un capítulo que repara en «el presente» de los contenidos

Presentación pública de la colección de Helga de Alvear en Madrid

MIGUEL CERECEDA

No es fácil establecer un discurso o un hilo conductor para señalar las características comunes de una soberbia colección de arte contemporáneo como la que ahora se presenta en CentroCentro en Madrid. Helga de Alvear no es sólo una galerista de prestigio, sino también, desde hace años, una excelente coleccionista. Desde que empezara con su primera pieza, comprada en 1963, la colección Helga de Alvear supera ya las dos mil obras de arte contemporáneo internacional.

«Su idea de adquirir obra –dice la comisaria de la muestra– no es la de crear un discurso cerrado sobre el arte de su momento vital, sino que lo ve como un proceso definido en términos de relaciones entre formas, ideas, espacios e intenciones diversas que generan tensión, emoción y reflexión». Tal vez por ese motivo, la propia coleccionista ha tenido a bien encargar para cada presentación parcial de su colección un análisis a un comisario diferente, un estudio o una propuesta expositiva diferente, con el fin de trazar a partir de ellas posibles líneas de lectura.

Según Jameson, el «curator» reconstruye la propia idea del arte

Como es sabido, la colección se alberga en la sede de la Fundación Helga de Alvear de Cáceres y, desde su inauguración en 2011, la colección ha sido leída e interpretada por diversos comisarios, siguiendo diferentes hilos conductores: José María Viñuela hizo una primera revisión señalando los principales puntos de referencia; Rafael Doctor presentó una selección del arte español contemporáneo; por su parte, José Jiménez realizó recientemente una interesante lectura de la misma prestando atención a los juegos de lenguaje.

Obras para el consumo

Esta es la primera vez (a excepción del aperitivo que se ofreció en ARCO’09) que parte de la colección se presenta públicamente en Madrid. Y la comisaria de la propuesta, en este caso, ha sido María de Corral. Si hubiese que trazar alguna línea de lectura a partir de esta propuesta, yo sugeriría acercarse a ella como un interesante panorama del arte internacional contemporáneo. De hecho, aunque parezca un tópico, es así como la comisaria ha titulado la cita: «El arte del presente». De modo que las características que podemos señalar en general de las tendencias del arte contemporáneo pueden encontrarse paradigmáticamente aquí.

En esta magnífica muestra vemos una notable presencia de la fotografía

Si uno toma por ejemplo el último libro de Frederic Jameson, «El postmodernismo revisado» , preparado por David Sánchez Usanos para la editorial Abada, las características que Jameson señala allí del arte postmoderno puede decirse que se encuentran modélicamente recogidas en la colección de Helga de Alvear: la primera de ellas, la sustitución de la pintura por la fotografía; la segunda, la sustitución del tiempo por el espacio y la importancia que ello le otorga a la instalación frente al objeto; y la tercera, la importancia del «curator». «Ahora que el canon ha desaparecido –escribe Jameson– es este quien construye efímeros cánones, quien reconstruye la propia idea del arte, sólo para desmantelarla a la semana siguiente y sustituirla por otra nueva. Es el «curator» finalmente quien nos da la idea de obras reunidas para el consumo; consumimos la exposición como un todo y no sus componentes individuales».

El otro nombre de la posmodernidad

Y, en efecto, esto es lo que podemos ver en esta magnífica muestra del arte internacional contemporáneo: una más que notable presencia de la fotografía, una considerable presencia de la instalación y, en tercer lugar, la propuesta de lectura elaborada por De Corral: «Helga cree que una colección no es una verdad universal y definitiva, sino más bien el fruto de una mirada global sobre la producción artística actual».

Una cosa resulta lamentable: la entrada cuesta cinco euros.

De hecho, «mirada global» es la cuarta pata sobre la que no sólo se asienta esta exposición, sino también la cultura postmoderna. Ello se muestra claramente en la notable ausencia de una perspectiva nacionalista, que le diese, por ejemplo, preferencia a los artistas españoles o a los alemanes sobre los otros, en la construcción de esta colección. Esta perspectiva, sin embargo, era la línea de lectura general sobre la que hasta ahora se basaban los grandes conjuntos internacionales. Todo ello certifica la íntima relación que la colección mantiene con la cultura de nuestro tiempo. Globalización –dice también Jameson– no es más que el otro nombre de la postmodernidad.

Hay, sin embargo, en esta exposición sólo una cosa que resulta verdaderamente lamentable: para entrar a visitarla, el espectador tiene que pagar cinco euros. Ello no sólo reduce el número de visitantes posibles, sino que perjudica claramente a los más desfavorecidos, pero también a los más interesados por acercarse al arte contemporáneo: a los estudiantes, a los jóvenes y a los artistas.

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