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Colección Cranford: como en casa, en nigún sitio
La Colección Cranford sale del Reino Unido. El espacio elegido para mostrar por primera vez «Out of the House», una amplia selección de sus contenidos, es la Fundación Banco Santander
Colección Cranford: como en casa, en nigún sitio
Uno se tiene que conformar con las imágenes de la web de la Cranford Collection (http:// cranfordarts.org/) o con los comentarios de su propietaria, Muriel Salem, mientras pasea por las salas de la exposición que trae parte de sus fondos a Madrid («No está ... bien que lo diga, pero a veces me siento sobre esa pieza », refiriéndose a «Escultura sedente», una obra con la forma de una pelota deforme roja, en aluminio, y que lleva la firma de Franz West ; o «ese cuadro suele estar sobre el cabecero de nuestra cama», haciendo ahora mención al «generoso» lienzo «El país del cuco en las nubes», de Sophie von Hellermann ), para apreciar mínimamente el espíritu que inspira a esta colección y no restar importancia a la cita expositiva .
En todos los rincones
Porque a diferencia de otros grandes conjuntos, la gracia de la Cranford es que su sede no es una importante fundación o un museo en los que descansa en depósito. Es el propio apartamento en el londinense Regent’s Park de sus dueños, la mencionada Muriel, de origen libanés, y su marido Freddy Salem. Imagínense pues sus más de 700 obras inundando sus estancias, provocando divertidas interferencias entre lo que es arte y lo que es diseño (entre lo que es un mueble y la pieza «Cubik (In Yer Face)» del escocés Jim Lambie ; o las «lámparas» del mencionado West que funcionan como mobiliario). Descubrir dónde se le ocurre a uno ubicar en su domicilio una pieza monumental como el meteorito partido por la mitad de Anish Kapoor . La colección Cranford lo lleva haciendo desde hace años. Cada 18 meses, da una vuelta a sus fondos, y, previa cita, permite acercarse allí a compartir in situ sus contenidos.
Porque, para qué nos vamos a engañar, la Sala de Arte de la Ciudad Financiera del Santander es cualquier cosa menos confortable , y el montaje de esta exposición, la primera fuera de su hábitat natural (de ahí su título, «Out of the house / Fuera de casa»), tampoco es que sea un prodigio de encuentros ; de hecho, resulta hasta complicado para aquellos que no están familiarizados ni con él arte contemporáneo, ni con los nombres que baraja.
Una pasión real
En su particularidad, la colección Cranford se fundó en 1999 con el apoyo y la colaboración del historiador Andrew Renton . Su primera pieza: un pollock, que fue adquirido en subastas. Con el tiempo, sus responsables le tomaron el pulso a este «viaje de descubrimiento» que terminó cuajando en una «pasión real», tal y como afirma Muriel. Es a partir de 2005 que comienza a exponerse a un público reducido en el ámbito doméstico y, aunque había colaborado con gran variedad de instituciones públicas (sus dueños recuerdan siempre el compromiso social del conjunto), no ha sido hasta ahora que un nutrido grupo de piezas (92 de 26 autores), se presentan fuera de su contexto, algo en lo que han influido las buenas relaciones entre los Salem y los Botín .
Aunque había colaborado con instituciones, es la primera vez que la colección viaja al extranjero¿Y cómo se ha preparado esta puesta de largo? La Cranford (que se convierte en un capítulo más desarrollado por la Fundación Santander en su deseo por dar a conocer las grandes colecciones internacionales: antes fueron la Daros , la Sandretto Re Rebaudengo y la Rubell ), hoy, una de las más sobresalientes en el Reino Unido , se ha especializado en la generación de artistas alemanes nacidos en la postguerra ( Kippenberger, Trockel, Oehlen, junto al austriaco Franz West ) y de británicos de una década después ( Damien Hirst, Sarah Lucas, Gary Hume, Paul Noble ... Aunque cuenta también con algunos versos libres, como la octogenaria Bridget Riley ). Su deseo de apoyar el arte emergente hace que todas sus obras hayan sido creadas desde finales de los ochenta e incluya a autores más recientes y menos conocidos por estos pagos ( Karla Black, Spartacus Chetwynd, Sophie von Hellermann , nombres donde la calidad también es más difusa).
Buscar el silencio
A pequeña escala, un poco de todo esto hay en la selección para Madrid, que para confirmar todo lo anterior y echarlo por tierr a se abre y cierra con sendas obras del francés Pierre Huyghe , cuyo neón de bienvenida «I Do Not Own Snow White (Blancanieves no me pertenece)», esboza un guiño sobre la posesión de la obra de arte.
Entre medias, todo un elenco de «grandes» obras que no sigue un recorrido cronológico, sino que se agrupan por estilos o dedican espacios a un mismo artista , lo que permite ver su desarrollo (aquí, Mona Hatoum , Damien Hirst o Jim Lambie). Un consejo: quédense con las obras más silenciosas, como las de Rachel Whiteread . Aunque será inevitable que acaben plantando los dedazos en la «piscifactoría» de Hirst. Siéntanse como en casa.
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