LIBROS
Vuelve el mejor Llamazares con «Las lágrimas de San Lorenzo»
Entre la reflexión y la nostalgia se mueve Julio Llamazares en su nueva novela, «Las lágrimas de San Lorenzo». Páginas con poso poético que tienen mucho de legado literario y moral
JOSÉ MARÍA POZUELO YVANCOS
Hay un momento en la vida de los buenos novelistas en el que su obra gira hacia la expresión de algo fundamental que se parece a un legado, algo que quieren dejar más allá de la invención de una historia y les compromete de ... modo cercano . Considero que esta novela de Julio Llamazares responde a ese momento. Para la expresión de un testimonio vital, en parte reflexivo y en gran medida lírico, no es preciso que un artista abandone la ficción.
Por más que en «Las lágrimas de San Lorenzo» haya algunos ingredientes de fondo autobiográfico, es claramente una obra que ha imaginado situaciones inventadas para que el autor en cierta medida crease una figuración de sí mismo a través de ellas, tanto de aquello que piensa sobre la vida como de las consecuencias y reflexiones que el paso del tiempo imprime a las personas una vez se llega a cierta edad. Podría decirse con palabras de otro escritor leonés, Antonio Gamoneda, que en este libro también «arden las pérdidas» .
Julio Llamazares vuelve a rendir homenaje a un decir reflexivo, hondoEl motivo repetido que le sirve de inspiración para hablar del paso del tiempo y da título a la novela es el fenómeno astrológico que ocurre en agosto durante la noche de San Lorenzo, cuando se visualiza una lluvia de estrellas fugaces que conocemos como lágrimas. El capítulo primero de este libro se titula «Una» y los siguientes, todos igual –«Otra», «Otra», «Otra»–; caen estrellas, pues, hasta el capítulo de cierre, que reproduce esta gran pregunta: «¿No será Dios el tiempo?».
Homero, Catulo y Celan
La totalidad de los capítulos vuelven a la situación inicial del libro: el protagonista, de unos cincuenta años, y su hijo adolescente, Pedro, contemplan en un monte de Ibiza la caída de estrellas. El padre, que vive separado de su mujer y tiene al hijo durante el verano, lo lleva a la isla, lugar en el que ha pasado felices años de juventud; a partir de sus diálogos, pero también de los fragmentos narrativos, vamos conociendo su historia anterior, que pone de relieve la relación del protagonista con su propio padre, con quien vivió una situación idéntica a la de ahora, pues también él asistió en un pueblo de León a la lluvia de estrellas y preguntó a su progenitor cosas parecidas a las que Pedro le formula a él . Este paralelismo de abuelo, padre e hijo da entrada a interesantes variaciones, pues la sociedad rural leonesa de posguerra, donde todavía estaba presente el maquis –a través de la vida del tío Javier, «desaparecido»–, es bastante distinta a los modos con que Pedro se dirige a su padre e incluso le increpa sobre el abandono familiar, etc.
Condensa una emocionante reflexión de la memoria como único lugar del tiempoPero no creo que las variaciones hayan perseguido mostrar tanto las diferencias culturales de una época y otra como la existencia de ciertas preguntas y vivencias que son iguales entre padres e hijos. En cierto sentido, Llamazares ha querido inscribir en la repetición del tema fundamental de su novela, el «leitmotiv» del tiempo, que todo muere.
Por tal énfasis considero un acierto que quienes realmente marquen la pauta estilística de la novela, más que los acontecimientos externos, sean los poetas, que han acertado a decir la forma interna del hombre , y en especial el tiempo. Elige Llamazares a tres que podría considerarse grandes clásicos, dos de la cultura grecolatina, Homero y Catulo, y otro de la modernidad del siglo XX: Celan.
La muerte del padre
Homero nos recordaba que «Cual la generación de las hojas así la de los hombres / Esparce el viento las hojas por el suelo…». Los versos de Catulo no son de menor profundidad: «Los soles pueden ponerse y salir de nuevo / Pero para nosotros, cuando esta breve luz se ponga / no habrá más que una noche eterna , que debe ser dormida». Y el judío Paul Celan: «Oh brizna, oh flor del tiempo».
Llamazares ha vuelto a ser el magnífico escritor de «Luna de lobos»Julio Llamazares, que comenzó su trayectoria literaria como poeta, vuelve a rendir homenaje a un decir reflexivo, hondo, que convoca a grandes líricos para subrayar el acento que su libro quiere dejar en el que lo lee: la vida está hecha de tiempo ido, de posibilidades que hemos dejado pasar y no vuelven. Incluso cuando abandona a esos poetas del verso, acude a Lennon, el «beatle» que se convirtió en una especie de gurú laico de la música pop, de quien recoge la reflexión: «La vida es eso que te sucede mientras estás ocupado haciendo otros planes».
La novela ofrece otros puntos de interés: los años setenta en Ibiza, los ideales de vida «hippy», la trashumancia posterior del protagonista como lector de español en universidades europeas, donde va desgranando la melancolía de la pérdida . Sobresalen las páginas dedicadas a la muerte del padre (tras quimioterapia) y al Alzheimer de la madre , donde condensa una emocionante reflexión de la memoria como único lugar del tiempo. Julio Llamazares ha vuelto a ser el magnífico escritor de «Luna de lobos» y «La lluvia amarilla».
Vuelve el mejor Llamazares con «Las lágrimas de San Lorenzo»
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